Yo sólo sé que soy Rayista

25/02/2015
Yo sólo sé que soy Rayista

Desde su exilio ‘granaíno’, nuestro amigo Granakás nos cuenta en primera persona cómo se enamoró de Vallecas y de la Franja.

Soy un rayista tardío, lo reconozco. No tengo el pedigrí de muchos de vosotros. Mi primer encuentro con el Rayo fue cuando debuté como jugador juvenil federado con el Cerro Vallecano en los campos del Urbis de mi barrio, Moratalaz. Era un día lluvioso y, si la memoria no me falla, empatamos a uno. Nuestro campo era el de Tajamar y aunque nunca fui titular indiscutible ni un crack como otros compañeros, disfruté visitando muchos campos de Madrid. Los que rondan los cincuenta y han jugado al futbol sabrán de lo que hablo. Pero yo no era rayista. Tengo un pasado merengue que, afortunadamente, logré olvidar hace muchos años. Creo que el punto de inflexión de mi desapego madridista fue haciendo la “mili” en Cádiz, algo inútil, pero gracias a ese tiempo de marinero tuve la suerte de conocer a una persona que me cambió la vida y un campo de fútbol que me hizo recapacitar sobre este deporte: el Estadio Ramón de Carranza. El Cádiz y su gente me enamoró. Mi vida no volvió a ser igual. Ese ambiente no era ni parecido al que había conocido en el Bernabéu, al que había asistido alguna vez gracias a un compañero de instituto madridista y rayista.  Eso sí, casi siempre fui a ver al Castilla, ese pedazo de equipo que llegó a la final de la Copa del Rey y al que luego se unió la “Quinta del Buitre”.

Vuelta a Madrid tras mi primera incursión en tierras sureñas. Buscar trabajo, volver a recuperar a los amigos y el fútbol dejó de interesarme salvo en momentos puntuales. Pero como la canción de Topo, siempre buscaba en el periódico los resultados del Cádiz y del Rayo porque con Vallekas continué teniendo una relación profunda. Estudios, amigos y radio, como vosotros en Radio Vallekas. Fueron casi diez años realizando un “pograma” semanal. Siempre los jueves, primero con dos amigos y luego solo. Y, cuando terminaba, echaba mi ratito en el legendario Lieja, un bar alternativo que tres chavales mantuvieron durante años en el Puente de Vallekas. Uno de ellos era Jesús, que me contaba (allá por 1992) cómo habían creado Bukaneros y cómo luchaban los días de fútbol en el barrio para erradicar símbolos franquistas, racistas o xenófobos de las gradas. Hoy por hoy la lucha continúa. Pero no me interesaba demasiado, vivía otros tiempos más flamencos alejado del fútbol. Además, por esos años se hizo cargo del club el personaje “Ruin Mateos”, miembro de una secta que odiaba tanto como a su familia, con la que tuve una mala experiencia que me tocó sufrir.

Pasan los años, como dice Camarón, y dejo Madrid. Nuevas metas, nuevos amigos, otro hijo y nuevas vivencias en el sur. Al estar en Andalucía comencé a seguir al Cádiz con más facilidad. Siempre que podía lo veía en la tele andaluza o por la radio, pero al Rayo lo seguía vigilando en los papeles. Segunda, primera, segunda, primera, segunda, segunda B, segunda y primera. La montaña rusa rayista. Y en este último ascenso del que todavía disfrutamos, como por arte de birlibirloque, de repente empieza a interesarme la franja en el exilio granaíno. Poco a poco me convierto al rayismo como si fuera mi religión. Ya buscaba ratos para verlo por televisión o para escucharlo por la radio. Recuerdo un viaje a Valencia con la radio en el coche, aquel que le metimos seis a Osasuna. Mis hijos no dejaban de flipar, nunca habían oído que un equipo metiera tantos goles.  En los bares lo veía yo solo entre personas que les importaba (y les sigue importando) un carajo nuestro Rayo. Alguna vez  no decía que quería ver al Rayo, sobre todo cuando jugaba con el Granada.

Y llegó la noche mágica del Tamudazo. Mientras la mayoría de vosotros estabais en Vallekas, yo estaba en el fondo de un bar rodeado de granadinistas sufriendo en silencio. Un amigo comenzaba a consolarme cuando estábamos casi en segunda hasta que llegó el milagro, ¡¡¡GOOOOL!!! La cara de los parroquianos volviéndose para mirarme fue de foto. Nos salvamos y ya pude decir abiertamente que era del Rayo para ver los partidos en los bares y cafeterías de esta ciudad. Eso sí, si el Granada hubiera bajado creo que me hubieran nombrado persona non grata.

Al poco tiempo conocí a un vallecano de El Pozo que lleva mucho más tiempo que yo en el exilio y, desde ese día,  sufrimos o disfrutamos juntos viendo los partidos. Cuando tomamos el café en nuestra “peña” laboral, aparte de conversar sobre el Madrid o del Granada también se habla del Rayo. Poco a poco hemos ido conociendo a muchos de vosotros, en persona o través de las redes sociales, pero lo que más nos gusta es disfrutar o sufrir en nuestro maltrecho pero querido Nuevo Estadio de Vallecas. Y siempre esperamos ansiosos que bajéis a Los Cármenes. Eso nos da la vida y más si os subís con los tres puntos. Igualmente vamos conociendo a rayistas andaluces y de otros lugares con los que hemos coincidido en las calles, en las gradas o en los bares. Los que integramos este pequeño grupo de rayistas que se llama Graná Kas ya nos sentimos, con vuestro permiso, uno más de esta gran familia que es la ADRV. Siempre soñando en viajar de la Sierra al Valle.

Para terminar, os dejo una pregunta en el aire. El rayista ¿nace o se hace? Con estas palabras que acabáis de leer creo que es evidente la respuesta. También deciros que de lo que me siento orgulloso es de que mis dos hijos, uno madrileño y otro andaluz, sean buenas personas y además del Rayo para siempre, en las buenas y en las malas.

Te quiero Rayo.

@GranaKas13

 

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