Capitán

Capitán

El Rayo Vallecano visita al líder de la clasificación con el entrenador cuestionado y en la picota.

En Vallecas existe un inconfundible aroma de barrio, un sentimiento en el que afloran unos valores que sus vecinos transportan en volandas allá donde van. En Vallecas existe un club de fútbol cuya esencia se encuentra – o encontraba – justamente en aquello que representaba fuera del terreno de juego, algo en peligro de extinción.

Sería sencillo mencionar que hoy ese club disputa un nuevo choque en el que ¡oh!, se juega la permanencia, ¡el objetivo! Fácil sería volar sobre la grandeza futbolística del rival, alabar al mejor jugador de la historia y, a través este humilde manejo del lenguaje, hacer soñar con una hipotética gesta. Todo sería un camino de rosas, pero este, por desgracia, es el Rayo Vallecano de Raúl Martín Presa y sus valores económicos.

A las 18:30, un hombre del barrio, del Rayo, de los nuestros, se sentará en los acolchados sillones del banquillo visitante del Camp Nou buscando evitar un cuchillo con el que su máximo dirigente lo señala, un cuchillo empujado por los mismos aficionados que piden sentimiento en aquellos que se enfundan la franjirroja, aquella que cualquier rayista, como Míchel, moriría por defender.

Esta llamémosla advertencia, no nos engañemos, es un mero recurso mediante el cual se pretende disfrazar de oportunidad una condena de asesinato. Para salvar su puesto de forma momentánea, el capitán deberá abatir al líder, a un conjunto que sobrepasa por siete puntos al segundo clasificado, a un equipo que acumula catorce duelos ligueros sin caer derrotado, a un elenco de futbolistas que suma tres victorias consecutivas en esta competición, al segundo mejor local, al club que posee en sus filas a los dos máximos goleadores de la categoría… Al FC Barcelona, señoras y señores.

Miguel Ángel Sánchez Muñoz dirige al tercer equipo de la categoría con menor límite salarial, a una mayoría de futbolistas que, aunque nos empeñemos en olvidarlo, vienen de Segunda División, muchos de ellos debutando por primera vez en la competición de oro del fútbol español. La franja es decimonovena, acumula cinco derrotas consecutivas y un mes sin ganar a domicilio, pero el problema es del técnico, pues el Rayo tendría que estar a mitad de tabla y matemáticamente salvado con los jugadores que contiene en nómina, dirán.

El futuro del último ápice de rayismo que se mantiene en el ámbito institucional depende, según las últimas informaciones, de obtener una victoria ante un rival con el que se han perdido los últimos doce enfrentamientos, al que no se le bate desde el año 2002. Este es el actual representante del sentimiento de todo un barrio y sus valores, aquel que juzga a uno de los suyos por una división que, parece ser, importa más de lo que en los habituales cánticos se transmite.

El Santa Inés, de perder a su capitán, será asaltado por un nuevo dirigente que, al sentir el agua en sus tobillos, lo dejará desamparado al saltar por la borda. Será entonces cuando su verdadero capitán, el que el navío merece, se agarre desde el mar para hundirse con su amado bajel.