La peluca de Benjamin Franklin

La peluca de Benjamin Franklin

Mañana, miércoles, a partir de las 21:00, arrancará en el Estadio de Vallecas el duelo que enfrentará a Rayo Vallecano y FC Barcelona por un puesto en cuartos de final de la Copa del Rey.

Todos conocemos a Benjamin Franklin, aunque realmente sepamos poco o nada de él. Puede que lo identifiquemos como uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, esa nación de naciones que consiguió deshacerse del yugo imperialista inglés, y no el gorrón imperialista en el que sus vástagos se han convertido. Quizá le pongamos cara al saber que aparece en los billetes yankees, y con un poco de suerte puede que sepamos incluso la cifra a la que pone rostro: 100 dólares.

Con eso alcanzaríamos el suficiente en 1º de Benjamin, pero sus méritos ocupan más páginas que la Guerra de Sucesión, por lo que aún queda mucho examen por completar si queremos mejorar la media. Inventó el pararrayos, la armónica de cristal o la lente bifocal, dio forma a lo que acabaría convirtiéndose en la Universidad de Filadelfia, fue nombrado Presidente de Pensilvania, ejerció como embajador de Estados Unidos y, entretanto, escribió alguna que otra obra.

Con esto podemos crear un perfil básico de una de las personalidades más influyentes de la historia, pero qué sería del pasado sin los rincones de la curiosidad. No recordamos bien por qué Carlos II dio pie a uno de los mayores conflictos de España, pero sabemos que el tipo era “mu pero que mu feo”. No hablamos de lo que llevó a Espartero a enfrentarse con María Cristina, pero sí de las criadillas de su prominente caballo… En fin, volviendo a nuestro protagonista, es en esa búsqueda de la jocosidad donde encontraremos el santo grial de esta anti-previa.

El 26 de octubre de 1776, un Benjamin Franklin metido en años se embarcó hacia Francia con la misión de obtener el reconocimiento de independencia de los Estados Unidos por parte del país galo. En ese histórico viaje, nuestro hombre protagonizó uno de los mayores actos revolucionarios de la época pre-contemporánea. Sin alzar la voz. Sin pegar un solo tiro.

Franklin se asomó al mar y, ante la sorpresa de todos los presentes, se despojó de su peluca y la arrojó al agua. Este gesto aparentemente insustancial tendría más carga política de la que muchos puedan imaginar.

Desde el siglo XVI, la peluca se había convertido en un elemento fundamental del outfit aristócrata. Era un símbolo de poder económico, de clase y, de paso, una herramienta contra los piojos y la calvicie. A poco que se sepa de historia, Francia y los “luises”, puede uno imaginarse dónde surgió la moda.

De esa guisa se presentó Benjamin en el país de la extravagancia y los lujos: desmelenado y con ropa de “cariño, vamos a dar una vuelta”. Resultó que la nación que acabaría por colgarse la medalla de los defensores del pueblo y la modernidad recibió trece años atrás a un señor entrañable que vestía barato y creía ―ya sabemos lo que vino después― en la igualdad de todos los hombres. Eso sí, los esclavos no entraban en esa ecuación.

“¿Pero alguien me puede decir qué demonios tiene que ver todo esto con el Rayo-Barça de mañana?”. Lo cierto es que una anti-previa exige una mínima predisposición del lector para hacer que cobre sentido. En este caso, la relación tiene que ver con el hombre que regaló la mayoría de sus inventos al pueblo sin esperar beneficio alguno, y que marcó un gol al elitismo europeo con un simple giro de muñeca.

Mañana el Santa Inés emprenderá su particular travesía por el mar de la Copa del Rey en busca del respeto de todos los navegantes del fútbol. Pelucas fuera, cañones cargados y pararrayos en su sitio. Se avecina tormenta.

 

Imagen: Historia National Geographic.