Sentir

Sentir

A partir de las 19:00 arrancará un duelo vital para las aspiraciones del Rayo Vallecano, ante el CD Mirandés. Los ojos del rayismo, no obstante, llevan días mirando hacia otro lado.

No se hacen una idea de lo complicado que es escribir sobre este Rayo Vallecano cuando de verdad uno lo siente. Sentarse frente al ordenador para informar de que a determinada hora ―19:00 en este caso― juega la Franja se ha convertido en una auténtica odisea, que poco o nada tiene que ver con el entretenimiento de un poema homérico.

La situación actual del club es debilitante, cansina, repetitiva, agotadora. Honestamente, envidio a mi yo de doce años, que acudía al estadio con el corazón palpitante porque jugaba su Rayo, independientemente de la categoría, de la competición, de quién lo dirigiese y de la tendencia tuitera del momento.

La satisfacción de adentrarse en los entresijos de este club, de sentirte parte de su mundo, únicamente es comparable al hastío que genera conocerlo realmente. Acercarse al seno de este Rayo Vallecano supone impregnarse de su olor a fritura rancia y pestilente, y no hay nada que me duela más que eso.

Hoy se disputa un partido en el que los de Andoni Iraola tienen la oportunidad de dormir una jornada más en cuarta posición, y sin embargo a nadie le importa. Sólo se habla de ridículos, disputas internas, incapacidades y, por supuesto, difamaciones con el único objetivo de lapidar esta santa casa con las piedras del sensacionalismo conservador y barato.

Mentiría si dijese que voy a ver el partido, pero también si afirmase que no me gustaría hacerlo. Estoy harto de las continuas ridiculizaciones mediáticas, de sentirme mal por querer que el Rayo triunfe, de soportar cómo día tras día unos y otros se empeñan en tumbar mi ilusión y de ver cómo esa afición que se cuelga medallas fomenta la autodestrucción de su propio club. Por mucho que a algunos les cueste entenderlo, Twitter no cambiará nada.

Puesto que no soy más que un humilde cronista sin ánimo de lucro, no me permitiré dar lecciones a ajenos o imponer una visión que no es más que mi propio sentir. Vallecas me presentó su orgullo con apenas seis años, y me niego a aceptar que su núcleo actual tenga algo que ver con lo que entiendo por Rayo Vallecano. Hoy juega la Franja y, lo siento, pero me niego a abandonar el navío, nieve o no nieve en Miranda del Ebro.