583

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Solo 583 personas de las 2000 que podían hacerlo pasaron por los tornos de Vallekas para presenciar el primer encuentro como local del Rayo en su retorno a Primera. Un dato que debería hacer reflexionar tanto al club de Presa como a la propia Liga.

Hay números que, por sí solos, no dicen nada, pero que en determinados contextos deberían de invitar, cuanto menos, a una profunda reflexión. 583 personas estuvieron en la grada en el primer partido como local del Rayo en la presente temporada. Eso según el dato oficial. 583 personas de 2000 posibles, que eran las entradas que había puesto a la venta el conjunto franjirrojo. Un 29,15% del aforo permitido, lo que equivaldría a 4206 personas en condiciones normales. Un dato terrible teniendo en cuenta que hablamos del regreso a Primera en Vallekas, tras dos temporadas en Segunda que coinciden con el periodo en el que la Covid-19 ha impedido a los aficionados disfrutar del club.

Un dato terrible, repito, si, además, tenemos en cuenta que, casi con total seguridad, ni siquiera los 583 individuos que pasaron por los tornos en la previa contra el Granada serán aficionados rayistas (hay que tener en cuenta que los clubes, siempre, guardan ciertas invitaciones para entregar según su consideración y/o compromisos). Que la autoridad (in)competente, comandada por el ínclito Martín Presa, no haya sido capaz de “engañar” ni siquiera a los 2000 que permitía la Liga es otra muestra más de que el Rayo Vallecano es el club peor gestionado del fútbol profesional. De largo. Y es un dato que, sinceramente, debería incluso de estudiar la propia Liga que tanto dice preocuparse por un producto que el Rayo de Presa, claramente, devalúa.

El resultado es escalofriante. Lo que fue el regreso del público a Vallekas, en Primera División, pareció otro partido más de gradas vacías. La continuación del bienio Covid. El comentarista de la televisión aludía al ruido que había en Vallekas, incluso llegó a decir la boutade “bienqueda” de que los 500 parecían 20000 cuando el partido agonizaba. La sensación era, por mi parte, exactamente la contraria y me quedó meridianamente clara en un par de jugadas del encuentro. La primera, la del 3-0, el golazo de Randy Nteka. En otras condiciones, o incluso con 2000 personas entregadas en los ínfimos anfiteatros vallecanos, la celebración del tercer tanto de la tarde hubiese sido un rugido unísono que hubiese amortiguado absolutamente todo. Sin embargo, mientras Nteka corría hacia la banda, se oían perfectamente los gritos de sus compañeros rayistas que se unían al festejo. La otra jugada fue un saque de esquina del Granada, en el fondo de Bukaneros, ya con el 4-0. En ese momento, a uno le viene a la memoria la fiesta que hubiese sido Vallekas en la goleada: banderas, cánticos, gente saltando en la grada, que bote Vallekas… Pero no. Ayer, mientras Jorge Molina y Germán pugnaban por ganarle la posición a Saveljich y Catena podíamos escuchar las indicaciones que se daban unos a otros e, incluso claramente, las advertencias del árbitro: “aunque penséis que no, en el área todo se ve”.

Triste. Muy triste el regreso a Primera como local del conjunto franjirrojo. No en lo deportivo, en el que firmó su segunda goleada más abultada en la categoría de oro y uno de los mejores partidos de su historia, pero sí en todo lo demás. Este Rayo ya no engancha o, si lo hace, es desde la consciencia y la memoria de tiempos mejores. 583 personas (seguramente menos) pagaron la friolera de 25 eurazos para volver a gritar un gol de su equipo en casa mientras la entidad más calamitosa del deporte nacional languidece y agoniza cada día un poco más gracias a los corbatas que la mantienen secuestrada. Un fracaso rotundo y estrepitoso. Que cada cual saque sus conclusiones. Estas solo son las mías.