Avistando la tierra prometida: La última gran batalla

25/05/2018
Avistando la tierra prometida: La última gran batalla

Nuestro Barco Pirata llega a la jornada 41 de una forma, tal vez, inimaginable allá por el mes de agosto: dependiendo de sí mismo para llegar a la tierra prometida. Por el tortuoso camino que nos lleva allí, se han ido sumando personas en las diferentes paradas, todos remando en la misma dirección: la Primera División.

Nunca conseguir los objetivos ha sido fácil. Nadie te regala nada, hay que sudar sangre, dolor y lágrimas para lograr lo que uno se propone. Sería fácil tirar de tópicos para describir la situación actual de este Rayo Vallecano, pero hoy permitirme que los destierre. Voy a hablar desde un lado más natural.

Están los que desde la cuna fueron franjirrojos, los que por ideas paternas se hicieron hinchas de la franja, aquellos a los que sus abuelos les hablaban de un equipo humilde y luchador, de los valores que representaban aquellos que defendían la franja. Otros los más recientes, son los que un buen día, el Rayo Vallecano con su franja les atravesó el corazón.

Sea como fuere, el domingo será una fiesta para todo el rayismo. Por aquellos, por estos, por los ilusos, por los fervientes hinchas, por los irascibles y por los escépticos. Es un sentimiento inexplicable, indescriptible, en ocasiones muy doloroso, pero a la vez tan gratificante que solo me sale decir aquello de ¡Bendito sea el equipo que me tocó animar!

Para todo Vallekas, y gente venida de fuera, lo del domingo es la gran final. Aquella soñada desde Anoeta, un suceso tan paranormal que ni Iker Jiménez con toda su trupe sería capaz de explicar. Y es que, este barrio perdona casi todo, salvo quien no honra y lucha hasta la extenuación por defender la franja.

Me encantaría que el domingo el estadio tuviera 100.000 asientos, porque con todos aquellos rayistas de corazón, lo llenaríamos. Todos aquellos que están lejos, que no pueden desplazarse, o que no han podido llegar hasta esta estación estarán igualmente apoyando desde la distancia, con todo su corazón, con su alma.

El partido del domingo no se juega, se gana. Tendrá mil aristas, más de mil aspectos tácticos a analizar, pero lo que importa es el resultado. Y si de algo no tengo duda alguna, es que cuando el Rayo peor parece pasarlo, con la ayuda de su gente, de todo su barrio, de toda su hinchada, consigue alcanzar una vez más la gloria.

Disfrutemos, cantemos, protestemos, celebremos y gocemos. El domingo es nuestro día, el día marcado en rojo para devolver a la franja donde merece estar, con los más grandes equipos del mundo. El nuestro no será el equipo con más presupuesto económico, pero tiene algo de lo que muchos jamás gozarán: corazón, coraje y nobleza.

¡A las Armas!

Christian M. Arjona