Hablar de más

02/08/2018
Hablar de más

La salida del Rayo Vallecano de Fran Beltrán ha levantado ampollas entre un amplio sector de la afición

«Lo que ha perdido a @franbeltran__ es hablar de más. Lo mismo que le pasó a RdT en Valladolid. No acaban de entender que el hincha se cree, necesita creerse, sus promesas de fidelidad. Luego vienen las decepciones. 

Nada nuevo. El Rayo y su afición, seguimos»

Mi alter ego,@concopiaoculta, ha publicado este tuit y ahora el calor, el insomnio y las ganas de escribir me llevan a ampliar aquí esta reflexión.

Lo primero, para que el burro no se espante, decir que el que suscribe, demasiadas veces, habla de más.

Decepción. Esa creo que es la palabra que mejor define lo que siente el rayismo en estos momentos. Esa decepción subyace, en términos más o menos gruesos, en las opiniones leídas y escuchadas hoy.

Los jugadores no acaban de asimilar una cuestión básica. El hincha necesita revestir de racionalidad un hecho irracional: su pasión por unos colores. No lo entendió Raúl de Tomas cuando dijo que sólo jugaría en Segunda en el Real Valladolid. No lo ha entendido Fran Beltrán cuando ha dicho que quería jugar en Primera con el Rayo una vez conseguido el ascenso.

¿Son entendibles las colas para renovar de estos días sin recurrir a lo irracional? Lo racional sería que no hubiera habido colas, dado el trato que recibe el abonado por parte del club y de Tebas y las condiciones del Estadio. Pero no, somos «clientes presos» por nuestra irracionalidad. Todas las temporadas decimos mil veces que es la última… y la siguiente, cumplimos una más.

Los jugadores, en algunas ocasiones sinceramente y en otras para endulzarnos los oídos, juran fidelidades que los hinchas nos creemos porque necesitamos creernoslas. Porque esas promesas de fidelidad le dan racionalidad a nuestra irracionalidad.

Si nos creemos las fidelidades eternas que nos juran nuestras diversas parejas a lo largo de nuestras vidas, como no nos vamos a creer la de nuestros jugadores de referencia. Craso error, en un caso y en otro. La mayor fidelidad es el día a día. Las otras, se la lleva el viento o no, dependiendo como nos sople la vida.

No tengo elementos para dudar que Fran era sincero cuando decía lo que decía. Nada podemos reprocharle en cuanto a su entrega y compromiso con la Franja mientras la vistió. También soy consciente que este momento, antes o después, iba a producirse. Es la «ley del fútbol». Si a alguien le deja más tranquilo que añada moderno.

Uno de los mejores barómetros, en mi ya canosa experiencia, de lo poco que va a tardar en abandonar un jugador su club actual es su reiteración y firmeza en decir que quiere quedarse muchas temporadas. Eso anuncia borrasca, al menos.

Como siempre nos encontraremos dos versiones. Cada cual creerá la que quiera o tendrá una propia. Lo más probable es que ninguna sea completamente verdadera. En todo caso, Fran no estaba obligado a irse por ofrecerse el RC Celta a pagar los 8 millones de su cláusula. Podría haber dicho que no, pero ha dicho que sí.

Desde mi decepción con la decisión de Fran Beltrán, deseo que las prisas no hagan descarrilar una de las carreras futbolísticas más prometedoras de estos momentos. Fran, que te vaya bonito y nos vemos después de Reyes. Nosotros estaremos donde estaremos siempre: en la grada animando al Rayo.

Pero hoy ha habido otros que han hablado de más. Uno es habitual en esto de rajar sin ton ni son. El otro, nuestro Director Deportivo, David Cobeño.

Comienzo por este último por lo inhabitual. El mismo ha dicho que no le gusta entrar al trapo de algunas cuestiones y hoy ha entrado. Si no quieres hablar del tema Jean Jules, calla y no saques al aire cuestiones personales del jugador que dices que no quieres airear.

Lo del otro personaje es lo habitual. Lo pones una alcachofa delante y tienes asegurado el espectáculo. Hoy le ha tocado reprochar a otros falta de educación y ética. No debe mirarse mucho al espejo.

Y no, en el Rayo la persona que no quiere continuar aquí, no tiene la puerta abierta para irse. Pregunte a Natalia Pablos, Sr. Martín Presa. Pregúntele y abra la puerta que usted mismo está cerrando.

Luis Miguel Redondo

Foto: Iván Díaz