Ni tanto ni tan poco

Ni tanto ni tan poco

Nuestro columnista Jesús Villaverde regresa a Matagigantes para poner algo de orden: No nos volvamos locos. Ni hoy el Rayo está en Segunda B, ni ayer en playoff

Ni ayer Dios, ni hoy pordioseros. Ni tanto ni tan poco. Si el tremendismo y el extremismo fuesen deporte olímpico, ni siquiera un hipotético dream team norteamericano sería capaz de arrebatarle a España el oro en Río. Y a qué viene esto, diréis. Pues muy sencillo. La idea tiene que ver con los comentarios leídos desde días antes hasta horas y días después del primer partido del Rayo en Segunda División, que para algunos parece que fue más un baño de realidad que una simple derrota fuera de casa en un estadio aciago para los intereses vallecanos.

Parece que tras ganar casi todos los partidos de pretemporada, excepto el empate frente al Hércules en Alicante, algunos ya se veían en Primera. Solo con el nombre, con la franja y con los jugadores que se han quedado en la transición de categoría. Porque lo valemos y nadie se nos puede poner por delante. Parecía que la pretemporada era el baremo perfecto para medir aquello a lo que tendría que enfrentarse el equipo a partir del sábado pasado. Y, mira por dónde, llegó la realidad en forma de primera jornada y del clásico partido atravesado.

Lo cierto es que no voy a opinar (ni puedo hacerlo) sobre el partido. Principalmente porque no tuve la oportunidad de seguirlo nada más que con el rústico método de actualizar Twitter cada ciertos minutos. Pero por lo que leo, en cambio, entiendo que fue un encuentro con una mitad para cada equipo en el que, finalmente, ganó la veteranía y la experiencia en la categoría frente a la novedad y a la supuesta superioridad (algo que me atrevería a colocar muy entrecomillado). Qué dura es la Segunda… Pero da igual, no es de eso de lo que toca hablar hoy.

Pocos minutos después de finalizar el partido y consumarse la primera derrota del equipo empecé a leer algunos mensajes en tono apocalíptico que parecían anunciar que una catástrofe estaba a punto de asolar a la franja. ¿Qué pensaban? ¿Que por ganar en pretemporada 1-5 a un Osasuna recién ascendido ya estaba todo hecho? ¿O que ganar al Leganés, recién ascendido también, en Vallekas, era sinónimo de ascenso directo? La Segunda División (me niego a llamarla de esa forma espantosa que han decidido los bancos) es muy larga, muy competitiva, y requiere de mucho esfuerzo. A veces incluso precisa de más esfuerzo y trabajo que calidad en el juego. Igual, mirando en perspectiva, y aunque duela, no está del todo mal este primer contratiempo para que nos hagamos a la idea, tanto el equipo como buena parte de los hinchas, de que esto no será un camino de rosas.

Sin embargo, me sigue sorprendiendo que, tras años de fútbol, aún existan aficionados que se tomen tan en serio los tanteos de julio y agosto. Los resultados veraniegos no sirven absolutamente para nada. Ni ahora ni en el verano pasado, cuando se perdieron casi todos los partidos (con un 5-0 en Albacete incluso). Es obvio que cuando la franja pisa el verde todos queremos que gane y compita, aunque sea un amistoso, pero tampoco hace falta volverse loco cuando el partido implica más pruebas y experimentos que puntaje en el casillero. Puede ser más productivo un partido de verano en el que pierdes, pero sacas conclusiones para el futuro, que aquel en el que goleas y cuando todo acaba, el equipo no ha mejorado.

Ni hoy el Rayo está en Segunda B, ni ayer estaba, como mínimo, en puestos de playoff. Nada más lejos de la realidad, el equipo despierta la misma ilusión esta semana que la anterior. Y en este apartado tendrá cada uno que decidir dónde está su nivel de esperanza en los objetivos. Lo único meridianamente claro es que la Segunda es una maratón. 42 kilómetros en los que hay que dosificar las piernas, jugar con los tiempos, atacar al sprint y defenderse tras alguna espalda en mejores condiciones. Solo aquellos que consigan entender mejor lo que es la categoría lograrán sobrepasarla y superarse a sí mismos. De momento el Rayo ha tropezado en la salida, pero le quedan 41 kilómetros. No nos volvamos locos. Y bienvenidos a la carrera de fondo.

 

Jesús Villaverde Sánchez