Aquel niño incrédulo

Aquel niño incrédulo

A partir de las 18:30 arrancará el partido más especial de la temporada. Rayo (6º) y Cádiz (13º) vuelven a enfrentarse ―y unirse― dos años después, en la categoría de oro.

Catorce años abonado a la Franja dan para multitud de historias de diversos colores. Dicen que las vivencias de la infancia determinan nuestro yo futuro, y quizás sea por ello por lo que las más remotas en el tiempo son las que con más fuerza se han agarrado a mi memoria, aquellas que pertenecen a un momento en el que apenas superaba la decena.

Recuerdo como si fuera ayer aquel diez de octubre de 2009. Mis once años recién cumplidos no daban para comprender por qué nuestro estadio animaba efusivamente al equipo rival, ni por qué los miles de aficionados visitantes hacían lo propio con nosotros. La respuesta de mi padre tenía algo que ver con la hermandad, pero tampoco terminó de convencerme.

Recuerdo como si fuera ayer cómo la mitad de las gradas de los laterales se tiñeron de amarillo y azul. Hoy sonrío al recordar a aquel «loco» gaditano que ondeaba una bufanda cadista a lo alto de las antiguas vallas del césped. No puedo evitar que se me venga a la cabeza la ilusión que sentí cuando golpeé el brazo de mi padre para avisarle de que desde el fondo de los Bukaneros estaban volando hacia el cielo centenares de globos con nuestros colores: rojo, blanco, azul y amarillo.

Hoy, desde la distancia, viviré de nuevo un Rayo-Cádiz, vestido esta vez de Primera División. La Franja acumula cuatro encuentros consecutivos sin conocer la derrota, habiendo sumado diez de los doce puntos posibles. En Vallecas, de hecho, se ha impuesto a su rival en los dos partidos disputados. Esta sucesión de buenos resultados permite a los de Iraola encarar la jornada dominical desde puestos europeos.

El Cádiz, por su parte, ha ganado un solo partido en lo que va de temporada. Pese a ello, permanece imbatido a domicilio, tras haber cosechado un empate en tierras béticas y una victoria en Balaídos. Además, los de Álvaro Cervera visitan el barrio con la motivación de haber «rascado» un punto al FC Barcelona en la jornada inter-semanal.

Hay cosas que independientemente de la edad son difíciles de explicar, y más en esto del fútbol. Recuerdo como si fuera ayer aquella tarde de otoño, el calor a pesar de las alturas del año. Recuerdo las calles desbordadas de aficionados y camisetas mezcladas. Los cánticos, las sonrisas, la fiesta. Recuerdo las casacas franjirrojas arropadas con bufandas del Cádiz. Y viceversa.

Recuerdo como si fuera ayer a aquel niño que vivía con incredulidad cómo su estadio animaba al visitante, que no entendía por qué el de fuera animaba al local. Recuerdo a aquel niño en busca de respuestas, el mismo que aún ignoraba que existen sentimientos tan únicos que ni tienen ni necesitan explicación. Ese niño que noventa minutos más tarde, después de todas las dudas, emprendió el camino de vuelta a casa con los brazos al aire y entonando el «Cádiz, Cádiz».

Bajas: Merquelanz y Trejo (Rayo). Jon Ander Garrido, José Mari y Fali (Cádiz).