Nadalesco

Nadalesco

El Celta doblega cómodamente (2-0) a un Rayo que compareció en Balaídos con la mirada claramente puesta en las semifinales de Copa del Rey que disputará el miércoles.

Sobre las ocho de la tarde, tras concluir el Celta-Rayo, uno podía tener la sensación de haber visto un partido de Rafa Nadal en lugar de uno de fútbol. No por la intensidad, ni la épica, sino porque la sensación era de haberse sentado en el sofá hacía cuatro o cinco horas. El tedio se apoderó de Balaídos en una tarde en la que, entre las brumas, el Celta supo sacar rédito a sus pocas notas de luz.

El Rayo apareció por Vigo con la mente claramente puesta en la semifinal de Copa que lo enfrentará con el Betis el miércoles. Quizás por eso resulta incomprensible –si no media en ella la posibilidad de un recurso–, la decisión de Andoni Iraola de no alinear a Óscar Valentín, sancionado por acumulación en Copa, y darle su plaza a un Unai López que debería ser de la partida en sustitución del jefecito. Pero más gris parece la elección de Óscar Trejo en lugar del de Ajofrín para sustituir al vasquito cuando, antes de los diez minutos, se lesionó en la zona del pubis. Pensaremos que todo se ajusta a eso que ahora todos llaman “el plan”.

En Balaídos se cumplió aquella premisa de que lo que mal empieza, peor termina. El contratiempo de Unai fue solo el anuncio. Dimitrievski calcó la salida por la que Muriqi a punto estuvo de provocar la prórroga el pasado miércoles. Sin embargo, Brais Méndez no desaprovechó la oportunidad; aceptó el presente, preparó la cena y se comió el guiso a cara de perro. La diferencia estuvo en que, cuando le tocó el turno, el Rayo no aprovechó la opción de igualar. Una horrible salida de balón celeste dejó a Álvaro García solo ante Dituro, pero su vaselina se marchó por encima del larguero.

En esas transcurría la primera mitad: el Celta dominando, el Rayo pensando en otros menesteres y Munuera Montero demostrando porque el arbitraje español sigue siendo, se empeñe quien se empeñe en decir lo contrario, el peor de las grandes ligas. El colegiado no pudo estar peor: mostró la amarilla a Trejo cuando había perdonado cienes de faltas similares y cuando, además, su falta venía precedida por una de Fran Beltrán, obvió un penalti tan claro como estúpido a Nteka y, después, perdonó una amarilla a Trejo que, esta vez sí, era bastante clara. Horrible su gestión del partido, como corroboraría en la segunda parte. Al filo del descanso, a pesar de las buenas combinaciones de balón locales, el Rayo comenzó a equilibrarse y a mostrarse más voluntarioso, aunque poco acertado.

La segunda mitad arrancó con las mismas trazas que los minutos finales de la primera. El Rayo trataba de jugar algo más, pero no incomodaba en exceso al anfitrión. A los de Coudet ni siquiera les hizo falta tirar más a portería de lo que lo hicieron, solo dominar los espacios y los tempos del partido para ajustarse a ellos y salir victoriosos. En el intercambio de ocasiones, Álvaro García culminó una jugada de pizarra con un lanzamiento alto, mientras que Santi Mina se lanzó en una carrera al descubierto que terminó desbaratando Dimitrievski.

Iraola puso sobre el tablero a Óscar Valentín, Isi y Radamel Falcao. Y cambió la cara el equipo franjirrojo. Con el mediocentro y el extremo sobre el verde, el espejo sí devolvía la imagen habitual. No obstante, cuando más parecía intentar apretar el Rayo –que tampoco era mucho–, un desajuste en un saque de esquina permitió pensar a Brais Méndez, que inventó un lujoso taconazo para sentenciar a su rival con estilo, elegancia e imaginación. Sergi Guardiola trató de maquillar el resultado, pero ayer no era el día e, incluso bajo palos, envió su testarazo a la cruceta. El Rayo fue a Vigo pensando en las copas de después y, suele pasar, cuando la cabeza está a lo de después, la tarea no sale bien. Por fin terminó un partido nadalesco en el que quedó clara una cosa: el Grand Slam del Rayo se juega el miércoles en Vallecas.

Foto: Octavio Passos/Getty Images