Tragedia en tres actos

27/09/2020
Tragedia en tres actos

La Ponferradina se impuso ante un pobre Rayo (3-0) en la primera derrota franjirroja del curso. Las modificaciones de Iraola mermaron la
dinámica de las dos primeras jornadas.

En el fútbol como en la vida, hay máximas que no deben olvidarse jamás. Una de las más sabias dice que “no hay que tocar lo que funciona”. Traducido al lenguaje futbolístico, podríamos decir que los ataques de entrenador tienden más a fracaso que a éxito. 

Andoni Iraola se presentó en Ponferrada como ese director mainstream que, de pronto, se lanza a una aventura en el cine de autor. Como si Nolan, de pronto, filmase algún título de la nouvelle vague. Si Mario Hernández venía funcionando en el lateral diestro, el vasco colocó a Advíncula. De igual manera, el uruguayo Velázquez fue relegado al banquillo en favor de Saveljich y, en punta de ataque, un Qasmi que había venido distribuyendo bien el balón caído dejó su lugar a un Andrés Martín que continúa desnortado.

La caída fue estrepitosa. Una tragedia en tres actos. A los 23 minutos, de falta directa, Óscar Sielva ponía distancia en el marcador y castigaba las pocas expectativas de victoria que concedía un once cobarde de los rayistas. Si las decisiones emiten mensajes, la de no alinear ningún delantero transmitía pocas intenciones de asomarse a los dominios de Caro. Poco pasaba, para lo que podía, hasta que Valcarce desnudó la ausencia de marcaje de Fran García para anotar el segundo de potente disparo cruzado. No iba a ser la única carencia que iba a dejar al descubierto la Ponfe respecto del conjunto vallecano. En la frontera del descanso, Paris Adot recibió un balón muerto en tres cuartos de campo y lo golpeó con la violencia del que se venga de su peor enemigo. A pocos metros, los García, Álvaro y Fran, miraban con suficiencia y desgana como el lateral diestro fusilaba a Morro.

Solo habían transcurrido 45 minutos y el encuentro ya había tocado a su fin. Ni siquiera hubo necesidad de que el jurado tocase la campana. La Ponferradina había maltratado al Rayo hasta la extenuación. Jon Pérez Bolo volvió a golear a su ex equipo, aprovechando su mejor versión para castigar las deficiencias defensivas y la indolencia de los que defienden la camiseta que un día honró el ariete. En el otro banquillo, Iraola trataba de resituarse introduciendo a los efectivos que tuvieron que comenzar la batalla. Qasmi, Joni y Mario Hernández dieron descanso a Trejo, Santi Comesaña y Advíncula. Más tarde, entrarían Velázquez y Pozo por un lesionado Saveljich y un decepcionante Andrés Martín. Iraola buscaba agitar algo. 

Pero la redención ya no era posible. Solo un mano a mano de Qasmi, que terminó anulado por fuera de juego, y un disparo postrero de Joni evitó que el conteo de tiros del Rayo terminase en cero. Un partido demasiado sencillo para una Sociedad Deportiva Ponferradina que no tuvo que emplearse a fondo, apenas sudar, para doblegar a un Rayo cuya toda solidez se disolvió como un espidifen que no logra calmar la jaqueca. Una cura de humildad, una visita del espectro jemecista, cuyos errores enterraron las muy pocas virtudes mostradas ayer en El Toralín. El estreno de la equipación fúnebre se convirtió en un luto en tres actos.