Querida Doña Prudencia

Querida Doña Prudencia

A eso de las 21:00, el Rayo saltará al Benito Villamarín en busca de una plaza en la final de la Copa del Rey, en el que será el partido más importante de su historia.

Querida Doña Prudencia:

Quién te iba a decir a ti, hace ya 98 años, que aquel filial del Numantino iba a ser mucho más que un equipo para que tus hijos jugasen al fútbol. Cómo ibas tú a imaginar que el Rayo ―tu Rayo― iba a cambiar la arena de Peña Gorbea por los verdes tapetes de la élite. Y sin embargo aquí está, vestido de gala, pero con el mismo corazón que antes respiró el polvo de la tierra de los solares.

Quién te iba a decir a ti que tu familia iba a crecer más, y vaya si lo hizo. Ni en tus sueños más ambiciosos habrías pensado que miles de vecinos iban a ser, en cierto modo, tus descendientes, tus herederos, los guardianes de tu legado. Nuestros antepasados fueron excluidos, y fue para darles un lugar en este deporte para lo que fundaste la Agrupación. Y sin embargo, fíjate ahora, sus tataranietos lo daríamos todo por la franja que no pintaste, pero seguro llevas en el corazón.

De ganarle amistosos al equipo matriz a hacerlo contra todo un Real Madrid, eso sí que no lo esperabas. Y al Atlético. Y al Barça. Y al Girondins. Cómo vamos nosotros a imaginar a nuestros jugadores cambiándose en un salón o una cocina familiar de Nuestra Señora del Carmen número 28. Cómo explicar a nuestros pequeños cuando paseemos con ellos de la mano que ese domicilio cualquiera de la calle Puerto del Monasterio no es un domicilio cualquiera.

Quién te iba a decir a ti que el equipo que veías y escuchabas desde tu ventana iba a jugar en Primera División, y va por la decimonovena temporada. Me conmueve imaginar tu sonrisa, tal vez acompañada de alegres lágrimas, al ver cómo nosotros sonreímos contigo, y gracias a ti. Me conmueve imaginar tu sufrimiento al contemplar, allá donde estés, cómo nosotros sufrimos contigo, y gracias a ti, porque ten por seguro que no existe otro amor cuyo dolor merezca tanto la pena.

Quién me iba a decir a mí que iba a perder la fe en mi equipo, pero me he obligado a hacerlo. Tú nos enseñaste a creer en lo imposible; a no rendirnos nunca; a vivir en la sombra, pero brillar con luz propia; a sentirnos orgullosos de lo que somos y del escudo que amamos; a nunca temer a la derrota… Porque Prudencia, tú nos enseñaste a caer, pero no desde tan arriba.

Cómo ibas a imaginar que serías el origen de una pasión tan bella, y sin embargo lo eres. Cómo ibas a pensar que tanta gente iba a cuidar lo que con todo tu amor creaste, y sin embargo lo hacemos. Cómo ibas a suponer que, gracias a ti y a tu legado, Vallecas iba a ser conocida mundialmente, y sin embargo lo es. Cómo ibas a creer que tu equipo iba a jugar en Europa, y sin embargo lo hizo. Cómo vas a confiar en que casi cien años sean testigos de cómo el Rayo ―tu Rayo― pasa por primera vez en su historia a una final de Copa del Rey.