Una excepción

Una excepción

A partir de las 16:00, arrancará el partido de la 25ª jornada que enfrentará a Cartagena y Rayo Vallecano en el Estadio Municipal Cartagonova.

Las madrugadas se han convertido en un espacio más de mi «universo Rayo». Podría justificar su relación metaforizando forzadamente el buen rédito del equipo con el brillo de las estrellas, el partido contra el Cartagena con la supuesta peligrosidad de la noche o el ascenso con el rutinario y desmitificado acto de soñar. Sin embargo, que mis noches se tiñan de franjirrojo sucede únicamente una vez por semana, y por un motivo para nada romántico: es el momento en el que saco el tiempo y la fuerza para escribir.

A las dos y media de la mañana de un viernes cualquiera pocas cosas en el mundo me atarían a la vigilia. El Rayo Vallecano y mi compromiso con los inconscientes que emplean un minuto semanal de su tiempo en leerme, por supuesto, son innegociables. Por estos motivos ―y créanme que por ningún otro― ultimo la lucidez de las pocas neuronas que aún despiertan mi intelecto entre páginas de El Lobo Estepario y pick and roll´s con acento americano. Vamos a ello.

Permítame, lector, pedirle un favor antes de avanzar en la lectura de este texto: defínase. De izquierdas, de derechas, seguro, inseguro, humilde, generoso, optimista… Estoy convencido de que, aunque la modestia o la falta de necesidad no permitan lucir en público lo que considera sus virtudes y defectos, su mente ha recogido dos o tres características en contra de su propia voluntad. Si no es así, olvide lo dicho y avance hasta el último párrafo. Si lo es, siga acompañándome en mi delirio.

El ser humano tiende cuasi patológicamente a tatuarse etiquetas que lo definan. Ideología, nivel de belleza, grado de misantropía, fidelidad en sus vínculos… Hermann Hesse, un genio al que conozco con cierta profundidad desde hace poco más de dos días ―no he venido aquí a hacerme el enterado―, analiza esta inclinación del individuo racional y plantea un dilema: ¿una persona es realmente una persona?

Lo redundante de la cuestión parece esconder una respuesta obvia, pero nada más lejos de la realidad. ¿Qué diferencia existe entre una veraniega tarde de alegría, otra de llanto y otra de aburrimiento? Si el lugar, el clima, la compañía o la vestimenta son los mismos, sólo hay un factor que varía el resultado de la ecuación: la persona. Una persona alegre, otra triste y otra aburrida. Tres personas en un solo humano.

José Ortega y Gasset, uno de los personajes más ilustres de la Edad de Plata de nuestra cultura, enunció: «yo soy yo y mis circunstancias». Un individuo no es una etiqueta, ni dos, ni cientos. Un individuo es el resultado de muchos individuos que, pese a corresponder todos ellos a un mismo sujeto, varían en circunstancias tan básicas como la edad, el pensamiento, el entorno o la propia madurez emocional, intelectual o espiritual. Así, lo que uno es hoy, será solo un pedacito más de lo que será mañana.

La lectura es una puerta a lo desconocido, directa o indirectamente. Una semilla para la reflexión y la contradicción. Un momento que hoy me permite huir de las categorías para, quizás, volver a buscarlas mañana. No soy nada que pueda definirme, salvo por una pequeña excepción: la que me mantiene frente al ordenador a las dos y media de la mañana.

 

Imagen: lamenteesmaravillosa.com