El resultado da igual

09/12/2016
El resultado da igual

El fútbol es un deporte en el que pasión, sentimiento y valores deben ir unidos de la mano y no olvidarse nunca. A veces, no todo se limita a vencer y a sumar tres puntos.

Normalmente, el aficionado al fútbol se va a casa con una sonrisa «Profidén» cuando su equipo vence y si vence y convence la sonrisa es de quinceañero enamorado. Si eres aficionado al Rayo Vallecano, en los últimos tiempos esta máxima no se suele cumplir al 100% -diría que ni al 50%-. Como todo en la vida, hay ciertas excepciones donde prima por encima de todo que la dichosa pelotita entre a gol, pero por regla general el estado de desgana y apatía inunda las gradas del Estadio de Vallecas cada 15 días.

Se ha llegado a tal estado de hartazgo generalizado, que se habla más del dichoso partido de Anoeta, del motín de Almería o de las «borradas» de Tenerife, que de si el rival juega con cinco defensas, si su delantero es aquel chiquito que llegó a jugar en una gran cantera o simple y llanamente de si nuestro propio equipo repite alineación o del buen momento de un jugador u otro.

Es una breve descripción del sentir que percibo en mi entorno rayista más cercano y a través de las redes sociales (esas mismas que te avisan de que ya es lunes o que ha llegado el invierno, que está lloviendo o situaciones de tal importancia para la vida cotidiana de cualquiera, que hasta que no existió el pajarito de twitter no vivíamos con la pasión que merecía un martes y 13 por ejemplo).

Todo este submundo rayista de caspa, amaños y confabulaciones varias desaparece como por arte de magia si a la sección femenina nos referimos (que también tiene lo suyo, pero por culpa de cierto personaje siniestro). La temporada que afrontaban nuestras chicas este año era como mínimo para echarse a temblar y para estar más preocupadas de la jornada en la que el descenso se consumara que en el número de victorias a lograr a lo largo del curso futbolístico. Todo esto en la teoría y a priori, algo que en cualquier otro club se refrendaría con el paso de las jornadas en la práctica. Pero el Rayo Vallecano, para bien o para mal -quiero pensar que casi siempre para bien- no es un club al uso y nuestras jugadoras se han propuesto mandar a la mierda -perdón por la expresión- dicha teoría. 

Tras un mal inicio de competición y gracias en un alto porcentaje al «efecto Pablos», en el que la llegada de Natalia supuso al equipo lo que un chute de Red Bull al tipo más timorato del mundo, la racha de resultados positivos se ha instalado en un grupo brillantemente dirigido por Miguel Angel Quejigo y ha supuesto que un equipo al que muchos rayistas dieron la extrema unción, llegue a ocupar un puesto entre los ocho primeros equipos -plaza que da opción a disputar la próxima Copa de la Reina-.

El Athletic de Bilbao ha roto esta brillante racha de resultados al vencer en la City por dos goles a tres. Si nos atenemos a lo expuesto en el primer parrafo, la imagen del aficionado que se ha acercado a ver a su equipo podría ser de rostros serios por la derrota. Nada más lejos de la realidad, ya que el aficionado se va muy orgulloso del esfuerzo realizado por todas y cada una de las jugadoras del Rayo Vallecano. Se habrá podido jugar mejor o peor, estar más o menos acertadas, pero lo que jamás se les podrá negar es que no lo hayan dado todo en el partido.

Por lo tanto, el semblante del rayista jamás podrá ser triste o abatido, sino más bien alegre y orgulloso de ver cómo tu equipo ha peleado hasta el último segundo. En este caso no queda otra que felicitar a tu rival si ha sido mejor y seguir trabajando así de bien como mínimo.

Estos dos últimos párrafos definen mi manera de ver y sentir el fútbol tal y como es, un deporte. Y en dicho deporte, hay una serie de valores que cada 15 días podemos disfrutarlos en los partidos del Rayo femenino (A y B) y que los más pequeños de la franja deberían empaparse bien de ellos. Ya dije en su día que mi hija no quería ser Manucho (por decir un nombre al azar), pero es que además cada día tengo más claro que yo tampoco quiero que lo sea, prefiero que siga el ejemplo de las Ali, Natalia, Sole y compañía.

img_7807

Durante el partido, María en la grada ha hecho dos nuevas amigas con las que ha compartido juegos, pinturas y charla futbolera. Una charla en las que explicaba que Ali es muy amiga suya, que tiene en casa la camiseta de Natalia y que su papá es el presidente bueno y no el tonto que no dejó quedarse a Patri, Saray y Marta (con la consiguiente explicación de quiénes son y dónde juegan ahora). Esto último lo tiene grabado muy a fuego en el corazón y creo que «no te lo perdonará jamás, Martín Presa. Jamás». Al fin y al cabo todo lo que le ha contado a sus amigas se resume en una palabra y no es otra que cariño, que es lo que ha recibido cada vez que ha ido a compartir la pasión de su papá y a disfrutar de un deporte que no termina de entender muy bien, pero que empieza a amar.

Ese cariño al final del partido se ha vuelto a plasmar en abrazos, besos y fotos con sus amigas y es que a María, el resultado SÍ que le daba igual.

Alberto Leva

Fotos: Javi LR