Lágrimas de orgullo

06/06/2017
Lágrimas de orgullo

Lo tuvimos tan cerquita que incluso llegamos a rozarlo con las yemas de los dedos, pero finalmente no pudimos seguir soñando con esta Copa de la Reina.

Cuando uno le jura amor eterno a estos colores lo hace como si de un matrimonio se tratase, en la salud y en la enfermedad y, en lo bueno y en lo malo. Además desde el minuto cero uno es consciente de que los malos momentos superarán ampliamente a los buenos, quizás por eso disfrutamos como lo hacemos cuando llegan esos escasos buenos ratos.

La paradoja se produce en días como ayer, que en la grandeza del rayista está el convertir un momento duro y jodido, como el que vivimos en Matapiñonera, en un momento mágico e inolvidable de franja. De esos que quedan grabados a fuego en tu memoria y en tu pedacito de alma franjirroja.

Ayer el guión de la derrota de nuestras guerreras franjirrojas lo debió escribir algún guionista de película de serie B, digna de las sobremesas de Antena 3 (tales como «Langosta mortal», «Odio obsesivo» o «Revancha sangrienta»). Nunca un desenlace fue tan cruel con un equipo del Rayo Vallecano y menos aun cuando el equipo se vacía en el campo, dándolo todo e incluso un poco más como hizo ayer nuestro equipo femenino.

Ante el actual campeón de Liga y defensor del título copero nuestras chicas hicieron de todo y todo bien excepto una cosa, ganar. Fueron capaces de remontar el partido, de ponerse hasta en dos ocasiones por delante en el marcador, hacer tres goles a un equipo que en Liga jamás encajó más de dos tantos e incluso de meter el miedo en el cuerpo al entrenador rival hasta el punto de cambiar de portera dando por buena una hipotética tanda de penaltis (feísimo detalle a mi entender con Andreea Paraluta).

Mi amigo Víctor Sevilla siempre repite que «unas veces se gana y otras se aprende«. Sinceramente creo que la derrota de ayer a la larga tiene que ser una victoria, de la que sacar conclusiones todas ellas positivas y enriquecedoras tanto para el equipo como para la afición. Ayer en Matapiñonera se vio a una afición entregada con su equipo (juró que hacía años que no terminaba tan ronco y cansado tras un partido), que vibraba con cada cabalgada de Sheila, que aplaudía a rabiar la casta de Mari y Estela en el centro del campo, que se ponían en pié a la vez que se hacía el silencio cuando Natalia cogía el balón y encaraba, que empujaba en cada estirada de Ali para que llegase a un nuevo balón imposible.

En este ejercicio de aprendizaje tras la derrota, estoy completamente convencido de que muchos descubrieron ayer lo bien que juegan nuestras chicas, del mismo modo que fueron testigos directos de lo que este grupo honra, defiende y siente a la franja. Sentimiento que en mi caso vi multiplicado por 1000 en muchas de ellas y es que hace no mucho, Bukaneros venía a decir algo así como que querían 11 hinchas en el campo y yo ayer juro que me vi reflejado en cada una de ellas. Por primera vez en la temporada y posiblemente en mucho tiempo vi ese orgullo por vestir la franja que solo entendemos los que la queremos de corazón, ese morir en cada balón por el hecho de defender un escudo que se quiere y se respeta sobre todas las cosas.

Llevo años abogando por un modelo de gestión en el club en el que se cuide a la parte más vulnerable de la franja, como puede ser (a mi entender) la cantera y el femenino. Estos cuidados no requieren de cifras astronómicas, ni de una inversión millonaria, básicamente porque ni podemos competir con muchos equipos ni es nuestra guerra. Comencemos por darles cariño, por acercarles a la franja, por hacerles partícipes de ese sentimiento de propiedad tan fuerte que sentimos hacia la franja, hacerles que la sientan como propia, que se enorgullezcan de lucirla, que jamás se avergüencen ni en la más cruel de las derrotas, es decir, que sientan como suyos los famosos valores rayistas, que no sean solo palabras de un viejo himno y sí un sentimiento marcado a fuego.

Ayer presencié todo ésto antes, durante y tras el partido e incluso horas después del pitido final ojeando las redes sociales de jugadoras y cuerpo técnico. En un ejercicio de consuelo mutuo entre afición y equipo, me quedo con las palabras que decía mi amigo Javi y que suscribo totalmente, «habéis hecho todo lo que un hincha rayista pide al jugador o jugadora que viste esta camiseta y es que lo dé todo por ella, no pedimos títulos ni victorias, simplemente pedimos que nos hagáis sentir orgullosos».

Tras el partido todo era un mar de lágrimas, se te caía el alma a los pies viendo a Laurita o a Sole presas de las lágrimas en el césped, pero no menos jodido era ver a  Marta o a Anita, que como vulgarmente se dice, han echado los dientes en Vallecas mamando y sintiendo la franja, llorando desconsoladamente o a Lola desencajada por la derrota de sus niñas y acordándose de San Judas. De esta forma era imposible no emocionarse y yo que tenía a mi pequeña hooligan franjirroja abrazada atenta a todo, intentaba disimular sin éxito la lagrimilla mientras me preguntaba que si lloraba y estaba triste porque las amigas habían perdido. A esa pregunta solo podía contestar que no, que realmente eran lágrimas de orgullo, de mucho orgullo ante lo que habíamos vivido y ante todo lo conseguido durante el año.

Orgullo que se eleva a la enésima potencia cuando empiezas a recibir felicitaciones de aficionados de Getafe, Real Madrid, Atlético de Madrid o alguno de Alcorcón que no se ha movido de la tele durante 120 minutos y que teme seriamente que su hijo se le haga de la franja. 

Creo sinceramente y llámenme loco si quieren, que esta derrota nos hará más fuertes, infinitamente más fuertes como equipo y como afición que apoya al Rayo femenino. La lucha de ayer en el campo es el reflejo de lo que están luchando fuera de él por seguir compitiendo, las horas dedicadas a remar para que esta sección compita dignamente y siga regalándonos días así. En 120 minutos demostrasteis al señor que manda en nuestro club y que tiene la misma confianza en vosotras que yo en que me toque una Primitiva de seis (ay si me tocara la que íbamos a liar), que con muy poquito se puede hacer mucho, hablasteis donde mejor sabéis hacerlo y no es en otro lugar que en el terreno de juego.

No voy a desvelar nombres porque igual la capitana del barco se enfada conmigo y no diré las horas de sueño que Ali está perdiendo para que tengamos el año que viene un Rayo del que sentirnos tremendamente orgullosos. Tampoco hablaré de la grandeza de Natalia Pablos porque me faltarían caracteres y sería injusto y con los mitos, como es su caso, jamás debemos serlo.

Para mi es todo un honor y un placer haber sufrido con vuestras derrotas, haber disfrutado con vuestras victorias, haber padecido con vuestras lesiones, haber rabiado ante las injusticias que se han presentado durante el año y sobre todo haber aprendido tanto con las numerosas lecciones de superación que habéis dado.

Aunque mi amigo Blas se enfade conmigo y me riña, me voy a permitir una licencia…

¡¡Sois la puta hostia!!

Texto: Alberto Leva Santalla

Imagen: Javi LR