“Dime que me quieres”, le cantaban los Tequila no se sabe a quién. La reciprocidad, qué importante es saberse correspondido. Detrás de la letra de la banda hispano-argentina subyace un mensaje muy claro: “aunque parezca que no, aunque parezcamos tipos fuertes y algo desapegados, no lo somos; también los de nuestra condición apreciamos esos detalles”. Y a mí que todo eso me suena a Rayo…
Porque a nosotros también nos gustan los pequeños detalles, claro, nos encanta la correspondencia. Y nos corroe la envidia cuando vemos que en otros clubes es lo normal, igual que el enamorado se corroe de celos cuando ve que otra relación funciona como él desearía que lo hiciese la suya. Como enamorados de la franja (aunque a veces duela) nos gusta, nos apetece, sentir su afecto de vuelta. Lo malo es que algunos “activos” –demasiadas corbatas en esto del fútbol– nos llevan tiempo privando de ello.
Igual que cuando algo no funciona entre dos personas, cuesta no desengancharse y tirar la toalla. Cada día nos lo ponen más difícil. “Si no fuera porque hice colocado el camino de tu espera, me habría desconectado”. Palabra de Robe Iniesta. Nosotros, si no fuera por todo lo que habríamos vivido, ¿verdad? Pero no, la adversidad es reto, y la manera de superarlo es peleando. De eso ya sabemos bastante. Y últimamente toca pelear muy fuerte, dentro y fuera, por desgracia.
No creo que hable sólo en mi nombre si escribo que uno de los grandes acontecimientos de amor en nuestra vida es acudir al campo cada quince (cada siete para muchos que viajan incondicionalmente) y cantarle “canciones bonitas”, declararle nuestro sentimiento, a nuestro Rayo. (Y recalco lo de NUESTRO).
Llamadme romántico, pero me hubiese encantado aprovechar el parón liguero para ver el Trofeo de Vallekas. Para acudir al estadio y seguir conociendo a los Kakuta, Morcillo, Aquino o Licá; entablar el primer contacto con los Toño o Insúa; o volver a enamorarme de los Cobeño, Tito, Zé Castro, Trashorras o Leo. Son esos los pequeños detalles.
No sé de dónde habrá sido la idea de no hacerlo, si habrá sido una decisión deportiva o proveniente de los despachos, no sé si se hará en algún momento, aunque esto último lo dudo. Pero, ¿habría sido tan complicado organizar un partido? Si, al final, el rival era lo de menos; con que estuviese allí la franja nos dábamos por satisfechos. Y ya –esto va a ser fantasear demasiado–, en un acto de amor desinteresado, ¿sería tan descabellado que esa taquilla se destinase al presupuesto del Femeninoy que no tuviese que estar un sector de la afición y las propias jugadoras buscando las mañas para subsistir? A día de hoy, suena a utopía, la verdad. Porque sí, claro, también disfrutamos de la “otra franja”, porque la sentimos como nuestra de igual forma. No nos la quitéis.
En fin, que nos gustarían que pasaran tantas cosas que uno no sabe ni por dónde empezar, ni mucho menos cuándo debería poner el punto final. Lo que sí está perfectamente clara es una cosa. Como cantaba el grupo también argentino Attaque 77 –aunque la original era de una tal Gilda–, para terminar con otra canción, “no me arrepiento de este amor, aunque me cueste el corazón”.
Jesús Villaverde