El Mallorca derrota al Rayo, que volvió a ofrecer su peor cara en un primer tiempo en el que no tiró a puerta. Un nuevo fracaso fuera de casa sitúa a los vallecanos en el alambre.
Quien más te quiere te hará sufrir. Eso dice el refrán. Y así lo corroboraron dos de los veteranos de la franja, dos de los nombres más queridos por el rayismo. Dos errores obscenos de Amaya, en un pase incomprensible al centro, y de Baena, cometiendo un penalti evitable, condenaron a muerte a un partido que no existió desde los 20 minutos. El Mallorca le aplicó cloroformo mediante la acción de Lago Junior y la conversión de la pena máxima por parte de Culio. En sus dos únicos acercamientos reales ya había vencido el partido, y parecía que también el goal average, a un Rayo que deambulaba desnortado, otra vez, tras el espejismo del fin de semana anterior.
Por primera vez desde su llegada, Baraja repetía once. Buscaba el Pipo ofrecer lógica continuidad a los jugadores que, frente al Almería, al menos mostraron otra actitud competitiva. Sin embargo, la realidad le devolvió un sonoro bofetón: la evidencia de un espejismo. Entre pitido y pitido, cuarenta y cinco minutos en que los franjirrojos ni siquiera inquietaron al guardameta bermellón. Cabrero, del que poco más supimos en la primera mitad, no tuvo que intervenir salvo en un par de blocajes a los centros insustanciales que llegaban mansos a sus manos desde los flancos de ataque vallecanos.
Sin apenas jugadas de peligro, el conjunto local se había colocado en situación de administrar una cómoda ventaja. Insalvable para un Rayo sin apenas fútbol. Sin desplegar un juego brillante, en absoluto, el conjunto de Olaizola dominaba de forma plácida la medular y las bandas. El incansable trabajo de Culio y Brandon en los costados hacían buenos los tantos de Lago Junior y del propio jugador bonaerense. Y así, con la tranquilidad de saber que enfrente tienes un equipo inoperante, que ni siquiera acerca incertidumbre a tu área, el Mallorca consiguió anestesiar el encuentro hasta el pitido final de la primera mitad.
Tras el descanso, obligado por la situación, Rubén Baraja introdujo cambios. Entraron en el campo Toni Dovale y Fran Beltrán para dar salida a un insípido Santi Comesaña y a Baena, desafortunadísimo durante toda la primera parte. Que Beltrán no sea titular indiscutible a día de hoy es un misterio que solo los mejores parapsicólogos podrían desentrañar. Con las modificaciones, la escuadra franjirroja adelantó líneas y mejoró la cara. Tampoco era muy complicado. A los tres minutos había reducido distancias en el marcador. La primera combinación en la medular cristalizó con un centro medido de Dovale a la testa de Álex Moreno, que lo envió a la red con un remate suave y la inexcusable colaboración del arquero.
Las tornas parecían voltearse y ahora eran los de Vallekas los que intentaban buscar las cosquillas a un Mallorca que parecía superado por la reacción. Pese a ello, el carrusel de ocasiones que siguieron al tanto vallecano no resultó en la igualada. Ni Moreno, con una volea a la salida de un córner, ni Manucho, que no alcanzó un peligroso centro del lateral izquierdo, ni Toni Dovale, con una rosca malintencionada, pero con exceso de dulce, conseguían culminar el despertar insular franjirrojo. Y poco a poco los baleares consiguieron desanudarse el asedio rival. Mucho tuvieron que ver Brandon y Juan Domínguez. El encomiable trabajo del primero parecía multiplicarse entre sus acciones defensivas y sus arrancadas en velocidad para buscar el contragolpe definitivo que matase la reacción vallecana. Por su parte, el segundo consiguió ponerle la pausa necesaria a la circulación de balón en la medular para calmar las acometidas del Rayo.
Así, los intentos visitantes no fueron suficientes. Es muy difícil insuflar vida a un encuentro en muerte técnica desde los 20 minutos. Baraja lo intentó sumando a Javi Guerra a sus filas, en sustitución de Aguirre, algo más discreto esta vez. Sin embargo, el delantero malagueño siguió con su racha negra. A día de hoy sería costoso encontrar en la videoteca la última jugada de peligro que firmó el ariete, que vive horas bajísimas. Como las vive también la banda derecha del Rayo, con un lateral, Quini, que funciona infinitamente mejor de extremo y un extremo, Embarba, que hace tiempo que no aparece en el verde. Si uno intenta encontrar la razón lógica por la que Mojica está cedido en el Girona a día de hoy, solo puede garantizarse un punzante dolor de cabeza.
Y entre reflexión y reflexión, no hubo tiempo para más en el Iberostar. Aunque no es del todo cierto. Todavía restaba una jugada que, sin quererlo, sintetiza como ninguna la idiosincrasia de este equipo. La facilidad con la que recibe goles y ocasiones en contra quedó plasmada en el minuto 83 por medio de una internada mallorquina que, sin conducir aparente peligro, a punto estuvieron de introducir en el arco de Gazzaniga los rebotes y malos despejes de la zaga. Una serie de catastróficas desdichas que define el Rayo de la temporada 2016/2017 sin necesidad de palabras. Una imagen aislada que, sin embargo, ilustra una caída sin frenos. La firma de una entidad al borde del ataque de nervios. Una semana más, y ya media febrero, Vallekas sigue asomada al pozo de la Segunda B.
Texto: Jesús Villaverde Sánchez
Imagen: Irene Yustres (archivo)