Rayo y Sporting empatan (1-1) en un gran partido en el que los asturianos se adelantaron y los de Míchel lograron equilibrar con un gran juego. Los franjirrojos merecieron más
Vallekas olía a liderato. A fútbol de ese de toda la vida, con ambientazo y ganas. Del choque entre Rayo y Sporting podía salir el equipo que gobernase la clasificación y, sin embargo, con el empate, ambos se quedaron a las puertas. En la orilla, pero con la sensación de haberlo hecho todo para lograr la meta. Desde los primeros compases se percibía un partido grande. Salieron los dos conjuntos dispuestos a ofrecer un intenso duelo de estilos. El Rayo, como acostumbra, buscaba el control del balón y el centro del campo. El Sporting, por su parte, los golpes directos y contraatacar con rapidez.
En siete minutos Trejo ya había dejado su firma entre las piernas de Sergio Álvarez y los gijoneses se habían adelantado en el marcador. Santos remató sin oposición (y en semifallo) un centro desde la banda izquierda con el que castigó el clásico desajuste defensivo rayista. Le tocaba al Rayo remar a contracorriente y en esas se iba a ver de qué pasta estaba hecha la escuadra de Míchel. Solo necesitó una jugada para demostrar que al Sporting no le iba a resultar tan fácil como adelantarse para llevarse los puntos de Vallekas. Velázquez recogió un buen centro de Embarba en una falta para lanzar un remate académico que hizo volar a Mariño hasta la esquina donde se colaba la pelota. Solo le faltó al arquero la banda sonora de Supermán.
El Rayo lo intentaba. A partir del gol se mostró mucho más dominador y encerró al equipo de Paco Herrera. Sin embargo, la circulación todavía era algo lenta. El Rayo necesitaba muchos toques para llegar al área rival y eso permitía a su rival colocarse para defender antes de que el peligro fuese patente. Por su parte, el equipo asturiano se valía de su buena disposición sobre el césped y de un severo control de espacios para poner el candado a los huecos y la retaguardia. Hasta que Comesaña, ese asesino con cara de niño, dinamitó toda una línea con un precioso taconazo que sirvió Embarba medido a la cabeza de Raúl de Tomás. Nada pudo hacer Mariño esta vez. El empate llegaba al filo del descanso y el Rayo le robó las alas al guardameta vigués.
La segunda parte tuvo un único color. Los franjirrojos salieron a por el partido, con una grada enchufada que atronaba y silenciaba a la muy ruidosa hinchada asturiana. Avasallaba el equipo de Vallekas. La retaguardia gijonesa parecía desconcertada y se limitaba a achicar agua para tratar de salvar el barco. Paco Herrera, inteligente en la estrategia, reforzó incluso la línea de atrás dando entrada a Xandao en el lugar de Moi Gómez, que minutos antes pudo adelantar de nuevo a su equipo tras un error de bulto de Dorado en la salida de balón. Por suerte para el Rayo, Alberto viste la franja y tapa todos los desajustes (o casi). El encuentro era del Rayo, que dictaba el ritmo, las acometidas e imponía su estilo. De todos los colores las tuvo: jugadas sin culminar, cabezazos perdidos, intercepciones defensivas en puntos clave de la jugada y, sobre todo, dos disparos seguidos que hicieron lucirse nuevamente a Mariño. Primero lo hizo tras una gran jugada personal de Raúl de Tomás, al que el meta negó el doblete, y después con un disparo lejano de Álex Moreno que también atajó el portero.
Mientras tanto, el Sporting esperaba la contra que le sirviese para ofrecer muerte a su enemigo, el árbitro perdonó la tarjeta naranja-roja hasta en dos ocasiones a Míchel Santos y Viguera marró la ocasión más clara para los visitantes. El delantero, que había reforzado el ataque gijonés junto al escurridizo Carlos Castro, envió fuera un remate franco cuando su afición ya casi cantaba el tanto. También la tuvo Trejo, que a falta de diez minutos volvió a probar con un lanzamiento desde la frontal que salió muy cerca del palo derecho de un batido Mariño, y Embarba en una falta que no conectó con ningún ariete pero se envenenó antes de llegar a la estirada del cancerbero. Los últimos minutos sí fueron un intercambio de golpes y energía. Pero en esa locura se alzó un pequeño coloso. Algún día los rayistas diremos orgullosos que Fran Beltrán defendió la franja roja. ¡Y vaya cómo la honra! El pequeño centrocampista es el Mauro Silva del Rayo. Un recogedor que presiona, roba, distribuye y domina los espacios. Nadie abarca tanto espacio como él. No se asusten si creen haberlo visto robar un balón en el córner y al segundo les parece verlo en la otra esquina. Es ubicuo y sostiene la medular del Rayo como si en lugar de sus dieciocho tuviese los treinta y muchos que suelen tener los grandes mediocentros del mundo.
En definitiva, tablas en Vallekas que no sirven a ninguno de los dos equipos para imponerse como líder, pero que deja en puestos de playoff a ambos. El Rayo suma diez puntos en los últimos cuatro partidos. Solo hace falta recordar que en la temporada pasada no sumó los diecinueve que hoy le avalan hasta casi el final de la primera vuelta. Siguen sonando vientos de triunfo en el barrio. La ilusión sigue intacta.
Texto: Jesús Villaverde Sánchez
Imagen: Iván Díaz