El Rayo vuelve a tropezar en casa (2-2) ante un Oviedo combativo que tanto pudo ganar el partido como perderlo. Justo empate que deja una brisa fría y el goal average en Vallekas.
Siete días le han servido al Rayo para pinchar el globo. De lo que podía haber sido un golpe de autoridad, el equipo de Míchel solo ha conseguido cosechar un punto. Muy felices se las veían los rayistas antes de los dos duelos consecutivos en su estadio, pero la realidad les ha devuelto otros resultados.
Llegaba a Vallekas la segunda vuelta y con ella, el Oviedo de Anquela, en racha positiva y con grandes miras. El equipo local lo recibía con el ansia de redimirse ante su hinchada del palo que recibía la semana pasada frente al Nàstic. Sin embargo, la noche no iba a ser propicia para victorias. Anquela tenía el plan muy estructurado en la cabeza. Y a la postre se iba a demostrar que no iba, para nada, mal encaminado. El entrenador de los asturianos buscó neutralizar a Trejo desde las primeras jugadas a base de juego duro. Además, la línea defensiva trataba de sacar del partido a Chori Domínguez con acciones como la de Christian Fernández, que propinó una pequeña patada en el tobillo al argentino cuando el balón no estaba en juego. Quien lo vio en la grada, temió que el 9 rayista no terminase el encuentro.
En lo referente al juego, apretaba el Oviedo en la presión e incomodaba al Rayo en la salida de balón. El dominio era alterno, pero la sensación era de constante inestabilidad en la retaguardia rayista. Aunque no había pasado nada de interés en las áreas, daba la impresión de que los azulones estaban mejor posicionados en el terreno de juego y tenían mayor capacidad ofensiva que los de Míchel.
Sin embargo, como el fútbol es la ciencia de lo ilógico, el Rayo golpeó primero. Embarba recuperó un balón que había perdido por su exceso de individualismo y se lo sirvió en bandeja al Chori Domínguez. El Comandante cabeceó con levedad, de forma fácil, a un lateral de Juan Carlos, que se vio solo ante el peligro y sin capacidad de reacción. De forma inmerecida, con mano previa de Álex Moreno en la jugada del gol, incluso, los vallecanos se colocaban en ventaja en su primer acercamiento real a la meta ovetense. rPeo poco dura la alegría en la casa del pobre y, al filo del descanso, Christian Fernández recogía el regalo de la defensa rayista (otra vez contemplativa) para remachar en boca de gol la jugada tonta del partido tras un remate al larguero en la jugada previa.
Tras la reanudación, lo mismo de siempre. Córner en contra y gol del equipo rival tras rematar a placer (da igual cuando uno lea esta frase). Carlos Hernández enviaba un cabezazo a la red desde una posición franca y sin oposición alguna de la defensa rayista, que veía como, otra vez, se le adelantaban a balón parado. La estrategia sigue siendo uno de los puntos flacos del Rayo en otra temporada para olvidar en este tipo de acciones. No contentos con el festival, el Oviedo estuvo a punto de aprovecharse de la pasividad defensiva rayista en la jugada inmediatamente posterior, pero el testarazo de Christian Fernández no atinó por centímetros con la escuadra de Alberto. Año tras año, la defensa del Rayo vuelve a ser una de las peores de la categoría.
No obstante, la jugada a comentar iba a llegar mediando la segunda mitad. Velázquez y Linares se enzarzaron en una pelea por el balón. El atacante ovetense, marrullero y siempre incómodo, peleaba con el defensa del Rayo, que en una de esas soltó el brazo e impactó contra la cara del jugador del Oviedo. Roja clara, merecida y que demuestra, una vez más, que el central cedido por el Getafe no está haciendo méritos de inteligencia para continuar como puntal en la zaga franjirroja. Al Rayo se le torcía el partido una vez más. O sería justo decir que se lo torcía a sí mismo. Veinte minutos iba a tener que disputar en inferioridad numérica por la mala gestión de la rabia del uruguayo.
Fue entonces cuando el conjunto de Míchel se elevó y buscó más la portería rival. La entrada de Manucho fijó algo a los centrales visitantes y el empuje del Rayo, unido a la cobardía de Anquela, que abandonó la búsqueda de la sentencia con un efectivo más, hizo resurgir al equipo vallecano. Guiados por Trejo, que se perdió demasiado entre el juego brusco y la simulación de los penaltis, los de Míchel consiguieron encerrar al rival asturiano en su campo y llevarle contra las cuerdas. Y el asedio surtió efecto. En una jugada rocambolesca, Christian Fernández paró el balón con la mano en el área y el árbitro señaló penalti. Eso sí, con cierto grado de suspense, ya que el defensor azul quedó tendido en el suelo y requirió asistencias por un golpe en la cara del que mostraba secuelas al final del encuentro.
El penalti lo anotó Trejo y con eso casi finiquitó el tiempo reglamentario. No sin que antes Rocha trasladase el pequeño infarto a la grada vallecana, que vio como su tremendo zapatazo lo repelía el poste en el minuto 91. A punto estuvieron los azares de repetir el marcador y la forma de cerrarlo del partido anterior frente al Nàstic. Pero no. El partido finalizó con un resultado que quizás sí se demuestre justo a la luz de los méritos desplegados por ambos equipos. Un partido en el que los dos sembraron merecimientos para ganar, pero en el que ninguno se mereció la victoria. Justo empate, en definitiva. Quizás el Rayo haya dejado escapar demasiado con estos dos tropiezos seguidos en su feudo. Pero eso solo nos lo podrá corroborar el tiempo.
Texto: Jesús Villaverde Sánchez
Imagen: Iván Díaz