El pasado domingo el Rayo asaltaba la cima de Segunda por primera vez desde marzo de 2011. ¿Cómo fue? ¿Qué ha pasado desde entonces?
Si ha entrado aquí buscando el típico artículo de comparación del Rayo Vallecano actual con el último que alcanzó el liderato en Segunda División, salga ahora mismo de esta página. Pues este post tiene estadística pura, sí, pero sobre todo tiene una visión personal de un hincha sobre dos momentos históricos de su equipo, tan distintos y a la vez tan parejos.
El domingo pasado se logró una victoria contra el Reus muy sufrida, como no podía ser de otra manera, que nos elevaba al primer puesto de la división de plata del fútbol español de forma provisional. La posición quedó consolidada el lunes cerca de las 23:00, al confirmarse la derrota del Huesca en la visita del Sporting (próximo rival rayista) a El Alcoraz. La tormenta de entusiasmo de la hinchada franjirroja no se hizo esperar, y en el grupo de whatsapp de Matagigantes nos apresuramos a averiguar cuando fue la última vez que el cuadro vallecano se había visto en una similar. Salió rápidamente la temporada 2010/2011, la del último ascenso a Primera, y casi al tiempo la idea de hacer un artículo al respecto. E indagando un poco más, sale la fecha concreta del último asalto al liderato de la Franja, y se me vienen mil recuerdos a la cabeza.
Situémonos. 27 de marzo de 2011. Vallekas se movía entre la ilusión y la rabia más pura, pues el Rayo que entonces entrenaba José Ramón Sandoval se atrevió a desafiar a las circunstancias adversas y luchar por el más alto galardón. Hacía más o menos un mes que Nueva Rumasa explotó, y con ella, los trabajadores de las distintas empresas, entre estas, el Rayo Vallecano de Madrid, SAD. La plantilla alternaba entrenamientos con visitas a la finca de los Ruiz-Mateos para reclamar varios pagos atrasados. Y ante esa situación, la afición no se quedó de brazos cruzados: manifestaciones, acciones y tifos en el Estadio, venta de camisetas para la fila 0 de ayuda al personal del club, tachones a los logos de las marcas de Rumasa que llenaban las vallas publicitarias del entonces llamado «Estadio Teresa Rivero», nombre de la presidenta y cuyas letras fueron arrancadas del muro de la puerta de acceso al fondo.
Y mientras, el equipo competía por volver a la élite futbolística ocho años después y recibía en la fecha anteriormente mencionada al Betis. Los sevillanos venían a defender el liderato en casa del segundo clasificado, con solo un punto de ventaja. Nadie lo diría ahora, pero entonces yo era un chaval de 17 años recién cumplidos que cumplía sin más alardes en primero de bachillerato de ciencias sociales por cuyo hígado no había pasado aún una gota de cerveza, que los sábados por la mañana arbitraba en la «City» partidos de alevines de liga federada y que contaba las horas entre partido y partido del Rayo. Estaba abonado en la lateral cubierta de la Albufera junto al primo Iván (sí, el fotógrafo autor de la imagen destacada de este post y de otras muchas), el amigo Sergio, sus padres (el mío no, nunca ha sido tan futbolero) y el tío José (Isi). Recuerdo ir con especial celo a aquel encuentro, previsto para las 21:00 de un domingo, y en el que la tarde había visto el espectáculo de los hooligans en su máxima expresión, lo cual en los medios de masas tuvo igual trascendencia que el desarrollo del partido en sí. No iba a ser de otra manera, y menos si es en Vallekas.
Recuerdo un lleno en el Estadio como pocas veces se había visto, y que además causaba especial impresión porque ese era el primer partido desde que se retiraron las infames y oxidadas vallas que enjaulaban al público rayista. Recuerdo también el ambiente de fiesta y de protesta, con toda la grada volcada con su equipo y contra el palco. Aquel día, como tantos otros, los jugadores franjirrojos salieron al campo con una camiseta que imploraba al máximo accionista a que pagase las nóminas que debía. Y para el minuto 15, momento habitual de entrada en el palco de Doña Teresa, sonora pitada acompañada de pañuelos reclamando la venta del club. Sobre el verde, un partido disputado y emocionante que acabaría definiendo un disparo de Piti desde la frontal en el 20 de la segunda mitad. Un tanto que le valía la victoria y el liderato al Rayo y que a día de hoy no tengo todavía muy claro si es un chirlazo de Piti o un golpe de churro con la suerte necesaria.
Mirando los onces de ambos cuadros se sacan en claro conclusiones más que curiosas. Aquel día Sandoval alineó de inicio a tres jugadores que forman parte en la actualidad del primer equipo rayista: Antonio Amaya, Emiliano Armenteros y Óscar Trejo. Y junto a ellos, bajo los palos y con el brazalete de capitán, David Cobeño, actual director deportivo del club vallecano. Completaban el once Casado, Arribas, Coke Andújar, Movilla, Javi Fuego, Piti y Aganzo, un equipo nada desdeñable. ¿Y Míchel? Pues como ahora, en el banquillo, pero con chándal y botas de faena en vez de camisa, jersey, pantalones chinos y zapatos pardos. El que ahora dirige y entrena a la Franja salió en el minuto 67, en un doble cambio junto a otro de los jugadores más queridos y carismáticos del Rayo, Javier Monsálvez «Yuma», para suplir a Movilla y Aganzo y dar algo de pausa al juego con la ventaja lograda dos minutos antes por Piti, que a 10 del final dejó su sitio a un prometedor canterano que debutaba en Vallekas y que era conocido como Lass.
Del otro lado venía un Betis con reminiscencias franjirrojas. De entrada, su entrenador. Pepe Mel recaló en el cuadro sevillano tras casi cuatro temporadas en el Rayo, en las cuales se puso fin al calvario de la Segunda B, y tras una temporada en la categoría de plata en la que se estuvo a punto de dar la campanada y subir a Primera del tirón, una serie de malos resultados en la campaña siguiente precipitaron su destitución, en una temporada en que los fantasmas del descenso no se disiparon hasta la última jornada con Felipe Miñambres ejerciendo de técnico interino. Entre los once que salieron a defender el liderato bético aquella noche había dos con pasado franjirrojo: Iriney y Rubén Castro. Aparte, había otro jugador cuyo futuro le llevaría a defender la Franja, alguien quien para el encargado de la megafonía del Villamarín era «un puntal consolidado» y que hoy es el mariscal de la defensa vallecana: José Antonio «Chechu» Dorado.
Y tras el triunfo, ¿qué vino después? El Rayo apenas aguantó el liderato dos jornadas, pero no caería más allá de la segunda posición, y dos meses y un día después de la visita del Betis se certificaría frente al Xerez el ansiado retorno a Primera División. Unas semanas antes, los Ruiz-Mateos anunciaban que dejaban el club y que vendían (casi regaladas) sus acciones a un empresario que casi nadie conocía entonces, de nombre Raúl Santiago y de apellidos Martín Presa, quien llegaba a Vallekas con un ascenso y un concurso de acreedores debajo del brazo.
Desde entonces hemos visto de todo: un Tamudazo, un Rayo de récord que casi vuelve a Europa, cinco años seguidos en Primera que acabarían dantescamente con el fiasco de Anoeta, una temporada de regreso a Segunda que rozó el desastre… Y qué distinto es ahora. El equipo juega y actúa como tal y ha recuperado la ilusión de una hinchada que pide cada domingo, como entonces, la marcha del propietario de la SAD. El cuadro que entrena Míchel atraviesa una de las mejores rachas que se recuerdan, invicto desde el 6 de enero, o lo que es lo mismo, sin perder en todo lo que llevamos de segunda vuelta. Y ahora que, casi 7 años después, se ha recuperado el liderato, llega lo más difícil, mantenerlo. Y el sábado llegará la gran prueba de fuego: la visita a El Molinón, campo siempre difícil de un Sporting que dirige el «Pipo» Baraja, antecesor de Míchel en el banquillo rayista, y que también está en un momento de forma espectacular. No sabemos cuanto tiempo estaremos en la cima, pero si tenemos claro que, dure lo que dure esto, lo disfrutaremos como solo en Vallekas sabemos.
Texto de Jorge Morales García. Imagen de Iván Díaz.