El Alcorcón golea con justicia al Rayo (4-0) en un partido en el que los de Míchel apenas pisaron el área rival. Mala imagen de los rayistas, que encadenan dos derrotas por primera vez en la temporada.
Se está empañando el cristal con el que Vallekas mira a Primera. Lo del partido frente al Córdoba se podría calificar como un desafortunado accidente, un fruto envenenado por la relajación de ver que los que te persiguen aminoran la carrera. Lo de Alcorcón solo admite una palabra: vergüenza. Y no por el resultado, sino por la falta de identidad y la ausencia de maneras que propiciaron la goleada. Se puede perder, claro, y mucho más contra un equipo que se lo juega todo a un par de cartas. Lo que no se puede es caer de esta manera. Los noventa minutos de ayer son un bochorno para los casi mil hinchas rayistas que se acercaron a la localidad vecina a animar a su equipo, muchos de ellos sin entrada, y que sufrieron un infierno de Dante. Por la forma mucho más que por el fondo.
No quiso el Rayo faltar a la fiesta de la ridiculez que había inaugurado el Alcorcón con la bufonada del “no hay billetes”. Lucía la grada amarilla tan desangelada como acostumbra, en torno a mil asientos vacíos según la cifra oficial, aunque el club alfarero intentó vender que no quedaban entradas desde mitad de semana. Fuera, en los aledaños, cientos de franjirrojos se quedaban sin poder ver a su equipo. Pero igual dan ocho que ochenta en la grada si el equipo al que alientan comparece en el verde sin apenas amor propio.
Muy pronto se vio que en Alcorcón no iba a ascender el conjunto vallecano. Y muy pronto se intuyó también que, para más inri, era fácil que el equipo saliese goleado de su visita. Con el nombre no se gana y, mal que nos pese, Malbašić no marca goles para el equipo vallecano. El serbio le había dejado al Rayo el ascenso a tiro con su diana al Sporting, pero faltaba rubricarlo con una victoria. Para buscar esos puntos Míchel alineó a Velázquez, que cubrió la baja de Ba por acumulación de tarjetas, e hizo bajar a Santi Comesaña desde la grada al césped. El de Coruxo pasó de no entrar en la convocatoria a ser de la partida en el gran día. Y su presencia desnudó todos los porqués sobre su no presencia que nos asolaban jornadas atrás.
Apenas se había asentado el partido cuando Bruno Gama ya había aprovechado la A7 del lateral izquierdo rayista. El portugués le ganó el primer duelo, y el segundo, y el decimoquinto, al catalán y sirvió a la media luna, donde Álvaro Peña remató sin apenas oposición para poner en ventaja al conjunto amarillo. Lejos de la reacción del hasta hoy líder, el Alcorcón siguió buscando hacer sangre a un equipo que lleva dos semanas muy lejos de su propia imagen. Lo intentó el ex rayista Nono con un remate al lateral de la red y, posteriormente, Bruno Gama disparó desde tres cuartos. Entre tanto se había lesionado Casto con una caída aérea que pareció dificultarle la respiración. En su lugar entró Dani Jiménez, que a la postre se convertiría en uno de los hombres del partido para su equipo.
La primera ocasión real del Rayo Vallecano llegó cuando el cronómetro bordeaba la media hora. Fue, quién si no, Fran Beltrán, que ante la falta de profundidad se inventó un lanzamiento lejano que se fue algo desviado. No ocurría nada más. El Alcorcón dominaba el partido, el marcador y los efluvios de Santo Domingo y Bruno Gama se erigía como la enésima pesadilla de Álex Moreno. En ese momento llegó el penalti a favor del Rayo. Y lo hizo en consonancia al partido franjirrojo, con un horrible control de Comesaña que despistó al defensor y le obligó a agarrarlo para evitar un disparo franco. Penalti indiscutible, bien señalado por el árbitro, que podía poner las tablas en el marcador sin que el equipo visitante hubiese inquietado a su rival. Pero ahí apareció Dani Jiménez. Raúl de Tomás chutó fuerte, abajo, a un lado, pero la estirada del guardameta surtió efecto y repelió el esférico. La segunda jugada, y la réplica que se dio en el área vallecana minutos más tarde, se convertiría en la mejor metáfora del partido. Nada más rechazar el penalti el portero, varios defensores del Alcorcón se abalanzaron sobre la pelota y la despejaron como si les fuera la vida en ello. Porque tal vez, efectivamente, se les iba.
Tras el descanso Míchel buscó activar al equipo retirando el jugador que permanece menos activo en la segunda vuelta. Bebé dio refresco en lugar de Comesaña y el equipo notó cierta mejoría, desnudando el patinazo a la hora de confeccionar la alineación. Pero ayer no había nada que hacer. La pizca de ganas del portugués quedó eclipsada enseguida por la falta de intensidad y actitud de sus compañeros y la posible reacción quedó diluida bajo el mandato casi dictatorial de los alfareros. Solo Fran Beltrán, con un disparo desde la frontal que se marchó muy alto, y un libre indirecto del propio Bebé, que anuló una fantástica acción de Dani Jiménez, inquietaron mínimamente la incontestable victoria del Alcorcón sobre el Rayo Vallecano.
Seis minutos más tarde de esa falta se murió el partido. Lo mató, más bien, el Alcorcón, con la inestimable ayuda de un Rayo que ayer se dejaba aplastar en su desasosiego. Bruno Gama volvió a ganarle la línea de fondo a Moreno y envió un balón al centro del área, pero Fran Beltrán, en su intento de hacer cien mil cosas que no le corresponderían, interceptó el centro con el brazo. El penalti iba a evidenciar la diferencia de actitud, intensidad y forma de afrontar el duelo de los dos equipos. Alberto García calcó la soberbia intervención de su homólogo en la pena máxima de la primera mitad; sin embargo, la segunda jugada desnudó la preocupante ausencia de carácter que viene mostrando el Rayo en los dos últimos lances de la temporada. Nadie corrió esta vez a por el rechace, mientras Toribio alcanzaba el esférico con comodidad, sin esprintar, con la opción de poner incluso el interior para asegurar que el remate iba a besar la red.
Míchel buscó agitar el encuentro desde el banquillo, pero era evidente que ya se había pasado la hora. El entrenador retiró a los dos laterales, el debe del equipo a lo largo de la temporada, introdujo la variante del Chori Domínguez y colocó a Gorka Elustondo para ganar presencia en la medular y que ayudase a Velázquez y Dorado en las contras de los locales. El argentino trató de aportar algo de presencia en la transición, aunque su participación fue más testimonial y voluntariosa que determinante y destacable. El partido se apagaba en los brazos del Alcorcón, que lo mecía y lo mecía con dulzura y el buen sabor de boca que le dejaba una victoria final. Los de Velázquez activaron ese otro fútbol tan vital en sus circunstancias, sobre todo gracias a un Toribio que acabó con una amarilla aunque podía haber terminado con diecisiete.
Evidentemente, los cambios de Míchel no surtieron ningún efecto sobre sus filas, que habían entregado la cuchara casi antes de empezar a disputar la batalla. No obstante, si algo puede ir a peor, lo irá, y el Rayo certificó su paseo por Alcorcón encajando otros dos goles fruto de la pasividad. Tiene motivos Alberto para echarles una buena reprimenda a sus capitaneados en el primer entrenamiento de esta semana. Un fallo en la salida de balón rayista, marca de la casa, propició que Álvaro Giménez rematase solo en posición franca, y aunque Alberto cazó el disparo, Mateo remachó, otra vez, solo, desde el área pequeña. Idéntica jugada serviría para que, esta vez, el propio Álvaro Giménez se sumase al póker alcorconero ante la enésima pasividad defensiva de su rival.
El Rayo encaja dos derrotas consecutivas por primera vez en la temporada y ensombrece ligeramente la imagen ofrecida en las treinta y ocho comparecencias previas. Justo en el peor momento, cuando los fantasmas aparecen con más facilidad dados los nervios y la inminencia. Le sigue faltando, eso sí, exactamente lo mismo que antes de comenzar la jornada: una victoria que, esperemos, no tenga que llegar a través de una nueva derrota de su perseguidor. Pobrísima imagen, aún peor que la vista una semana antes frente al Córdoba, ante un equipo que había anotado solo 30 goles en todo el curso y que ayer le hizo cuatro al conjunto entrenado por Míchel con una facilidad asombrosa. Un Alcorcón que se llevó el derbi con solvencia, autoridad y sin realizar un esfuerzo excesivo ni un partido tan sensacional como pueda anunciar la goleada. El Huesca podría arrebatar hoy la primera plaza al Rayo, que aplaza el ascenso, esperemos que solo una semana. Lo del próximo domingo en Vallekas no es un partido de Liga: es un exorcismo.
Texto: Jesús Villaverde Sánchez
Imagen: Iván Díaz