Un gran Rayo Vallecano plantó cara en su feudo al campeón de la Supercopa de Europa, el Atlético de Madrid
El día de hoy llamaba a ser un día especial, de los que permanecen por siempre en la memoria sobreviviendo al paso de los años, y vaya si lo fue. El Rayo volvía a los grandes escenarios de la Primera División, debutando en un Wanda Metropolitano que se le quedó pequeño al conjunto de Míchel.
Los vallecanos desplegaron un fútbol valiente, dinámico, bello, solidario, rocoso y, sencillamente, ilusionante. Defensivamente puede hablarse de uno de los mejores partidos de los últimos años, desde la base hasta la cima del campo. El gran trabajo de la plantilla en la zona baja del campo se saldó con dos de las estrellas mundiales anuladas en su labor ofensiva. Diego Costa y Antoine Griezmann, pilares fundamentales del ataque rojiblanco, no pudieron respirar en la mitad del campo rayista. En ataque, además, la conexión funcionaba de manera rodada, improvisada y efectiva, lo que desembocó en problemas para la defensa atlética, una de las mejores, si no la mejor, del mundo. Sí brillaron, en cambio, los diamantes del Rayo. Kakuta mantuvo el nivel desplegado frente al Sevilla y a él se le sumó el argentino, Óscar Trejo, quien recordó al “8” de la pasada campaña. También retomaron su altura Embarba y Álex Moreno, participativos en ambas facetas del juego.
Sorprendentemente, Míchel incluyó varias novedades en el esquema. Se hizo con la zona baja de la medular un Gorka Elustondo completamente sólido en defensa, bien posicionado y con gran salida de balón. Otro que debutó en el regreso a la división de oro fue Álvaro García, el flamante fichaje procedente del Cádiz que, francamente, cumplió con las expectativas. Advíncula, por su parte, aprovechó la oportunidad brindada, haciéndose con una banda derecha que, a pesar de algún fallo puntual en la salida de balón, lo vio galopar a la velocidad del rayo. Otro lugar donde el técnico franjirrojo experimentó fue la dupla central, donde un Jordi Amat volvió a brillar como antaño hizo en Vallecas, desplegando su fortaleza defensiva y su calidad al sacar el balón jugado. Además, Santi Comesaña contó con sus primeros minutos tras haber permanecido ausente en la primera cita, por sanción. Sin embargo, una nueva aparición destacó por encima del resto, por su significado, su brillantez en el juego y la ilusión que genera en el rayismo. Sergio Moreno, juvenil la pasada temporada y clave en la recta final de un Rayo B de playoff, debutó con el primer equipo, y no en un lugar cualquiera. En sustitución de Álvaro García, saltó al campo con ambición y creando peligro con cada movimiento, rozando incluso el gol en los instantes finales del partido.
Entrando en los detalles del encuentro, toca mencionar una primera parte de dominio rayista, cómodo con la pelota, elaborando buenas jugadas tras una gran salida de balón y abarcando todos los espacios del campo. Sin embargo, no todo fue un jardín de rosas, pues aún se palpó un hándicap negativo que el cuerpo técnico deberá tratar de mejorar: la falta de acierto de cara a portería. Cierto es que el llamado a ser goleador de la plantilla, Raúl de Tomás, no pudo contar para Míchel, por la cercanía de su fichaje.
La segunda parte, en cambio, comenzó de una manera bien distinta, con un Rayo más dormido en los primeros minutos, aunque pronto despertaría de su letargo. Cuando el conjunto de Vallecas volvía a bailar sobre el césped del Metropolitano, cometió el único error defensivo del partido, lo que le costó el primer y único gol del encuentro. A pesar de ello, el equipo no se rindió, sino que peleó hasta el último minuto, llamando a las puertas del gol en dos ocasiones. En el minuto 85, José Ángel Pozo, quien entró al campo en la segunda mitad, recibió un balón dentro del área y, tras un reverso magistral, golpeó el esférico con la punta de la bota, topando su remate con el meta del Atlético de Madrid, Jan Oblak. Minutos más tarde, en el 89, sería el canterano quien la tuviera. Tras un centro sin rematador de Álex Moreno al segundo palo, Advíncula recibió la pelota y la envió al punto de penalti, donde Sergio Moreno, potente y raso, la golpeó entre los tres palos, pero de nuevo el esloveno mantuvo a cero su portería.
Como conclusión, el Rayo brilló, ilusionó, deleitó y, lo más importante, convenció a su gente de que aquello con lo que sueñan no está tan lejos como parecía, que el sueño de continuar en primera puede permanecer una vez nos levantemos.