Ayer Natalia Pablos veía cumplido su deseo de poder retirarse de la práctica del fútbol. No es la despedida soñada, pero después de tantos meses luchando, por fin lo ha conseguido.
Reconozco que comienzo a escribir estas líneas siendo totalmente consciente que el texto no va a estar a la altura, ni mucho menos, de lo que merece la persona sobre la que escribo. De hecho, me gustaría decir tantas cosas que se me hace tremendamente complicado resumirlo para que no sea un ladrillo infumable para el lector. Lo que sí tengo bastante claro es que no va a ser un ajuste de cuentas hacia ciertos personajes que han hecho imposible que la mejor jugadora de la historia del Rayo Vallecano tuviera la despedida que merecía.
Voy a pecar de poco original al comenzar con un gracias infinito, pero es que creo que es lo que mereces por todo lo que le has dado a nuestro club. Has sido un ejemplo de constancia y entrega, demostrando que los sueños de una niña que empieza desde pequeña a patear un balón, se pueden cumplir en su máxima expresión. Señores, si tienen una hija y la ven jugar con un balón de fútbol, no se lo cambien por una muñeca, háblenla de Natalia Pablos.
Nos hiciste vibrar con tus goles (350, que se dice pronto) en finales de Copa de la Reina y en noches mágicas de Champions que nos evocan a tiempos mejores en el Rayo Femenino. Capitaneaste un equipo de ensueño, que paseaba el nombre del Rayo Vallecano por Europa, con la misma dignidad y orgullo que has capitaneado un equipo que padece y compite con lo puesto en una Liga Iberdrola cada día más potente. No te importó bajarte al barro cuando creíste que había llegado el momento de volver a tu casa. Lo hiciste por un sueldo Nescafé, cuando en otros equipos te triplicaban ese sueldo o incluso te dejaban a ti marcar la cantidad de ceros que querías ver en tu cuenta corriente.
Recuerdo el mensaje de Juan Pedro para darme la noticia, cual padre primerizo ávido de contar la noticia a alguien de su futura paternidad, diciendo «Alberto, que sepas que he conseguido que Nata vuelva a casa. Guárdame el secreto, por favor«. Te puedo asegurar, Natalia, que la noticia no me alegró tanto como la que me diste ayer por la noche. Si en su día me ilusionó tu regreso, ayer me emocionó hasta las trancas ver como todo tu/vuestro o nuestro sufrimiento durante todos estos meses (demasiados meses) había llegado a su fin. Como he dicho antes, lejos de pasar facturas (ya habrá tiempo), prefiero dar las gracias a mi amigo David Aganzo que desde el minuto cero en el que se enteró de la noticia, se ha dejado el alma para que Natalia fuese libre de una vez. No ha sido nada fácil y me consta, pero a cabezón no te gana a nadie y sabes que yo me refiero a tu carácter, que hay mucho cabroncete que pensara que uso el doble sentido y hoy no es el día para ello.
Si siento admiración y veneración por Natalia, no menos lo siento por la otra gran capitana, mi amiga Alicia. Qué jodidamente mal lo ha pasado, viendo que la que considera su amiga y su hermana no podía cumplir su deseo de retirarse como a ella le hubiese gustado. Cientos de WhatsApp planeando una despedida idílica para su Nata, casi tantos como fotos colgó de ella en el CSE, para venirse al traste a última hora y cuando nadie lo esperaba. Pero los rayistas no somos de quedarnos de brazos cruzados y no podíamos permitir que Natalia viviese su último partido como uno más. Tal vez fuera un poco clandestino, pero no por ello menos emotiva la despedida que Alicia, sus compañeras, amigos y familiares tributaron a Natalia en un acto íntimo del que pude ser testigo. Juro que desde la muerte de Chanquete no veía tantas lágrimas juntas, desde las más pequeñas de la Franja hasta l@s más veteran@s en estas lides no podían contener que se escapara una lagrimilla ante lo que estábamos viviendo.
Supongo que algún día Natalia tendrá el reconocimiento por parte del club que se merece, de lo que sí estoy seguro es que lo ha tenido y lo tiene de su gente, su afición. Solo hay que echar un vistazo a las redes sociales para darse cuenta que Natalia Pablos no ha sido una jugadora más en los 94 años de historia del Rayo Vallecano.
Hay una pequeñaja de nueve años que se llama María que, antes de que Natalia volviera al Rayo, su padre se empeñaba en ponerle una camiseta de una tal Natalia con el 12 a la espalda. Lógicamente ella no era consciente de quién era esa jugadora, solo había oído hablar de ella (horas y horas) tanto a su padre como a su amiga Lola. Ella lucía por aquel entonces orgullosa esa camiseta porque era la camiseta de su equipo, la que defendían cada domingo sus amigas del Rayo. Hoy en día se la pone orgullosa sabiendo que un día esa camiseta la llevó Natalia Pablos, una jugadora a la que quiere e idolatra y a la que ahora sí ha podido ver jugar gracias a la generosidad de nuestra eterna capitana.
Te puedo asegurar, Natalia que gracias a ti y al resto de tus compañeras, me hacéis mucho más fácil transmitir a María todos esos valores que uno quiere para sus hijos y que van más allá del ámbito del deporte.
Dejas un legado tan importante que, todos los que queremos a este club, tenemos la obligación de defender con uñas y dientes, para que un día el Rayo Femenino sea el que conocimos años atrás. Lo haremos con tu inestimable ayuda, ahora siendo una más de nosotros en la grada y en un espacio de tiempo que espero sea breve, en los banquillos enseñando todo ese fútbol con el que nos has deleitado todos estos años.
¡¡Gracias, Nata!!