El Rayo se deja dos puntos y empata frente al Mirandés (2-2) después de remontar un marcador adverso con un hombre menos sobre el campo. Debut amargo para Martín.
Cada verano se anuncian dos regresos igualmente esperados por sus fans: la nueva temporada de Stranger Things y la del Rayo Vallecano. Es difícil comprender como una serie tan mediocre, con una realización tan plana y un guion tan previsible continúa reapareciendo y reuniendo a millones de seguidores delante de la pantalla, pero tal vez sea más incomprensible para la mente humana sana terminar de comprender cómo es posible que el espectáculo del Rayo continúe vivo y no haya sido aniquilado ya, cuando acumula ocho años en manos de semejante inútil. Raúl Martín Presa es una especie de Demogorgón, algo más feo y menos estiloso que el de la serie, y a juzgar por sus intervenciones en medios, con mucha menos labia y un léxico altamente más pobre. El circo que ha montado este verano en el club de la franja roja le ha servido para convertirse instantáneamente en el peor presidente de la historia del equipo de Vallekas y para que la primera entrada registrada en el campo supere por poco los 6000 asientos ocupados.
Con ese hálito maldito llegaba el inicio de temporada a Payaso Fofó, si bien poco importaba lo deportivo, algo que parece que se va a extender durante todo el año, en el que lo social va a comerse cualquier otra faceta. Sin embargo, lo que nos toca comentar es, precisamente, lo que ocurrió sobre el césped del Nuevo Estadio en la noche en que todo volvía por su cauce. Y lo que tuvo lugar, ya desde la alineación de Jémez, fue un homenaje a esas cosas extrañas que anuncia la serie de Netflix. Martín Pascual, canterano del Rayo B, y seguramente el mejor central que tenga en nómina el conjunto franjirrojo, aparecía formando pareja con el argentino de origen montenegrino Esteban Saveljich en el centro de la zaga. Un canterano en el once inicial… ¡stranger thing! La elección de Paco Jémez de poner al chaval a formar retaguardia con el nuevo fichaje franjirrojo parecía un evidente homenaje a Rutger Hauer, el actor replicante de Blade Runner fallecido hace menos de un mes. “He visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión…” y al Rayo Vallecano jugando con un canterano en el once titular, podríamos añadir.
Sin embargo, poco tiempo pudimos ver al central, ya que en el minuto 7, tras una pérdida incomprensible de Óscar Valentín –otro canterano regresado– en el centro del campo fue expulsado por derribar al último hombre. Pocas conclusiones se pueden sacar en la primera jornada de Liga, aunque desde luego una es evidente: el arbitraje y el VAR continúan siendo tan nefastos y patéticos en Segunda División como lo eran en Primera. El árbitro Juan Luis Pulido Santana se convirtió en el protagonista del choque cuando todavía había jugadores que no habían hecho contacto con el esférico y, tras consultar con el infame aparatito electrónico, también conocido como el asesino de la esencia del fútbol, expulsó al canterano con una desfachatez que solo puede manifestar quien se sabe con la autoridad sobre los demás.
El partido comenzaba mal para los vallecanos, pero, como era de esperar, se puso peor. Tras la expulsión –recordemos, en el minuto 6–, el Mirandés de Iraola conseguía ganar la espalda del Rayo en todas las acciones que brotaban en la frontal del área. Ya se había asomado anteriormente en un libre directo de Merquelanz que golpeó el fondo sin grada del estadio. De manera incomprensible, Paco Jémez tardó más de un cuarto de hora en realizar la sustitución que volvería a equilibrar las fuerzas en la zaga, y durante ese tiempo, el conjunto rojillo se asomaba con peligro a la línea de tres cuartos franjirroja, aunque a la salida de una falta, Saveljich testó la resistencia del travesaño de la portería de Bukaneros y lo puso a bailar con un cabezazo implacable. Pero claro, tanto va el cántaro a la fuente… que en una de esas combinaciones a la espalda del Mirandés, Álvaro Rey culminó un pase de la muerte de Matheus para batir a Alberto García a placer.
Justo entonces, cuando parecía que el partido ya iba cuesta abajo para los burgaleses, tuvo lugar el primer giro de guion. Una contra en la que la velocidad de Álvaro García fue clave y su ineficacia a la hora de centrar, también, ya que un centro fácil a Embarba, que estaba solo en el centro del área, se estrelló en el brazo de Carlos Julio y provocó el primero de los penales que señalaría el colegiado por manos. Embarba lo tiró con seguridad para engañar a Limones y poner las tablas en el marcador. Con un 1-1 en los primeros quince minutos, el Rayo comenzó a ser más Rayo y a intentar controlar el balón, pese a jugar con uno menos. Había pasado el momento más oscuro y el Mirandés había desaprovechado –quizás por su inexperiencia y la de su entrenador, Andoni Iraola– una oportunidad de oro de sacar más rédito ante un rival al que la expulsión tempranera había dejado algo grogui. Tanto fue así que, justo un minuto después de que Óscar Valentín dejase su lugar a Catena, un disparo de Pozo se estrelló contra el brazo suelto de Sergio González y mandó el juego a los once metros. Embarba volvía a coger la responsabilidad y, esta vez, batió al portero con algo de suspense con un lanzamiento seco que no consiguió atajar pese a tocarlo. El extremo madrileño ya había probado un minuto antes la resistencia de brazos de Limones con una excelente banana desde lejísimos que despejó el meta a córner.
Con la victoria momentánea en el marcador, el Rayo quería más a pesar de jugar con menos. Lo intentó otra vez Embarba, pero su chut salió por encima del larguero. Minutos más tarde, casi rozando el descanso, un fantástico reverso de José Ángel Pozo terminó con un centro de Akieme –¡otro canterano en el once titular! – que se paseó por el área hasta que lo repelió Limones a saque de esquina. Con el tiempo, la expresión “Piovaccari no consigue rematar” se convertiría en la más escuchada en la retransmisión televisiva del partido (este cronista no estaba en Vallekas con motivo de la huelga y protesta de las peñas). La primera parte concluyó con un disparo de Álvaro García que se fue muy alto y con otro giro rocambolesco del guion: una entrada peligrosa de Carlos Julio, que tenía amarilla y levantó el pie hasta el rostro de Saveljich, equilibró la contienda para la segunda mitad y dejó a los castellano-leoneses con 10 jugadores.
El Rayo-Mirandés que abría la competición se construyó como ese típico largometraje que sirve como trabajo de fin de estudios a un director de cine novel: muchas buenas intenciones, muchas ideas y giros de guion en los primeros compases, pero muerto en su segunda mitad en su propia levedad, pereza y ausencia de mordiente. Y así fue la segunda parte del encuentro, absolutamente sin chispa. Todo parecía haberse quedado en los primeros cuarenta y cinco minutos: ocasiones, expulsiones, goles, penaltis… Así las cosas, languidecía el juego hasta que, en el minuto 57, una doble ocasión azuzó las dos áreas. Primero fue el Mirandés, que remató un córner en el área pequeña sin acierto; y después Piovaccari, al que Limones sacó con el pie un remate que culminaba un buen pase entre líneas de Adrián Embarba. No volvería a ocurrir nada hasta diez minutos después, cuando el mediapunta rojillo Merquelanz volvería a probar suerte desde lejos, avisando de lo que iba a ocurrir a continuación. Una jugada sin aparente peligro terminó en los pies de Andrés, que ante la pasividad de la zaga rayista, que le pudo incluso facilitar la acción con una alfombra roja (¡qué sorpresa!), ganó metros hasta que soltó un zapatazo letal que se coló por la escuadra de Alberto. Da gusto cuando uno se encuentra unos anfitriones que le dejan estar en su casa como si se tratase de la de uno. Mucho va a tener que mejorar el Rayo en defensa y ataque si quiere pelear por algo grande en la categoría.
La noche se había vuelto a poner fría en Vallekas. Ni siquiera la agitación y el caos controlado de Bebé, aunque lo intentó el portugués, pudieron cambiar el resultado en la noche de verano vallecana, que murió en un gol en claro fuera de juego de Piovaccari (horroroso desmarque mediante) en los instantes finales. No obstante, antes de cerrar la noche, dejó otra conclusión: hay mucho que mejorar en una plantilla a la que le faltan varios refuerzos y que, si no, probablemente terminará peleando por la permanencia y alejado de grandes objetivos. Vuelve la Liga, vuelve el Rayo de Martín Presa, vuelve Stranger Things.