A las 16:00 arrancará el partido que enfrentará al Rayo Vallecano con el «coco» de 2ª división, el RCD Espanyol de Adrián Embarba y Raúl de Tomás.
La historia y la literatura están repletas de cuentos que, con un aderezo adecuado, podrían convertirse en un manjar que esta anti-previa de Espanyol-Rayo degustaría con placer. El líder y el aspirante, David contra Goliath, Quijano y sus molinos, Troya… Demasiado obvio.
La metáfora es el horizonte que dibuja una línea recta sobre las curvas del mar, el límite a una inmensidad que nuestros ojos, ventanas de la realidad, no son capaces de acariciar. Hace casi sesenta años, uno de los responsables de mi admiración por la cultura hispanoamericana escribió uno de los poemas de amor más bellos a los ojos de un servidor. «1964», esa obra que nos lleva al momento en el que nuestro mundo pierde su magia, se clava en mí como un sable, me vacía. Y sin embargo me llena.
Esta pieza me recuerda al Rayo, aunque en mi contra juega el factor de que hay pocas cosas en mi vida que no pueda relacionar con la Franja, por mínimo que sea su vínculo. Hace aproximadamente un año se disputaba uno de los pocos partidos en los que he vuelto a sentirme como aquel niño de ocho años que cantó como loco el gol de Pachón: un Rayo-Betis de Copa del Rey.
A poco que me conozcan o lean sabrán que tengo pequeñas manías futbolísticas y especial predilección por la «competición del KO». Ese cóctel de ilusión e imperfecciones mentales, sumado a la aleatoriedad de acontecimientos en este mundo caprichoso, hace que recuerde que el mismo día en que volvimos a ser el Matagigantes pasé la mañana desmembrando textos de Jorge Luis Borges en las «catacumbas» de la Facultad de Historia de la Universidad Complutense. Textos como «1964».
«Ya no hay una luna que no sea espejo del pasado», algo distinto, que nos haga sentirnos vivos en un sistema carcomido por la rutina. ¿Acaso existe algún rayista que no esté sobrepasado y harto de la situación del club? Partido, empate, polémica. Partido, victoria, polémica. Partido, derrota, críticas, polémica.
Quisiera alejarme de todo, y sabe dios ―sin mayúscula― que lo he intentado, «pero no basta ser valiente para aprender el arte del olvido». Sería mucho más sencillo recibir una alarma con dos números que me aportasen una información a estas alturas irrelevante, pero en cambio estoy haciendo compañía a la luna, recordando que Borges nos hizo ganar un partido que pintaba imposible.
«Sólo me queda el goce de estar triste», sabiendo que vendrán Rayos mejores y que en unas horas habrá otro hilo que cosa nuestros caminos. Esa vana costumbre que me inclina a ti, a ciertos momentos, a cierto lugar.