La carrera de Trejo en el Rayo, en diez años y una canción de Andrés Calamaro.
Pocas cosas hay más universalmente argentinas que un tango, una canción de Andrés Calamaro o un gol del Rayo. Cantaba el mismo Calamaro aquello de “si diez años después te vuelvo a encontrar en algún lugar, no te olvides que soy distinto que ayer, pero casi igual”. Y en esa línea permanece y vive, siempre sobre el alambre que actúa de frontera entre lo peligroso y lo profundamente bello, el capitán Óscar Trejo.
El 8 cumplió su tercer ascenso con la camiseta franjirroja y, diez años después, como homenajeando a los versos del cantautor, volvió a marcar en un partido decisivo para darle otro ascenso al Rayo. Distinto, más maduro y menos joven, más elegante y menos impulsivo, pero casi igual, con la misma garra y pasión por el juego y sus colores. Cómo celebró el segundo tanto, el definitivo, el que ponía tierra de por medio y volteaba el 1-2 de la ida. Una imagen muy similar a la que nos dejó aquella calurosa mañana del 22 de mayo de 2011, cuando un tanto suyo abría la lata del 3-0 ante el Xerez Deportivo que llevaba al Rayo a otro ascenso a Primera.
“Aquello fue una linda primavera, pero fue solamente la primera”, decía Calamaro en su tema. Y efectivamente, aquel éxito fue el primero de los muchos que iba a conseguir Trejo en su Rayo. Porque el Rayo actual es, sin duda, el Rayo de Trejo. El equipo baila al son de su música, se mueve al compás de su ritmo inigualable; canchero, bello, poético y agresivo a partes iguales. El fútbol del Trejo de 2021 no es más que la culminación a toda su carrera. El centrocampismo absoluto, el dominio total, el sometimiento de la pelota a una melodía que la adormece y la hace vivir a sus pies. Como si Calamaro le hubiese escrito, adelantándose al tiempo, esta letra, aquello fue el inicio de una carrera dorada en el Rayo. Una linda primavera a la que sucedieron muchas otras, llenas de flores y laureles.
Después de aquello se marchó, buscó otras metas, otras glorias. Porque, seamos justos, aunque Trejo haya decidido hacer su carrera en Vallecas, el Rayo se le queda tremendamente pequeño a su fútbol monstruoso. Pero hay veces que lo mejor es volver, porque como en casa no se está en ningún sitio y el fútbol, como la vida, está para disfrutarlo. Porque hay ocasiones en las que un supuesto paso hacia un destino más modesto es la mejor decisión para engrandecer nuestro legado. “Estamos en la tierra cuatro días y el cielo no me ofrece garantías”, aseguraba el artista de Masel. El otro artista, el vallecano de Santiago del Estero, regresó a su hogar de acogida. Al lugar en el que había sido feliz. Porque en Comala sí tenía esas garantías que no le ofrecían otros Olimpos. Y en el verde de la Albufera se encontró a sí mismo y a toda una multitud dispuesta a adorarlo y venerarlo, a dejarse guiar por él, líder indiscutible, en las miles de batallas que les quedaban por librar.
En 2021, diez años después, Trejo volvió a guiar a su escuadra al ascenso a Primera División. Y lo hizo desde un fútbol más maduro y consciente de la necesidad de su equipo en cada momento. La edad, en multitud de ocasiones, vale mucho más que las piernas frescas y la inteligencia se sobrepone al impulso y la condición física. Cuántas veces lo ha demostrado Chocota en esta temporada, a sus 33 años. “Diez años después, el tiempo empieza a pesar”, confiesa Calamaro, que, sin embargo, asegura que “me quedan balas en la cartuchera”. No sabemos cuánto tiempo querrá jugar Trejo en el Rayo. Porque el tiempo dependerá, o debería, de lo que él elija. Se lo ha ganado con su compromiso, su trabajo y su dedicación a un club especial en su vida. Si quiere, se convertirá en pocos partidos en el extranjero con más apariciones en toda la historia del Rayo. Un mito viviente, un capitán histórico y un líder incuestionable. Óscar Trejo, otra pizca más de la Argentina franjirroja, tan fructífera y bonita. Y, como dice Calamaro, para terminar, “diez años después, mejor reír que llorar”. Porque, después de todo, nos toca reír. A Trejo, por supuesto, también.