Hay que erradicar ciertos comportamientos del fútbol, pero especialmente del fútbol base.
Viendo el dinero y los intereses que se mueven en las altas instancias futbolísticas, cada vez tiene menos de deporte y más de negocio. Por suerte, el fútbol base es o, debería ser, esa parcela del fútbol que nos recuerde que sigue siendo un deporte precioso.
No todo el mundo entiende el fútbol como un deporte en el que los niños y las niñas tienen que divertirse, aprender una serie de valores y practicar deporte. Ahora recuerdo aquello de «después de la pandemia volveremos siendo mejores» y me da la risa. O la pandemia no ha finalizado o era un cuento chino aquello que muchos decían.
Ayer tuve la suerte de asistir a un torneo (torneazo) de fútbol base en el que participaban las principales canteras del fútbol madrileño. A priori, debería ser una fiesta del fútbol base en la que los equipos participen, sus jugadores menos habituales puedan jugar más y todos se diviertan, sin perder nunca el gusanillo de ganar y quedar campeón, pero sin la exigencia de sumar los tres puntos que tienen cada fin de semana. Hasta aquí sería todo idílico, pero hay ciertos elementos que no merecen pisar una instalación deportiva jamás. De hecho, algunos de ellos se quedaron fuera detrás de las vallas, supongo que conocedores ya de su mala educación y su actitud macarra y chulesca. Igual piensan que el hecho de ponerse fuera de la instalación les otorga total impunidad para soltar la basura que salió de la boca de algunos impresentables.
Del mismo modo que hay gente que se dedica a ir a animar y a apoyar a sus críos, hay otros energúmenos que sus frustraciones las sacan a relucir durante el partido del equipo de su nena o su nena. Los primeros serían los papás o las mamás cabales y los segundos son los típicos papás o mamás hooligans, personas que piensan que su Antoñito es el mejor y al que ven comiendo en la mesa de los más grandes (Messi, Cristiano o Trejo) no tardando mucho. A este tipo de aficionados (entre miles de Comillas lo de aficionados) hay que desterrarlos del deporte de base, ya sea fútbol, baloncesto o curling, los valores del deporte chocan frontalmente con este tipo de comportamientos.
Volviendo al torneo al que hacía mención, en el descanso de uno de los partidos un energúmeno desde fuera de la instalación le gritaba al árbitro lindezas como «cabestro» o «hijo de perra», acabando por vomitar un «es que bajaba y te rompía la cabeza». Se pueden imaginar la cara de asombro de los chavales que allí estaban jugando. No eran capaces de dar crédito a todo lo que este elemento le había dicho al colegiado, un chaval de 20 años que estaba dedicando su tiempo libre a arbitrar al hijo de este tipo. Ni lo sé ni me importa si estaba cobrando por hacerlo (supongo que sí) o cuánto cobraba, lo que sé es que hay que tener mucha vocación y un buen par de pelotas para enfrentarte cada fin de semana a a situaciones como la vivida en el descanso. La segunda parte no fue mucho mejor y el cobarde»barra brava» iba in crescendo en sus descalificaciones y se le escuchaba gritar barbaridades como «que hijo de la gran puta estás hecho», mientras se bajaba la mascarilla, supongo en un intento de no ahorgarse en su propia bilis.
Al final del partido le dedicó en varias ocasiones un «estarás contento, ¿No?» y juro que estuve tentado de responderle que, tal vez, el que no lo estuviera, y no por el resultado, sería el crío al que debería haber estado animando durante el partido. Y es que sí le había escuchado gritar semejantes barbaridades al árbitro, posiblemente se sienta muy avergonzado de la actitud mostrada.
El fútbol es un deporte lo suficientemente grande y bonito para que vengan estas personas a emborronarlo. El que les he relatado no fue el único momento de gritos y descalificaciones hacia los colegiados, hubo quien se dirigió a ellos como sinvergüenzas o caraduras. Gente que doblaba la edad a estos dos chavales de 18 y 20 años, cuya pasión es la misma que la de sus hijos, el fútbol. Basta charlar con ellos 5 minutos, como pude hacer al final de los partidos, para comprobarlo.
Padres, madres, amigos y familiares que vais a ver los partidos de fútbol base de vuestros pequeños y pequeñas, guarden sus energías para animarles cuando pierden y felicitarles cuando ganen y olvídense del árbitro. Al final, ellos fallan y seguirán fallando, son humanos y este error entra dentro de la salsa del fútbol, de la misma manera que el delantero manda el balón fuera o el portero no atrapa una pelota fácil. Respeto para los colegiados, por favor.