Con su lucidez habitual, el autor se pregunta de qué sirve que los jugadores del Rayo se solidaricen con causas como la lucha contra la homofobia si sus aficionados sufren acoso policial cada vez que el equipo juega en Vallecas.
Me envía un amigo por whatsapp la noticia de que el Rayo lucirá cordones con la bandera multicolor el domingo en San Mamés para apoyar la lucha contra la homofobia. Me enorgullece que sea mi equipo, entre otros (después me he enterado que también el Leganés, el Getafe y algunos jugadores del Atleti lo harán), quien apoye esta iniciativa.
El motor del barrio de Vallecas es la gente; las personas y su constante lucha social. Por eso, siempre he considerado que el equipo debe ser un punto más de unión contra lo que no es justo, porque la gran parte de la gente a la que representa tiene ese espíritu combativo.
La iniciativa parte de la campaña #LaLigaArcoIris (ahora ya todo va con hashtag), llevada a cabo por la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB). Parece mentira que todavía hoy se tengan que llevar a cabo estas iniciativas para que cada cual tenga la libertad de hacer lo que le apetezca, pero sí. Y más en el deporte, un ámbito tan sumamente hermético y cerrado en estos aspectos. Por eso me enorgullece el detalle de que el equipo vista esos cordones el domingo. Porque es una forma muy sutil de actuar en concordancia con la idiosincrasia “peleona” del barrio que representan.
Donde lamentablemente sigue sin poder ir en concordancia es en la grada. Me entero también el domingo (bueno, miento, el domingo me “vuelvo a enterar”, porque es algo habitual en cada jornada) de los problemas que los hinchas tienen (tenemos) para entrar al estadio con una simple pancarta. ¿Es violenta una pancarta cuyo lema es “La violencia machista mata”? ¿Sí? ¿De verdad? ¿Y no es violento el acoso al aficionado que se puede ver en Vallecas cada quince días? Por cierto, ¿a cuento de qué?
¿Es violenta una pancarta cuyo lema es “La violencia machista mata”?
No estaría mal que, en lugar de mirar callados como nos tratan como a perros, desde algún lugar llegase algún apoyo o denuncia de lo que ocurre. De nada sirve el gesto de los cordones como protesta (vuelvo a recalcar que es magnífico) si, después, en tu propia grada te coartan la libertad de expresar otra denuncia igual de válida y necesaria. E incluso la libertad de animar a tu equipo.
Varios artículos se pudieron ver el lunes sobre el trato que recibe el aficionado en los accesos al estadio. Y aunque en este caso el club puede alegar que no es cosa suya, que son “órdenes impuestas” y provienen de la Policía y/o Delegación de Gobierno, sí podría mostrar su disconformidad como apoyo a sus hinchas con algún gesto.
Para cerrar el artículo con una de cal, una de arena y una de mitad y mitad, lo que seguro que está en la mano del club (y esto es completamente su incumbencia) es controlar que las salidas estuviesen en perfecto estado cuando finalizan los partidos. El pasado domingo se formó un tapón en el pasillo de Arroyo del Olivar. No es algo nuevo, se viene creando ya desde hace unas semanas, pero este fin de semana fue algo mayor. Los padres de los chicos de la Fundación entran a recoger a sus niños y taponan buena parte del pasillo por el que tiene que salir toda una grada. El tapón es un peligro, un verdadero agobio, y, aunque tal vez pueda sonar más alarmista de lo que debiera, cualquier día será el causante de un grave problema (mirad, si no, las fotos de cómo se queda la zona). ¿Sería muy difícil coordinar la salida de los muchachos unos minutos más tarde, impidiendo así que el tapón se convierta en un problema?
Porque problemas ya tenemos bastantes todos y, precisamente, el fútbol es una de las evasiones, nunca una más de las molestias.
Jesús Villaverde