En condiciones normales, mañana a las 12:00 se disputaría el partido que enfrenta a Rayo Vallecano y Elche CF en dieciseisavos de la Copa del Rey, pero el Rayo, para lo bueno y para lo malo, no es en absoluto normal.
Aunque el clima filomenesco que ha tomado las calles bien pueda hacer creer lo contrario, no estamos en Viena, ni mucho menos en 1935. A qué viene todo esto, se preguntarán, y lo cierto es que entre todo el caos que rodea una anti-previa suele haber un mínimo sentido, y hoy lo encontramos en ese mismo año, en el curso de discusiones con Albert Einstein.
El primer punto a descifrar, el de Viena, se encuentra en la actual capital austriaca, entonces Imperio austrohúngaro. El doce de agosto de 1887 nació en la cuna de la música clásica el Premio Nobel de Física de 1933: Erwin Rudolf Josef Alexander Schrödinger, Schrödinger para los amigos.
El segundo, el de 1935, se encuentra en el mencionado curso encabezado por el padre de la relatividad y la mecánica cuántica, entre otros logros que también ignoro por completo. Sin embargo, en aquellas tertulias nuestro protagonista dio pie a algo que sí entra en mi campo de acción: la paradoja.
Schrödinger, en una de sus intervenciones, planteó un experimento mental, que pasaría a ser conocido mundialmente como El gato de Schrödinger. El físico presentaba un supuesto escenario en el que un gato era introducido, con veneno, en una caja. Así, Erwin afirmaba que, al desconocer si el mecanismo del interior del recipiente se había activado y, por tanto, el veneno había sido expulsado del matraz en el que se encontraba, el animal estaba al mismo tiempo vivo y muerto.
Y ahora es cuando, amigos lectores, el humilde capitán de esta anti-previa gira el timón para reconvertir su discurso a lo que nos atañe en un texto relacionado con el Rayo Vallecano. Mañana, a eso de las doce del mediodía, está previsto el partido que habría de enfrentar a Rayo Vallecano y Elche en el Estadio de Vallecas. Sin embargo, apostaría a que Shcrödinger hubiese preferido nacer en los noventa para sustituir su gato por una paradoja de verdad.
Sin estadio en el que jugar a causa del temporal, con labores in extremis para limpiar de nieve la Ciudad Deportiva en la que no se ha podido entrenar desde la caída de los primeros copos, con unos jugadores hartos de la situación que su presidente les plantea y con un primera división a la vuelta de la esquina se plantea una noche movidita en el seno rayista. Un «sí, pero no» de manual.
La realidad es que hay pocas esperanzas de que el partido finalmente se lleve a cabo en la fecha prevista, pues los campos del club están completamente impracticables. Mañana a las doce, ese partido ilusionante a la par que paradójico que, metido en una caja, deambula tambaleante entre el veneno y la vida.