El Rayo cerró la temporada como líder por primera vez en su historia. El campeonato supone el broche de oro a una gran campaña en una categoría cruda y salvaje.
Campeonar es un vocablo que proviene de Perú y significa, literalmente, resultar vencedor en una competición. Quedar en la primera posición y ganar el campeonato. Hasta el pasado domingo no existía ningún rayista que hubiese visto campeonar a sus jugadores. Jamás. Con ese precedente, en Tarragona el Rayo tenía una cita con su historia, una oportunidad de oro para inscribirse entre los vencedores de esa maratón arpía que es la Segunda División, de la que aseguran que es la octava mejor Liga del mundo, aunque desde la experiencia me atrevería a calificar como la más competitiva entre todas las existentes.
Se puede decir que, pese a la derrota, el Rayo no faltó a su cita histórica, ya que gracias a la frenada de seguridad del Huesca, una vez ascendido, los de Míchel obtuvieron el título aun perdiendo contra el equipo catalán. La celebración fue algo comedida, evidentemente: el Rayo, sus jugadores y su hinchada se habían bebido la noche tras ascender la pasada semana después de ganar al Lugo en casa. Sin embargo, la hazaña no es ni mucho menos un triunfo menor.
Ser el mejor es muy difícil. En todos los ámbitos de la vida. Para ser el mejor entran en juego multitud de factores: disciplina, carácter, armonía, equipo, directrices e, incluso, cómo no, la fortuna. La suerte del campeón. Porque es cierto que la fortuna suele sonreír a aquel que más la busca, pero en esto del fútbol muchos grandes buscadores han terminado en el piso, desahuciados y sin apenas ánimo de reemprender el vuelo. Si además añadimos a la ecuación la variable de disputar la Segunda División española, la empresa es harto complicada y, por lo tanto, una vez conseguida, muy reseñable.
El Rayo es un clásico de la categoría de plata, pero, a pesar de ello, hasta el pasado domingo, seguía siendo un club que nunca había ascendido al máximo escalón del fútbol nacional como primero. Ha tenido que esperar a cumplir 94 años para alcanzar la gloria de presumir de una competición nacional, de ser un vencedor indiscutible y obtener todos los laureles. Por eso es necesario otorgar el valor que merece a la consecución del título con la que el equipo de Míchel ha culminado la temporada.
Antes de seguir, cabe destacar que no es cierto lo que se dice. Al menos no del todo. No es la primera vez que el Rayo sale campeón. Habíamos visto al Rayo levantar tres Ligas y una Copa, pero en esos casos, fuimos campeonas; lo que jamás habíamos sido es campeones. Ahora nuestros dos equipos, masculino y femenino, pueden presumir de ganar títulos profesionales y los aficionados saben lo que es terminar la competición en lo más alto de la tabla. Nunca viene mal.
Echando la vista hacia atrás, y navegando las estadísticas, nos damos cuenta de lo difícil que es ocupar esa primera plaza en la categoría plateada. A lo largo de los años, desde su creación, han competido un total de 165 clubes en la historia de la Segunda División y solo se han grabado 46 nombres en la placa de honor. El fútbol de plata cuenta con un absoluto dominador, tanto en presencias como en campeonatos: el Real Murcia ha disputado 54 veces la categoría y ha salido vencedor en 8 ocasiones. Le sigue de cerca el Real Betis, conjunto que le arrebató el campeonato al Rayo en su penúltimo ascenso (2011) y que posee siete títulos en la vitrina. Algo más lejos quedan los dos asturianos, Real Oviedo y Sporting de Gijón, con cinco glorias cada uno, aunque un ascenso más para los rojiblancos. También posee cinco el Deportivo de la Coruña, cuatro de ellos conseguidos en la década de los 60. Por detrás, con 4 victorias, quedarían clubes como el Sevilla, el Alavés o Las Palmas.
Para comprender la dificultad que entraña la categoría bastaría con analizar el siguiente dato: el club que más veces ha ascendido a Primera en la historia, el Málaga, con 11 ascensos, solo ha conseguido levantar la copa en tres ocasiones. Un porcentaje que habla a las claras de la extrema competitividad que ha caracterizado siempre a la Segunda División del fútbol español. Entre los que han conseguido salir victoriosos en alguna ocasión encontramos a clubes que ahora luchan por sobrevivir al fútbol modesto, como el Alcoyano (3), el Sabadell (2), el Real Jaén (2) y otros tantos ilustres, pero también nos topamos con históricas rivalidades rayistas, como Hércules de Alicante, Elche, Castellón, Mallorca, Racing de Santander o Pontevedra, con dos títulos cada uno de ellos. También podemos ver el nombre de varios enormes transatlánticos, como el Valencia (2 títulos) o el Atlético de Madrid (1), que militaron y vencieron en años de rostros alicaídos y nuevas esperanzas y a los que hoy sería muy complicado volver a ver en el fútbol de plata de nuestro país.
Visto lo visto, el campeonato del Rayo es todo un éxito. Una consecución para celebrar, mucho más si tenemos en cuenta que el timonel ha sido un tipo de la casa que ama al Rayo como lo haría y lo hace cualquier aficionado. La franja ha inscrito su nombre en letras doradas entre todos los campeones de la Segunda y se ha convertido en el tercer club madrileño en conseguir levantar la Liga, tras el Atlético de Madrid de Fernando Torres (2002) y el Real Madrid Castilla de la Quinta del Buitre (1984), que salió campeón el mismo año en que Vallecas volvía a Segunda B como colista. Lejos queda ya, ahora que soplan vientos diferentes, con la confirmación de un éxito indiscutible que pone broche a la fantástica temporada vallecana. Una clasificación para el recuerdo, para guardar en la memoria futbolera y rayista y enseñar con orgullo a las futuras generaciones franjirrojas. Dale, campeón.
Jesús Villaverde Sánchez