Jesús Villaverde reflexiona sobre la facilidad con la que parte de la afición rayista critica -e insulta- a David Cobeño.
Que David Cobeño no está a su mejor nivel es irrefutable. Se ve, se percibe, y además, es algo normal teniendo en cuenta sus últimos tiempos como futbolista, en los que sus apariciones sobre el verde han sido prácticamente testimoniales. Pero no es eso lo que me lleva a escribir sobre el que para mí es el auténtico capitán del barco. No está destinada esta columna a negar su baja forma, ni siquiera a justificar sus errores. No pretendo escribir sobre la falta de minutos, ritmo, pérdida de reflejos, etcétera, con los que podría intentar relativizar el rendimiento del guardameta madrileño.
No, nada más lejos de la realidad. Sí está destinado, en cambio, y considero muy importante que así sea, a otorgarle un breve espacio de reflexión a cierta actitud que he venido observando en Vallekas durante los últimos años. Una especie de revanchismo que se viene dando cada vez que Cobeño defiende –no olvidemos esta palabra, DEFIENDE, lo haga mejor o peor– la portería y, por encima de todo, los intereses del Rayo.
Era jueves, un jueves frío y bastante intempestivo. No iba a ser mejor para los intereses deportivos del Rayo. En esa hora en la que muchos vuelven de trabajar después de un intenso día previo al fin de semana, salió la alineación. Entre los once jugadores que se iban a medir al Valencia en un duelo de la descafeinada y poco interesante Copa del Rey estaba Cobeño. El portero sería el encargado de frustrar las acometidas del equipo ché. Desde ese mismo momento ya empecé a ver mensajes vehementes en contra del portero. Eran en torno a las 21.15; el partido comenzaba a las 22 horas.
La mala suerte y la mala actuación en una jugada puntual del portero borraron el trabajo previo de un notable Rayo y propiciaron la remontada de un oportunista Valencia en apenas diez minutos. Considero que no es necesario darle ni una línea más a la jugada en cuestión porque, supongo, cualquiera que esté leyendo esto la tendrá muy clara en la memoria. El error es inexcusable, sí, para nada lo niego. Pero también es imperdonable, incluso vergonzante, el carrusel de insultos, pitadas y toda suerte de “lindezas” contra Cobeño que se sucedieron en los minutos siguientes, tanto en Twitter como en la grada, por buena parte de la afición rayista (evidentemente, no toda).
Es imperdonable, incluso vergonzante, el carrusel de insultos, pitadas y toda suerte de “lindezas” contra Cobeño.
Creo firmemente en la crítica, en la crítica que basa sus afirmaciones en la mesura y los argumentos. Siempre he considerado que se puede criticar el juego, la actitud o el estado de forma de la plantilla, por supuesto. Incluso que es necesario que el aficionado lo haga para que el equipo y la grada puedan avanzar en la misma dirección. Sin embargo, en absoluto creo en marcar y crucificar a un jugador por errores puntuales. Da igual que el nombre del malmirado sea Cobeño, Baena o Lass. Si están aquí es porque defienden la franja en cada una de sus apariciones más allá de su nivel.
Me da muchísima pena escuchar a muchos de los que claman orgullosos por ciertas acciones del Rayo y del barrio llamar “hijo de puta” a un jugador porque acaba de fallar una acción determinada. Y quería escribir sobre Cobeño, y sobre este caso en concreto, porque me da la impresión de que cuando se trata de él en seguida se pasa de la crítica al menosprecio. Percibo una especie de revanchismo ya de inicio; como si buena parte del público tuviese las uñas preparadas para despedazarlo en cuanto tenga la más mínima oportunidad. No es la primera vez que ocurre, en anteriores ocasiones me he tragado mis ganas de escribir pensando que podía ser circunstancial y fruto de la rabia posterior al fallo y la derrota. Pero lo cierto es que ha seguido pasando, y cada vez con más ahínco, sin que yo llegue a comprender cuáles son los motivos principales.
De la misma forma que no soy partidario de las canciones dedicadas a un solo jugador, tampoco comparto la idea de que uno de ellos sufra las iras (ojo, no las críticas, vuelvo a remarcar) del hincha. Porque, además, aunque todo lo que ha hecho Cobeño en el pasado por la franja no debería servir para paliar sus errores actuales ni para eludir las críticas, sí debería hacerlo, al menos, para que no fuese increpado, insultado y, en muchos casos, odiado –sigo sin entender el porqué– en su propia casa. Porque tanto en lo deportivo como en lo institucional, probablemente sin una figura como la suya, todo resonaría de otra forma hoy en Vallekas. Y supongo que, como dice mi compañero en el primer párrafo de su crónica de ese Rayo-Valencia, quizás algún día salgan a la luz ciertas cosas que hagan callar a más de uno. Y de dos. Y de mil. Y desde este punto final hasta ese día Cobeño seguirá siendo uno di noi.
Jesús Villaverde Sánchez