Los lunes al sol llegan con una queja muy clara, queremos disfrutar del fútbol, de nuestro equipo, de Vallecas.
Cuentan los que estuvieron en las gradas de Ipurúa que allí se respiraba fútbol y nada más que fútbol. Añado este motivo como el 3.452 de mi lista de razones por las que envidiar a los que allí estuvieron; es más, no solo voy a añadirlo sino que voy a ponerlo en una privilegiada primera posición.
Mirando la tabla clasificatoria o leyendo las crónicas de los diarios deportivos que ponen por las nubes a jugadores como Alberto Bueno o al propio técnico, del que ya no saben que más cosas buenas decir -ganadas a pulso-, uno pensaría que estoy completamente loco con mi pensamiento anterior. Para el que es habitual en la grada del Estadio de Vallecas tal vez no le sea tan descabellado lo que apunto y quizás más de uno y más de dos compartan parte o incluso la totalidad de esta reflexión en voz alta.
Cuarta temporada consecutiva en Primera División, la salvación «virtual» conseguida en la jornada 29, unos números que apuntan a ser los mejores de la historia del Rayo Vallecano en Primera División, un jugador que tiene el honor de ser actualmente el máximo goleador entre los jugadores nacionales de la Liga (aproximadamente «solo» unos 250 futbolistas), opciones reales de jugar en Europa la próxima temporada; éstas ya de por si deberían ser razones más que de sobra para disfrutar del fútbol, del famoso ambiente futbolero de Vallecas, y saborear como merece una temporada casi perfecta futbolísticamente hablando.
Pues yo les aseguro que no lo estoy disfrutando como me gustaría y como debería, sobre todo por el historial que arrastramos en nuestras espaldas de campos de césped artificial, de pueblos casi impronunciables, de equipos que sonaban a chiste más que a fútbol, de coñas en el trabajo por ver al «Rayito» en Segunda División B, por ver como los Ruiz Mateos abandonaban un barco que habían convertido en un crucero y dejado como una pequeña embarcación sostenida por un frágil mástil y tan solo una vela y una pequeña bandera pirata, vela cosida con la sangre, el sudor y las lágrimas de unos pocos a los que ahora no se nos deja disfrutar de cada victoria por innumerables razones y por innumerables personajes que no saben de sentimientos, de romanticismo, de amor por unos colores; bueno, perdón, el único color al que aman es al morado de los billetes de 500, ese es su único motor de vida.
Tengo que reconocer que todo esto agota y te desgasta a partes iguales, y que quedando como quedan nueve partidos para el final de Liga a uno lo que le pide el cuerpo es plantar sus dos huevazos en su asiento cada dos semanas y disfrutar de esas seis letras, FÚTBOL, nada más que eso, ninguna utopía, nada extraño dado que el escenario es idílico para ello (a priori).
Al final uno acaba yendo al fútbol pensando que en el minuto 12 toca protestar contra unos, en el 24 que no se nos olvide la pañolada contra el del palco, a todo esto la bolsa de basura naranja se está rajando y el atrezzo para el partido se está yendo al garete. Todo esto ya una vez dentro; previamente has tenido que pasar por la puerta de acceso, esa en la que antes al segurata de turno solo le preocupaba si el bocata era de chorizo del bueno o del perruno. Ahora tienes que ser cacheado, analizado el color de la bolsa en la que llevas el mismo cojín-reliquia (homenaje al Vari) desde hace 20 años, si en la bufanda pone algo, si es tergal, polyester o fibra, si es sintética o 100% lana de oveja virgen del Pirineo Aragonés (seguro que Tebas se lleva cacho también en esto).
Si a esto le añadimos que un día te da por invitar a un amiguete al fútbol, previamente además de advertirle, tendrás que prepararle el croquis correspondiente para que no se pierda entre tanta protesta. El miércoles vuelve a haber partido en Vallecas y de nuevo el ambiente volverá a ser raro, frío, entristecido, cuando venimos de sellar virtualmente la salvación y un hecho histórico, que es el de seguir por quinto año consecutivo en Primera División. Me la pela el rival, me la pela jugar contra el Real Madrid, pensaría igual si el rival fuera cualquier otro; lo único que me pone cachondo es la idea de tumbar a los Goliath de la competición, por lo demás quizás disfrutaría más si el rival no fuera éste y en los alrededores de Vallecas hubiera hermanamiento de aficiones y no la cifra de tres policías por espectador, que así a bote pronto será a lo que toquemos cada uno de los que vayamos a verlo en directo.
Pero es que además a 15 días vista y coincidiendo con la visita del Almería, hay una propuesta de protesta que consiste en no entrar al partido, algo que ya viví lamentablemente hace unas semanas frente al Levante y que vino motivado por hechos realmente reprobables y más propio de años atrás en los que dictadores fascistas hacían y deshacían a su antojo en este país. En mis casi 30 años de socio era la primera vez que adoptaba esa decisión voluntariamente y por tales circunstancias. Desde luego yo el día del Almería estoy decidido a entrar al partido, a disfrutar del partido, a protestar contra los que enmierdan cada día algo que antes era un deporte llamado fútbol; principalmente porque a estos últimos, el hincha, el aficionado o el ultra se la suda completamente, somos una mierda para ellos y cuanto más lejos de los estadios y más cerca de las televisiones nos hallemos, más engordarán sus barrigas y sus carteras. Por lo tanto yo me niego a bailarles el agua quedándome en la calle junto a «cuatro o cinco» que al final serán los que se queden, ya que a la hora de la verdad, de ser solidarios y de dar un paso al frente, muchos de los iconos rayistas dan la callada por respuesta. No sé si esto molestará o no, pero haciendo un paralelismo con una de las múltiples frases o lemas cantadas o plasmadas en una pancarta o incluso en cualquier pared, digo que «en mi coño mando yo» y no pienso dejar de luchar por mi equipo ni un solo segundo, pero siempre desde dentro, con mayor o menor ingenio, gracia o picardía, pero siempre dentro, nunca más fuera.
Supongo que esto no es otra cosa que los pensamientos en voz alta de un chiflado que un poco harto de ver y soportar este fútbol enrarecido prefiere darse una pequeña tregua y disfrutar de lo que queda de liga y así en un futuro rescatar algún momento bonito de esta campaña, cuando mis nietos me acribillen a preguntas sobre ese tal Alberto Bueno que se hinchó a meter goles con la franja, al que el abuelo conoció en la radio o ese tal Paco Jémez que dicen que era famoso por su defensa de tres. Solo espero y deseo una cosa: que para entonces el fútbol haya vuelto a ser aquello que nunca tuvo que dejar de ser, un bonito y hermoso deporte, donde el hincha disfrute con él y los Tebas, Presa, Del Nido, Cerezo, sean solo un mal recuerdo de una época nefasta en la que unos cuantos locos lucharon por cambiarla.
Sean felices… Y el miércoles disfruten, aunque sea por un momento.
Alberto Leva.