El Rayo Vallecano Femenino seguirá un año más compitiendo en la máxima categoría del fútbol femenino nacional y lo hará gracias al fenomenal trabajo de un grupo brillantemente dirigido desde el banquillo.
Verano del 2018, tras el anuncio de la salida del club de Miguel Quejigo (la salida daría para otro artículo) llega el momento de buscar inquilino para el banquillo del Rayo Femenino de cara al siguiente curso liguero. La lógica dictaba que, tras una magnífica temporada con el filial femenino, el relevo se produjese de forma natural y fuese su entrenadora la elegida. Pero en el Rayo Vallecano, hace años que la lógica es solamente un bar de tapas que se ubica en el Puente de Vallecas.
Tras semanas de reflexión e incertidumbre, se anunciaba que Irene Ferreras sería la entrenadora del Rayo Femenino la temporada 2018-19. La propia Irene es consciente de que no era la favorita o, tal vez, no la primera opción, pero también es consciente de que si el tren pasa por delante de tu puerta o te subes en marcha o puede que se haya marchado para siempre y no haya una segunda oportunidad.
Dirigir al Rayo Femenino no es solo hacer una alineación o preparar una sesión de entrenamientos, es gestionar sentimientos, emociones y muchos factores externos. En muchas ocasiones es tener la palabra adecuada en cada momento y para cada jugadora, es saber dar ese abrazo que alguna te pide sin palabras con solo ver su mirada, es saber escucharlas en el día a día, es entender que muchas veces no puedes pedirlas más después de una jornada maratoniana en sus trabajos o estudios, es estar al lado de la que se ha lesionado por tercera o cuarta vez y no puede sumar dentro, pero le haces ver lo importante que puede ser fuera. Si has vestido esta camiseta y has pisado ese vestuario con anterioridad, ese poso que te da la experiencia ya lo tienes ganado y, aunque hayan cambiado muchas cosas desde entonces, no partes de cero en esa larga carrera que te espera hasta llegar a la meta en mayo.
Por suerte, Irene no llegó sola y lo hizo de la mano de un grupo de trabajo que merece el mayor de nuestros reconocimientos y aplausos. Kike no es solo el preparador físico del equipo y el que pone a punto el motor de este Rayo Femenino, es el fiel escudero de Irene y la persona con la que verás a nuestra entrenadora en cada previa del equipo masculino compartiendo un refresco y charlando de fútbol.
El taoísmo dice que el yin y el yang son dos fuerzas opuestas y complementarias aplicadas a la dualidad de todas las cosas del universo, en las que el yin es el principio femenino y el yang el principio masculino. En el rayismo, religión menos mística, pero igual de complicada de entender en muchas ocasiones, Irene sería nuestro yin y José Manuel, su segundo, nuestro yang. Dos piezas absolutamente complementarias a la hora de llevar a cabo un trabajo tan fenomenal como el que se ha hecho en el Rayo Vallecano esta temporada. Es complicado ver a José Manuel sin su habitual compañera de fatigas, y no me refiero a Irene en esta ocasión, sino a la pizarra. En ella plasma las ideas que surgen de una mente que piensa, sueña y vive por y para el fútbol.
Óscar es el ingenio, la frase apropiada en el momento apropiado y con la imagen adecuada en cada situación. No solo es el que hace sufrir entre semana a Ali, Ana, Porto o Lucía, sino el que las saca una sonrisa, a ellas o a las guerreritas más pequeñas que ven en Óscar a ese primo de Zumosol que todos hemos tenido alguna vez. Fundamental ese buen rollo que transmite con todas, incluso con las recién llegadas, ¿verdad, «Shhhael»?
Jota es uno de los lóbulos cerebrales del equipo, es el encargado de descubrir los puntos débiles del equipo contrario, así como de burlar a los vigilantes de seguridad para saltar la valla y subir a la pasarela para poder grabar desde las alturas el partido de nuestras guerreras en la City. Blanca es la encargada de hacer que, unas piernas cansadas de la carga que supone una jornada laboral de ocho horas al margen del fútbol, se conviertan en maquinas engrasadas para jugar al fútbol de élite. Ella es otra de esas pocas afortunadas que sabe lo que es estar en los dos lados del vestuario, ya que fue una de las primeras en lucir y defender nuestra Franja. Muchas veces su labor no se limita solo a lo físico, sino también a lo mental, esa camilla se convierte en el particular confesionario de muchas de nuestras guerreras y Blanca su guía espiritual.
Para el final y no menos importante dejo a mis dos delegadas. En esta gran cosecha del 2018, Isa es la uva madura absolutamente necesaria para que nos salga un caldo espectacular. Ella es la experiencia al servicio de la Franja, la que mejor conoce la sección y todas sus vicisitudes, consejera de unas y de otras, luchadora sin cuartel y ejemplo para todas aquellas que ansían triunfar en el Rayo Femenino. Elena es la uva más fresca, la juventud, el ímpetu y la ilusión por hacer algo que le apasiona cada día. Siempre a la vera de Isa, aprendiendo de la mejor, sin perder nunca la sonrisa y disfrutando con las guerreras del primer equipo y con sus guerreritas de Fundación que nunca la abandonan allá por donde vaya en la City, ya sea un entrenamiento o partido.
La temporada ha sido larga como se preveía, con momentos muy dulces (ese 0-4 en Matapiñonera no voy a olvidarlo jamás) y otros no tanto, algo para lo que Irene ya llegaba preparada, palabra que puede definirla bastante bien. Alguna jugadora me confesaba que nunca descansa, incluso los días en los que ellas no entrenan Irene está viendo vídeos del próximo rival. Esa misma jugadora también me hablaba de lo que Irene y su cuerpo técnico habían creado en ese vestuario franjirrojo y me lo definía como algo único.
Irene puede parecer seria y distante o, más bien, ir un poco «a su bola», tal y como ella misma dice, pero yo que he tenido la suerte de compartir charlas, con y sin micro mediante, puedo dar fe que no es así y que es una persona cercana, humilde y con los pies en la tierra, con la que puedes hablar horas y horas de fútbol, del Rayo o de lo que sea. Que no es tan seria también nos lo demostró en la entrega de Premios Desperdigaos cuando se arrancó a cantar junto a sus chicas en el karaoke posterior.
Es alguien a quien auguro un gran futuro en los banquillos, ya sea en el del Rayo Vallecano o lejos de Vallecas. Con su trabajo se ha ganado la opción de poder elegir su futuro, ya que ofertas no creo que vayan a faltarle. Si en mis manos estuviese la potestad de renovarles a todos ellos, pueden estar seguros que ayer no permito subir a ninguno al autocar que les trae de vuelta de Logroño, sin antes firmar la renovación. Por desgracia, yo solo soy un humilde agitador de redes sociales y juntaletras ocasional, al que con suerte leerá alguno de los huevitos tuiteros y espero se le encienda la bombilla para hacer llegar esta petición a los que toman decisiones (algunas de ellas buenas, como sería esta renovación) en el Rayo Vallecano.
Sería una verdadera lástima desaprovechar una cosecha tan sumamente productiva en cantidad y en calidad, como ha sido la del 2018. Que firmaran la permanencia matemática en la cuna de los mejores vinos no puede ser una mera casualidad.
P.D. Id preparando la L que en dos semanas va al baúl de los recuerdos.