Hay formas de ganar, salir campeón y ascender, pero la de este Rayo es única e irrepetible.
Ya acabada la temporada, sudada y dormida la resaca del festejo del ascenso en Estadio y Fuente, reposando de los saltos que es inevitable dar cuando se grita «¡¡¡Rayo Campeón!!!», me da por reflexionar y abro el portátil. Hay una expresión que, aun cuando ya todo pasó, no se me va de la cabeza: «El domingo hay que ganar, por lo civil o por lo vallekano».
Si no han visto Pulp Fiction, salgan de aquí inmediatamente, búsquenla y véanla, porque es un film imprescindible y porque se vienen spoilers. Si la han visto, seguro recordarán la escena final, con el personaje de Jules Winnfield, que tan brillantemente encarna Samuel L. Jackson, divagando sobre la cita bíblica inventada que recita antes de cumplir con su función de sicario, debido a que piensa que acaba de vivir una experiencia mística en la que el mismísimo Dios le ha salvado la vida.
El caso es que yo me siento muy Jules Winnfield desde hace unas semanas. Llevo meses diciendo a amigos y allegados franjirrojos «este domingo hay que ganar, por lo civil o por lo vallecano», probablemente por la inminente llegada de una nueva final para que nuestro querido Rayo vuelva a alcanzar la gloria. Nunca me había parado a pensar más en profundidad lo que quería decir. Al principio me parecía una vaga genialidad que se le ocurrió a mi vecino Quique Peinado cuando narraba el papel de un ya sustituido Movilla en el Tamudazo en la redacción de su gran, y a la vez, pequeño libro ¡A las armas!, otro pedazo de cultura imprescindible para entender Vallekas y el rayismo. Si no lo han leído, ya tardan en comprarlo en la web de la editorial «Libros del KO», que últimamente salió en las noticias por cosas de gallegos, censura y cocaína.
Sin embargo, en este último mes de competición en Segunda División, y haciendo balance de cómo se ha llegado hasta aquí, se me ocurren nuevos significados para esa cita. Pienso que tal vez signifique que Vallekas es un barrio sin ley en donde la vida hay que ganársela día a día, haciendo lo imposible y a veces lo impensable para salir adelante. ¿O será tal vez que en el Rayo somos pobres de solemnidad y que para alcanzar un resquicio de gloria en algo tan bellamente corrupto como el fútbol moderno hay que tirar de «bilardismo» puro, con el fin de ganar justificando los medios? Por una parte me gustaría pensar eso. Y aunque hay parte de verdad en estas dos reflexiones, ninguna acierta con el sentido que me parece que tiene la citada expresión.
Ganar por lo civil sería hacerlo de manera pulcra, ultrametódica, con todos los elementos del club remando en esa dirección y siendo claramente superior al resto. Mientras que ganar por lo vallekano es confiar en el único de un barrio republicano al que se le ha dado denominación de rey por su trayectoria de jugador franjirrojo la difícil tarea de, sin tener ninguna experiencia, sentarse en el banquillo del equipo de sus amores y reconducir a un grupo desmotivado y abocado al desastre, logrando la salvación que no parecían ser capaces de lograr ni alguien que ya había pasado por el puesto ni otro ex-futbolista con carrera y renombre.
Ganar por lo vallekano también es coger a quien hasta hace poco llevaba guantes y brazalete y, sin darle el homenaje que merece por colgar las botas, le pongas traje y corbata y le encargues la labor de confeccionar una plantilla competitiva para uno de los campeonatos más duros del mundo, y además que lo haga sin gastarse un euro. y lo mejor es que el tío va y lo hace, combinando cual malabarista del Cirque du Soleil la veteranía y experiencia de algunos viejos conocidos con la juventud y ganas de comerse el mundo de otros chiquillos que llegaron a Vallekas buscando dar salida al fútbol que tienen.
Pero sobre todo, ganar por lo vallekano es juntar el trabajo de estas dos personas (y de otras muchas que les asisten en el día a día), que le contagien al plantel lo que significa la Franja y el barrio al que representa a sus jugadores para que lo den todo por ellos mismos y por una hinchada que, si no cagó al equipo a tomatazos al volver de Anoeta, como iba a hacer otra cosa que no fuese animar, dejarse la garganta en Vallekas y en parte del extranjero, cuando van pasando las semanas y el sueño se va transformando poco a poco en realidad.
Los entendidos del ganar por lo civil, en agosto, dijeron que este Rayo Vallecano daría, como mucho, para luchar en el playoff de ascenso. Pero esos grandes expertos han descubierto en los últimos 10 meses lo que es ganar por lo vallekano, lo que es trabajar día tras día, jornada tras jornada sin pensar más allá, celebrando cada triunfo en la unidad de equipo y afición que debería imperar en el fútbol por más que los corbatas que lo manejen se empeñen en lo contrario, jugando bien y marcando goles. Ganar por lo vallekano es lograr una comunión entre vestuario y grada como nunca se vio, y fruto de ello, obtener el séptimo ascenso a Primera División, logrando además el campeonato de Segunda, el primer título oficial del fútbol profesional (masculino) en los 94 años de historia del Rayo Vallecano.
Como rezaba aquel tifo de Bukaneros, «Ganar tiene que ser la hostia». Pero ganar esta liga de Segunda División, por cómo se ha conseguido y la dureza de los rivales que se han tenido, es algo que se sale de los esquemas. Es ascender y dar la vuelta de una forma única e irrepetible. Es ganar un título por lo vallekano.
No queda más que agradecer a los responsables de todo esto: jugadores, técnicos, currantes del club y dirección deportiva. Gracias por hacer que el Rayo vuelva a ser el Rayo.
Ya estamos en Primera, el infierno pasó. Llegó el Matagigantes, ¡Rayito campeón!
Texto de Jorge Morales García. Imagen de Iván Díaz.