Las aguas por Vallecas bajan revueltas y nadie parece saber llevar el timón de la nave franjirroja.
Malos tiempos para la franja. Cerca ya de terminar la primera vuelta, el barco del Rayo navega a la deriva a solo dos puntos del descenso, sin encontrar su juego y, aunque cinco puntos es todavía una diferencia remontable, con la zona alta de la tabla cada jornada un poco más lejos. Sin embargo, el mayor problema del Rayo no es ni de fútbol ni de resultados, sino de alma, la que falta, y fantasmas, los muchos que sobran.
Desde algunos integrantes de la plantilla al que dirige el barco. Desde el fatídico día de Anoeta, parece rondar sobre el equipo un tufo sombrío del que es imposible deshacerse, hasta el punto de que a algunos jugadores es imposible distinguirles de espectros que deambulan por el campo sin pasión alguna. Fantasmas capaces de echar a un entrenador de su casa y de hacer del nuevo inquilino una figura gris e insulsa.
Y de todo esto, hay un responsable. Tras la marcha el pasado verano de Felipe Miñambres y Paco Jémez, Martín Presa ha quedado desnudo. Para lo bueno y para lo malo, con sus aciertos y sus errores, Felipe y Paco eran los artífices de un proyecto que durante varias temporadas funcionó en lo deportivo. Pero cinco temporadas después, el Rayo es un páramo. Ahora, sin ellos, Presa, todopoderoso, ha sumado un caos deportivo al desastre institucional del que ya era responsable antes. Porque hay muchas decisiones difíciles de entender.
No se entiende que un equipo que baja de categoría tras una pésima temporada mantenga a la gran mayoría de jugadores. No se entiende que jugadores que tardan semanas en incorporarse a la pretemporada o que muestran su voluntad de irse no solo se queden sino que sean renovados. No se entiende que jugadores en el ocaso de sus carreras sigan cerrando el paso a jóvenes promesas que, si no se hace nada para remediarlo, terminarán triunfando en otro sitio.
Ahora, en medio de la temporada, es muy complicado hacer lo que se debió hacer en verano, pero en algún momento habrá que abrir las ventanas y airear la casa antes de que todo se pudra.
«Tras la marcha el pasado verano de Felipe Miñambres y Paco Jémez, Martín Presa ha quedado desnudo».
Pero para ello es importante que el rayismo no se duerma. No nos dejemos absorber por la desidia que emana del club y el equipo y actuemos para, una vez más, sostener y levantar la franja. Que los fantasmas, tanto en el campo como en el palco, sientan nuestro aliento en la nuca. No les dejemos hundir el barco.
No todo está perdido. Beltrán, Amaya, Clavería, Baena. Ellos dentro del campo y nosotros en las gradas debemos ser la referencia para devolver el alma a Vallekas y vencer a los fantasmas. No se trata de resultados. No exigimos ganar. Valentía, coraje y nobleza. Es lo único que pedimos.
Rayismo o barbarie.