El Rayo Vallecano Femenino visita al FC Barcelona en el Miniestadi tras el parón por selecciones. Hay poco que perder y mucho que ganar en este envite.
El partido que va a disputar el Rayo Femenino el próximo domingo, por motivos obvios, no es un encuentro más. Es cierto que hay tres puntos en juego, como en el resto de choques ligueros, pero jugar ante el FC Barcelona y en un escenario como el Miniestadi, siempre es especial o al menos debería serlo.
Un partido especial merece una previa especial y, posiblemente, hoy no vayan a encontrar un prólogo de partido al uso y mis líneas se van a centrar más en mandar un mensaje de positividad al equipo franjirrojo que a hablar de las virtudes del Barça. Va a ser tan atípica que va a adquirir tintes cinematográficos, por lo que me gustaría pedir disculpas por tal atrevimiento a mi amigo y cronista del primer equipo masculino, Jesús Villaverde. De todos es sabido que el verdadero experto en el séptimo arte es él y yo, tan solo, un simple agitador de redes sociales.
El título del artículo ya es toda una declaración de intenciones sobre lo que me gustaría transmitir en esta previa. A priori, en un duelo tan desigual todo podría hacer pensar que habrá una victoria relativamente fácil del equipo grande, el FC Barcelona, ante el humilde, el Rayo Femenino. La obligación de nuestro equipo es voltear este pensamiento y dar la campanada venciendo al, hasta la fecha, equipo blaugrana Invictus.
Ante un rival de tal magnitud, además de entrenar lo táctico supongo que también es importante llegar al 200% en lo anímico, con un pensamiento positivo de hacer grandes cosas. Es por eso, que la historia más reciente del Rayo Femenino tiene muchos paralelismos con la historia de superación personal y amistad incondicional, que Santiago Zannou llevó al cine, hace 10 años, con El truco del manco.
Creo que no es necesario explicar las trabas y los obstáculos que este equipo ha tenido que salvar a lo largo de los últimos años. Han sido numerosos los escollos que han ido superando, gracias a la unión y el compañerismo que ha existido en un vestuario que ha formado su pequeña familia, en el cual remaban todos a una para llevar la nave del Rayo Femenino a buen puerto.
El nuestro es un equipo humilde y de barrio, como los protagonistas de esta película ganadora de tres premios Goya, acostumbrados a buscarse la vida y a salir siempre adelante a pesar de las circunstancias. Con respecto al partido del domingo, no puedo evitar acordarme de una escena en la que Adolfo (Ovono Candela) se queja de su suerte y Cuajo (Juan Manuel Montilla «Langui») le da una brillantísima replica en el que pronuncia una frase, a mí no me digas que no se puede, que es el mensaje que Zannou quiere transmitir en este filme.
Una frase que, habla de ese espíritu de superación con el que debemos afrontar las adversidades y, del que todas y cada una de las jugadoras que el domingo salten al Miniestadi se tienen que contagiar. Sabemos que, a día de hoy, son incontables las cosas que separan a ambos equipos y en cualquier comparación, el Rayo Vallecano saldría malparado. Pero cuando la colegiada pite el inicio del partido, esta kilométrica distancia se acortará tanto como nuestras guerreras quieran que así sea.
Muchas de nuestras jugadoras saben muy bien de lo que estoy hablando, ya que el año pasado protagonizaron la primera gran sorpresa de la Liga Iberdrola derrotando al Atlético de Madrid en Majadahonda. En aquella ocasión, todo estaba en contra y la balanza se inclinaba tanto del lado rojiblanco, hasta el punto de vender la piel del oso antes de cazarla los aficionados rojiblancos allí presentes. Aún recuerdo a mi amigo, Álvaro Moreno, hablándome de la suerte que habíamos tenido en la primera parte, pero asegurando que en el segundo tiempo llegarían los goles locales. Álvaro demostró ser tan mal vidente como magnífico fotógrafo.
Ese día, alguien, tal vez Quejigo, pareció ponerse en la piel de Will Smith (Chris Gardner) en la emocionante charla que mantiene con su hijo (en la ficción y en la vida real) en la película En busca de la felicidad. Todo el que haya visto la película, seguro que recuerda la escena de padre e hijo en la cancha de baloncesto en la que Chris Gardner le dice al pequeño Christopher: «No permitas que nadie diga que eres incapaz de hacer algo, ni siquiera yo. Si tienes un sueño, debes conservarlo«.
Hubo un momento clave en ese partido, en el que la colegiada pita penalti en contra y, entre gritos de «Bukanero, ponte a trabajar», memorizados no sin esfuerzo y ensayados a lo largo de la semana, un pequeño grupo de «adorables» aficionados rojiblancos y sus respectivas paguitas, gozaban y celebraban ya el primer gol de las suyas. Pero allí emergió la figura de una enorme Ali, que con una espectacular parada detenía las esperanzas atléticas y parecía lanzar a sus compañeras ese mensaje positivo y de firmeza que Gardner compartía con su hijo. Con esa parada comenzó todo y con el gol de Sheila concluyó.
Dicen que la realidad supera a la ficción y aunque lo verdaderamente importante sucederá de verdad en Barcelona el próximo domingo, espero que el guion del partido lo escriba un guionista con sangre y alma franjirroja para poder disfrutar de un final feliz y no de un drama.
Texto: Alberto Leva Santalla
Imagen: Javi LR