El Rayo cae ante el Tenerife (1-0) en un nefasto partido con excesivo protagonismo para un mal árbitro como Iglesias Villanueva y para el absurdo del VAR.
No es nada nuevo que Iglesias Villanueva es malo en su trabajo. Un profesional indecente e indigno de la que se dice la mejor Liga del mundo. Como el VAR, como todo el colectivo arbitral. Lo vivido en el Heliodoro Rodríguez López es un escándalo, un robo, un atraco a mano armada. Cuando hay un jugador que rompe el fuera de juego por varios metros, jamás se puede anular un gol y justificarlo con un plano cerrado en el que solo se ve a dos jugadores y con una línea pixelada y que no se corresponde con el último hombre, que clarísimamente rompía el offside.
En lo deportivo, también empieza a estar claro que el Rayo de Iraola no tiene cara de ganar muchos partidos lejos de Vallekas y que aquello de la solidez defensiva que tanto hemos oído estas semanas es poco más que humo y palabras.
No se puede ganar un partido cuando apenas te asomas al área visitante y, mucho menos, cuando dos de cada cuatro acercamientos del rival terminan dentro de tu portería. El partido que enfrentó al Tenerife y al Rayo no tuvo absolutamente nada. La primera parte se disolvió como un azucarillo en el café entre constantes faltas e interrupciones del conjunto local. Quince faltas acumulaba el Tenerife al término de la primera mitad. Varias de ellas fueron susceptibles de tarjeta, como lo era de revisión un penalti sobre Óscar Valentín que un árbitro tan indolente como chulesco obvió. No obvió, sin embargo, la primera acción medianamente comprometida del Rayo y la siguiente, en las que sí enseñó la cartulina a dos rayistas. El Rayo, inexplicable, llevaba dos tarjetas mientras que un rival que se había dedicado a repartir tarjetas de visita seguía de rositas.
Sobre el campo, nada.
Los de Iraola no eran capaces de asustar al peor equipo al que se han enfrentado hasta la fecha. Óscar cruzó demasiado una buena combinación franjirroja y Qasmi no alcanzó la velocidad de crucero necesaria para culminar un magnífico balón a la espalda de la defensa chicharrera. La buena cara mostrada por el Rayo en Vallecas se desenfocaba en un único disparo blandito de Isi -que pudo abrir el balón a la banda de Mario unas quinientas veces- a las manos de Ortolá. No hubo más equipo visitante sobre el verde, como tampoco hubo local. Sin embargo, los tinerfeños supieron aprovechar su escasa producción ofensiva. Avisó Fran Sol, con un gol anulado, y salvó Morro un uno-cero más tempranero con una soberbia intervención. Poco después, un mal rechace al centro del área del canterano era aprovechado por Bermejo para anotar el gol que, a la postre, serviría para ganar a un insulso Rayo. Solo quedó tiempo para la infamia, la vergüenza; una prueba más de que el fútbol español está adulterado, de que el Rayo de Iraola huele a mitad de tabla y de que la Liga es un estercolero. Nada más. Y nada menos.
Jesús Villaverde Sánchez