El Rayo perdió en Leganés (1-0) con un atraco descomunal de Prieto Iglesias y un pobrísimo bagaje ofensivo.
Prieto Iglesias, el VAR, en concreto un inútil Santiago Varón Aceitón (el chiste se lo hace él solo), y el Leganés atracaron en la noche de ayer al Rayo Vallecano en el Estadio de Butarque. El robo fue escandaloso, inusitado, una barbaridad difícil de volver a ver. El mismo penalti que han pitado 523789 veces esta temporada no fue ni revisado por un colegiado tan inútil como chulesco y desairado. El típico hombre al que no quieren ni sus hijos ni su mujer y que enfrenta su soledad con gomina a tarros industriales y esa bravuconería barata amparada siempre en un silbato. Un Periquillo.
El atraco a navaja no debería empañar, ojo, los desastres que arrastra el Rayo durante toda la temporada, que quedaron al desnudo otra vez en el triste sur de Madrid. No corrían ni tres minutos cuando el Rayo ya había encajado un gol, previo desajuste en la retaguardia (la solidez defensiva… ¡chupito!), y cometido un posible penalti para solventar otro agujero de sus maravillosos defensas. Tampoco debería ocultar el escamoteo arbitral la enésima tontuna de un Dimitrievski que últimamente sale a desastre por partido.
Tras ver el quinceavo descalabro rayista, no cabe duda de que las mejores cosas que le podrían pasar serían la supresión del VAR (que total, para lo que hace…), la destitución de Iraola (por aquello de intentar hacer algo con sentido desde el banquillo alguna vez) y que el guardameta macedonio no se volviese a poner bajo palos (por cierto, Luca Zidane se mostró bastante más seguro que el titular en los pocos minutos que disputó).
Poco se puede comentar del partido cuando el árbitro lo mató en los últimos minutos. Sin embargo, quizás el Rayo jugase su partido más completo sin tener en cuenta el acierto, que al final es lo que suma. Varios errores garrafales de Pozo en el mano a mano, un remate de Qasmi en el que pareció tener un trasero por pie y una volea de Andrés Martín que no consiguió emular la de El Molinón. En el otro área, un remate alto bajo palos, tras otro de los incontables desajustes defensivos, y una cantada de Dimitrievski al que le salvó la madera.
En la segunda mitad, el show del colegiado. Primero expulsó, como dijimos antes, a Dimitrievski por decirle algo (ni protestó el desubicado portero rayista). Después, hizo lo propio con Rubén Pérez, que cortó un contragolpe que apuntaba a gol y después, sacó la pistola. Entretanto, un remate en semifallo de Martín obligó a estirarse a Cuéllar, que respondió con un soberbio manotazo a ras de suelo, y un disparo de Shibasaki fue detenido por Zidane. Por su parte, Iraola dio otra muestra más de sus ambiciones cuando, con el partido perdido y un jugador menos, decidió retirar a Trejo, que estaba llevando los ataques del Rayo, para introducir a Comesaña, un centrocampista de corte menos ofensivo. Incomprensible, absurdo, ridículo. El Rayo es demasiado dosmilveinte.
Imagen: Twitter oficial Rayo Vallecano