El Leganés obtiene la victoria a balón parado ante un calamitoso Rayo (1-2) que volvió a conceder demasiados regalos en la retaguardia.
El Rayo volvió a la senda del ridículo. El Leganés, al estilo Bordalás, se llevó los tres puntos con dos balones parados, ciencia en la que el Rayo, año tras año, sigue suspendiendo estrepitosamente.
El conjunto de Pellegrino salió dispuesto a amedrentar al Rayo. El de Míchel, adormecido por la ola en la que llevaba surfeando desde el año pasado, pareció creer que todo estaba hecho y naufragó en su propio desastre defensivo. Abdoulaye Ba (pensando a saber en qué durante toda la primera mitad) vio la amarilla a los treinta segundos en lo que iba a ser metáfora de la caída venidera.
Ya en el minuto 3 había avisado el conjunto pepinero con un disparo lejano que obligó a Dimitrievski a emplearse abajo. Del Rayo, ni rastro hasta el minuto 17, en el que un balón de Álex Moreno se paseó sin rematador por el área visitante.
Manejaba a su antojo el conjunto de Pellegrino, que sin asustar, controlaba cada centímetro de césped en Vallecas. El árbitro, loco por la música, amonestaba a Amat a los ocho minutos mientras permitía el mismo tipo de juego en el conjunto del sur de la capital. Dominaba el terreno, la moral y la cabeza el Leganés y se dejaba hacer un Rayo absolutamente inoperativo al que se le había quedado la cara del de hace dos meses.
Si algo evidenció ayer el encuentro fue la absoluta necesidad que tiene este Rayo de Santi Comesaña. Ni de lejos alcanzó Medrán a cubrir su ausencia junto a un desesperante Imbula, lento, torpe y fallido en la toma de decisiones, como es costumbre. Hacía aguas la medular del Rayo, incapaz de guardar el balón y construir, y ahí se hacía fuerte un Leganés al que le bastó con poquísimo. Solo avisó una vez, con un disparo a bocajarro que, quién sabe cómo, sacó Dimitrievski.
En el minuto 35, el Leganés hacía valer su absoluta superioridad a la salida de un córner. Solo, Braithwaite en el centro del área, remataba el servicio desde la esquina. El remate, picado, se colaba por la izquierda del meta macedonio ante la mirada inoperante de toda la zaga franjirroja. Solo entonces, a dos minutos del final, el Rayo disparaba por primera vez, tímidamente, a la puerta defendida por Pichu Cuéllar. Lo hacía el desaparecido Trejo, que sigue sin estar y al que Vallecas sigue esperando.
Lo más destacable de la primera mitad llegó entre el minuto 10 y el 12 en forma de protesta contra el usurpador del fútbol Javier Tebas. La hinchada ofreció la espalda a un partido que le había nacido de culo y a un equipo que, tras cinco jornadas de glorias, anoche hacía lo propio.
La segunda mitad comenzó con un cambio de sistema. Uno imagina a Míchel echando a suertes, entre Amat y Ba, a cada cual peor sobre el campo, y ambos con amarilla, el central a retirar. Finalmente le tocó a Ba la china y fue el senegalés quien dio salida a Franco Di Santo. Mucha gente ni se enteró que el argentino había debutado con la franja. Con el cambio de sistema, y el retorno a la línea defensiva de cuatro, Míchel buscó fortalecer más las líneas de ataque.
Por lo visto en el primer minuto, parecía que iba camino de conseguir ese impulso. Raúl de Tomás se anticipaba a una malísima salida de Cuéllar para rematar alto en la primera llegada franjirroja. Solo tres minutos más tarde, Imbula lanzaba desviado un balón desde tres cuartos de campo. Poco más ocurría sobre el césped en un partido anestesiado por los hombres de Pellegrino. Cuéllar se empeñaba en volver a demostrar que no solo es un infame deportista, sino también un despreciable ser humano, al chotear a un recogepelotas de unos 12 o 13 años. Recio hacía lo propio provocando a cuanto jugador franjirrojo se cruzaba en su camino y acorralando al árbitro, muy permisivo, con sus protestas. Y entre tanto, a Nyom, un jugador que no se ha caracterizado nunca por su amueblada cabeza, se le escapó la locura. Patadón sin balón en juego sobre Embarba y roja directa por agresión.
Se le daba la vuelta al partido a los de Vallecas. Míchel daba entrada a Pozo para sostener el centro del campo en detrimento de un Embarba más fallón que de costumbre, aunque siempre voluntarioso. Sin embargo, ni por esas. Aun con un jugador menos, el Leganés seguía mejor plantado en el campo que el Rayo y le ganaba la partida táctica. El agujero Comesaña seguía siendo un lastre y no parecía que el equipo vallecano tuviese fútbol para voltear el marcador.
No obstante, a veces el empuje también marca goles. Tras un remate de Raúl de Tomás que desvió Cuéllar con una soberbia intervención, un disparo de Pozo desviado por un defensor y repelido por el meta fue remachado a gol por Álvaro García. Entonces, cuando Vallecas daba por bueno el punto, reapareció ese Rayo que ni Ignatius Farray sería capaz de describir. El Rayo de los pachachos. Jordi Amat, en su afán por quién sabe qué, regaló un absurdo córner que, tras ser defendido de forma circense, cristalizó en el gol de la victoria de En Nesyri. Se rompió la racha en Vallecas de la peor forma posible, con todos los fantasmas del pasado, el balón parado, el agujero Comesaña y la desidia aullando en la nuca de los de Míchel.
Jesús Villaverde Sánchez