El Rayo suma un punto frente al Málaga CF (1-1) en su visita a La Rosaleda. Los de Paco Jémez se repusieron al tempranero gol de Cifu y pudieron optar a más premio en la segunda mitad. Embarba volvió a ser el mejor futbolista franjirrojo.
En las cinco jornadas anteriores, el Rayo solo había abierto el marcador en una ocasión; el pasado viernes frente al Racing. En La Rosaleda, solo hicieron falta siete minutos para que volviese a ir a rebufo. El enésimo desajuste defensivo en la pareja de centrales provocó el espacio: Saveljich salió a tapar al atacante que ya tenía vigilado Mario Suárez y le descubrió la espalda a Adrián González. Desde allí, el ex rayista puso el balón al segundo palo para que Cifuentes lo empujase cómodamente a la red de Alberto García. Primer golpe, primera caída a la lona.
No fue el único desbarajuste defensivo de los de Jémez, que se parecieron a su versión dickensiana del pasado en algunas fases del encuentro. Milic y Saveljich no se entendían con el resto de compañeros y en su debe acumulaban errores de marcaje, fallos en la salida y el susto generalizado cuando, a los catorce minutos, otra salida en falso cristalizó en otra ocasión de peligro para los boquerones, y más tarde, una pérdida tonta de Mario Suárez, que quiso jugar de memoria y no se percató de que con su compañero había un rival, pudo convertirse en el gol de vaselina de Juankar.
Dominaba el Málaga el marcador sin apenas controlar el balón. Paradojas del fútbol; a veces sirve con saber en qué momento atacar a tu rival y en qué momento es mejor esperar a que tenga lugar un fallo en su matrix. Los de Víctor Sánchez del Amo se sentían cómodos frente a un Rayo que se hacía dueño del esférico, pero cuyo dominio era simplemente territorial y para nada efectivo. El público de La Rosaleda tardó veintiséis minutos en ver peligrar su arco. Pozo tenía una segunda jugada idónea a su derecha: Andrés Martín entraba solo para remachar la jugada; pero el mediocampista quiso individualizar la acción y disparó, fuerte y raso, obligando a Munir a la estirada y el manotazo a ras de césped para despejar el balón a córner. El despertar fue solo momentáneo: no volvió el Rayo ni siquiera a merodear el área enemiga en la primera mitad. Por el contrario, el Málaga, sin buscarlo, parecía creer en la posibilidad de anotar el segundo tanto antes del pitido. Dos nuevas pérdidas incomprensibles, esta vez de Trejo, trajeron la amenaza de gol al piso e hicieron temblar las piernas del comando rayista. En ocasiones da la sensación de que el jugador que lleva el 8 es solo un ectoplasma: un fantasma, una memoria del tiempo en el que fue el mejor. Ayer, su exceso de autoconfianza pudo matar la esperanza de vida del Rayo para el resto del encuentro. La mantuvieron Alberto, primero, y la diosa Fortuna, después. El capitán franjirrojo repelió un disparo seco de Juankar para, minutos después, asistir al imperdonable despiste de su zaga, que pudo suponer el 2-0 y el final de la peripecia vallecana en Málaga. El árbitro señaló falta en la línea de tres cuartos, los defensores del Rayo se giraron, perdiendo la cara al balón, momento que aprovecharon las filas malaguistas para poner el balón en juego a la espalda de esos defensas que no miraban la jugada. Suerte tuvo el conjunto de Jémez de que el último remate no cogiese puerta y saliese por encima del larguero, pero la jugada fue el resumen perfecto de la nefasta primera mitad disputada por el equipo visitante en la tarde-noche malagueña.
Cambió de aires en la segunda mitad Paco Jémez. El entrenador canario quiso agitar la coctelera e introdujo a Bebé. Pura anarquía. En solo dos minutos, el portugués ya había sumado más acciones de peligro que su sustituido, Andrés Martín, durante toda la primera mitad. El internacional sub-21 no tuvo su noche, ni por asomo, en terreno malaguista. En el primer balón que tocaba, Bebé disparó con violencia a la madera defendida por Munir y puso el miedo en el cuerpo a los locales. Sesenta y pico segundos más tarde, otro intento lejano terminaría con el balón perdido por la línea de fondo, pero con los nervios de la parroquia local activados.
Alberto García quiso infartar a unos cuantos de sus haters y le puso picante al espectáculo con un regate en una baldosa a Juankar que ya hubiese querido firmar el inoperante Ulloa. El ariete argentino de ascendencia chilena es como ese boxeador que solo baila y baila. Sin parar. Mucha pelea, pero pocos golpes. Y entretanto, empató el Rayo. Saúl García, en la que sería casi su única aparición en la banda izquierda, donde sustituía a Antonio Luna –presumiblemente titular el sábado frente al Almería–, puso un centro al corazón del área que intentó rematar Ulloa, pero terminó remachando en boca de gol Embarba. El extremo rayista, que volvió a ser el más destacado del plantel, acumula ya cuatro dianas en los primeros seis encuentros y se antoja pieza indiscutible para las aspiraciones del conjunto rayista, sean cuales sean de aquí a final de temporada.
Con el gol se apaciguó el ímpetu con el que la franja roja –en este caso negra– había regresado de la caseta en el intermedio. No obstante, en la segunda mitad el Rayo fue el único equipo que pisó La Rosaleda. En el minuto 66 llegó la ocasión más clara para desequilibrar el marcador. Ulloa se plantó solo ante Munir, pero su disparo a bocajarro se estrelló en la madera, si bien es cierto que parecía que el arquero marroquí tenía cubierta la portería y solo dejó que el esférico golpease el palo para ganar el saque posterior y no tentar al posible error. En la última media hora parecía que las dos escuadras daban por bueno el punto y no querían arriesgarlo. Excepto Bebé, que seguía a lo suyo y prometía caos en cada acometida. Un disparo mordido del extremo portugués se marchó a las manos de Munir y, más tarde, un balón peligroso y tentador se insinuó a todos los delanteros rayistas que poblaban el área. Se paseó, provocante, con sus mejores galas, esperando el piropo, la caricia, el toquecito que lo depositase en la red malaguista. Pero no triunfó, abandonó el pub cariacontecido y volvió solo a casa.
La segunda mitad fue dominada por el conjunto vallecano, pero es cierto que tampoco ofrecieron los franjirrojos una sensación de apisonar a su rival en busca de la remontada. Al final, un empate justo que deja sensaciones encontradas en todos los sentidos y una nueva preocupación en el apartado estratégico de cara al enfrentamiento contra la UD Almería del próximo sábado. Una acción fortuita terminó con Milic abandonando el recuadro en una camilla; otro integrante más para una enfermería que pronto colgará el overbooking en su puerta (Velázquez, Ba, Milic). ¿Nueva oportunidad para Martín o titularidad para Catena? A falta de fútbol y goles, siempre es propicia la especulación.