Se cumplieron los pronósticos y el FC Barcelona ha derrotado al Rayo Vallecano por 3-1, pese al gol inicial de RDT.
La noche caía sobre la ciudad de Barcelona en vísperas del duelo entre el líder y el penúltimo clasificado. Veintidós futbolistas de presupuesto antagónico se daban cita en el verde del Camp Nou, pero los focos del templo blaugrana iluminaban a un hombre de temple sosegado, valía testada, sentimiento inquebrantable y futuro incierto.
Desde el área técnica se desprendía la tensión e intensidad que faltó en el terreno de juego, se batallaba cada balón como si fuese el último, se acudía a cada contragolpe como acudiría cualquier aficionado de barrio que abrazara la franja en su niñez.
En la banda se derrochaba el coraje que el himno rayista pregona, ese que el propio Míchel conoce como nadie. Por desgracia, en ciertas ocasiones – cada vez más abundantes – se evidencia que el día en que se impartió esa lección no todos acudieron a la reunión.
El dominio culé fue evidente a lo largo de la totalidad del encuentro y, pese a una ambiciosa presión del cuadro franjirrojo, la primera ocasión clara iba a caer del lado de los de Valverde. Luis Suárez aprovecharía un centro lateral para rematar de cabeza el cuero, obligando al meta macedonio a estirarse para despejarlo. No iba a ser este un intento anecdótico, pues el conjunto blaugrana vería en los centros laterales y el balón parado su mayor fuerte para abatir a los visitantes.
Iba a alcanzarse el ecuador de la primera parte con absoluto control del líder, sin embargo, aparecería el de siempre, el llanero solitario, para enviar un misil al costado izquierdo de la portería defendida por Marc-André Ter Stegen, anotando el primer y único gol de los vallecanos y el undécimo en su cuenta particular. Raúl de Tomás volvía a salvar la papeleta.
Avanzado el partido, hacia el minuto treinta y dos, Gerard Piqué remataría un balón colgado para dar el primer aviso a los de Míchel. Sólo seis minutos después, con el mismo protagonista y otro envío aéreo, los más de setenta mil asistentes al encuentro celebrarían el gol del empate local, aprovechando un desajuste defensivo que se añade a una infinita sucesión de despropósitos en esta faceta.
Una vez Melero López indicó el cese de la primera mitad y, quince minutos después, el comienzo de la segunda, la zaga rayista acudía a su cita habitual con la incomprensible concesión de penaltis y, con ello, Leo Messi colocaba el segundo en el luminoso.
Iba a ser el propio mediapunta argentino quien protagonizara la siguiente acción de peligro, finalizando desde el punto de penalti una gran jugada del conjunto culé, pero encontrándose con las manos de Stole Dimitrievski.
Tras ello, la entrada de José Ángel Pozo provocaría un minúsculo pero apreciable giro en la aportación al encuentro del Rayo Vallecano. Sería entonces cuando los franjirrojos iban a llegar con relativa frecuencia al área rival, eso sí, sin apenas peligro.
A continuación, Leo Messi volvería a dejarse ver, escribiendo poesía desde la frontal del área con un lanzamiento de libre directo que desviaba a córner Álex Moreno en la misma línea de gol.
Finalmente, ya en el minuto ochenta y dos, Luis Suárez consolidaba el dominio blaugrana enviando a la red una invitación a gol de Ivan Rakitic, quien se había incorporado al césped en sustitución de Philippe Coutinho. Diez minutos después, Melero López daba validez al tres a uno final.
La noche era ya más oscura en la bella Barcelona, siendo la posición de los locales el único ápice de claridad que podía vislumbrarse. Los focos volvían a señalar a ese hombre sosegado de temple difícilmente alterable, juzgado por el club de su vida y acompañado esta vez por unas cristalinas lágrimas que luchaban por no caer.