El Rayo se impuso a domicilio a un Huesca (0-1) más dominante, pero mucho menos
efectivo. Un golazo descomunal de Imbula permitió al Rayo sumar su primera victoria.
En el caos, normalmente, se imponen los pequeños detalles. Un gesto, una mueca, una pequeña acción que lo derriba todo y se convierte en el hito a recordar. El Alcoraz acogía en su primer partido como estadio de Primera a un viejo conocido. Poco tenían que ver, pero mucho tenían en común, el Huesca y el Rayo de este partido con sus fantasmas del pasado. Para empezar, Leo Franco había relegado al banquillo a Gallar y Cucho Hernández, sus dos baluartes, de manera incomprensible. En la otra orilla, Míchel había sentado a Embarba, indiscutible hasta la noche de ayer, para dar salida a Álvaro García, que en el Wanda había sido de los mejores. Debutaban también con la franja el franco-belga Imbula y redebutaba Raúl de Tomás. En el palco se dejaba ver Javier Tebas, el primero de los cuarenta que se llevaron el fútbol.
Comenzaba el encuentro con ese nervio propio de los duelos de aspirantes. El Rayo se mostraba más atenazado, dominado por el Huesca en la medular, pero sin apenas temblequear ante sus posesiones extensas y prolongadas en el espacio-tiempo. Buscaban los de Leo Franco las bandas, donde podían intuir una ligera descompensación franjirroja. Sin embargo, la primera ocasión de peligro tangible fue para el conjunto visitante. Hasta en dos ocasiones pareció que el esférico se le iba a escapar a Kakuta, pero el franco-congoleño puso un centro al núcleo de la defensa que era veneno puro. No atinó a controlarlo Trejo, al que se le filtró entre las piernas, pero el rechace le cayó a Raúl de Tomás, que disparó, con el hambre de un tiburón, contra las piernas de un defensor para que, en otro rechazo, Álvaro García lo estrellase contra Werner. La respuesta del Huesca, tímida, pero con aspecto de dañina, no se hizo esperar. Melero cabeceó un servicio al segundo palo para disponerlo en la segunda línea. Allí aterrizaba Pulido, al que Álex Moreno le consiguió robar la pista un milisegundo antes de que rematase a la red. Magnífica acción defensiva del catalán para evitar el 1-0.
Fue entonces cuando llegó. Ese detalle que reordena la entropía y desequilibra todas las balanzas. Esa bala que corta el aire desde la azotea para dinamitar las opciones de victoria de nuestros rivales. Tras recoger en sus botas el desenlace de una interesante jugada por la banda izquierda, Giannelli Imbula francotiró la escuadra de Axel Werner con un descomunal zapatazo imparable. No lo desvió nadie, ni siquiera lo rozaron. Apenas le faltó remangarse las mangas a lo Mark Lenders para que el golazo fuese digno de recopilar en las mejores acciones del fútbol manga. Qué disparo. Qué violencia impía, pero cuánta belleza. Si el fútbol no existiese alguien tendría que inventarlo para ver una y otra vez ese tanto del trequartista franco-belga.
En los minutos siguientes al gol, en mitad del desconcierto y con las filas enemigas todavía recobrando el aliento tras la detonación, el Rayo pudo ampliar la distancia. A punto estuvo de hacerlo Raúl de Tomás. La jugada, por el flanco izquierdo, por el que los rayistas volcaban todas las acciones de peligro, terminó con un centro de Álvaro García que el nueve, en boca de gol, remachó fuera por milímetros. Parecía noqueado el equipo local, que trataba de reencontrarse consigo mismo a través de múltiples balones colgados a las postrimerías del área que defendían ayer los Alberto, Amat y un sobresaliente Abdoulaye Ba.
Los primeros instantes tras la reanudación devolvieron un Huesca que volvía a buscar la portería rival con ahínco. Alberto García solventó una mala salida con un paradón a bocajarro a la volea de Chimy Ávila, de largo el jugador más activo de los oscenses. No obstante, el Rayo se sacudía el dominio del conjunto local con jugadas bien trenzadas. Sobresaliente fue su capacidad de armar una ocasión de peligro en solo tres toques. Letal como la Mamba Negra, Kakuta sacó de su lámpara mágica un taconazo que aclaró el camino del ataque franjirrojo y borró de la jugada hasta a tres defensores locales. El siguiente, Trejo, tiralineó un dulce a la carrera de Raúl de Tomás, que soltó un latigazo a la escuadra derecha de Werner. El arquero cedido por el Atlético de Madrid se tuvo que emplear a fondo para salvar lo que era otro golazo.
Entonces apareció. El árbitro, el VAR, ese invento del demonio que quedó claro que va a servir para lo que cada uno quiera. Según apetencias. Kakuta centró al segundo palo, un regalo a la testa de Raúl de Tomás, que no lo desaprovechó y lo cabeceó, picado, batiendo a Werner. Evidentemente, el delantero había forcejeado con el defensa. Porque un delantero tiene que hacerlo; siempre: es parte de su juego. Nadie se percató de que el jugador azulgrana estaba agarrando a Raúl de Tomás, pero sí se fijó el videoarbitraje en que el atacante de origen dominicano se zafó de su defensa agarrándolo a su vez. Quiso ser protagonista el árbitro, cómo no, y anuló el gol después de revisarlo en la pantalla, para dejar claro que, al final, les podemos dar toda la tecnología del mundo, pero si son unos nefastos profesionales seguirán haciendo de su capa un sayo. Sería interesante escuchar las opiniones de los grandes delanteros de la historia, que tanto han tenido que forcejear en su carrera, sobre esta decisión. ¿Qué dirían los Valdano, Ronaldo, Batistuta o Alessandro del Piero de la falta, a todas luces inexistente, que vio el colegiado en el salto de Raúl de Tomás?
Lo que restó del partido fue un toma y daca entre Huesca y Rayo. Los locales, auspiciados por el regalo y el impulso de puntuar ante su público, tocaron cornetas de ataque. La tuvo el Chimy Ávila, a puerta vacía, sin oposición, pero la mandó a las nubes de Aragón. Posteriormente, el Cucho Hernández, a la media vuelta, hizo lo propio, y en un disparo lejano que obligó a Alberto García a su gran intervención de todos los encuentros murieron las esperanzas de victoria de los de Leo Franco. Entre el carrusel de fake fouls que el trencilla orquestaba, Advíncula pudo rematar la faena con un soberbio zurdazo que la madera escupió en el minuto 87 y que habría puesto la guinda a la maravilla de Giannelli Imbula, que consiguió doblegar, en su primera aparición, a los cuarenta ladrones. Primera (y gran) victoria de Míchel como entrenador de Primera; el Rayo suma sus tres primeros puntos y empieza la carrera por la permanencia tras los complicados envites de Sevilla FC y Atlético de Madrid. Todo está por decir. Pero las batallas se estrategian con más claridad cuando uno sabe que dispone de buenos francotiradores en su guerrilla.
Jesús Villaverde Sánchez