Jo, qué noche

Jo, qué noche

El Rayo se vuelve a estrellar (0-3) en Copa ante un Tenerife que le pasó por encima tras aprovechar los errores de la defensa en la primera mitad. Pésimo partido de los de Míchel.

Vergonzoso, indigno, lamentable, esperpéntico, circense… A la breve (o nula) comparecencia del Rayo en esta Copa se le pueden aplicar los mismos adjetivos que a su presidente Martín Presa. Los que se quiera y que cada cual elija sus preferidos. Se anticipaba un duelo bonito, festivo incluso, entre dos equipos con gusto por el balón controlado y el juego de ataque. Pero la fiesta solo la puso el Tenerife. Y se emborrachó tan pronto que ya ni siquiera quedó aliciente para seguir bailando.

No dio tiempo ni a analizar el once inicial de Míchel. A los siete minutos el Tenerife ya ganaba 0-2. A los 19 acababa de marcar el tercero. El entrenador madrileño había dado alternativas y ofreció oportunidad a algunos de los nuevos fichajes, que se mezclaron tanto con titulares como con algunos de los más jóvenes. Algo lógico tratándose de una competición inútil y adulterada cuyo único rédito puede ser el de hacer pruebas. Sin embargo, hasta los test necesitan de un cierto orden y razonamientos lógicos. No lo fue la idea de arrastrar a Unai López a la banda, por ejemplo. Con un solo movimiento de piezas, los de Vallecas acababan de perder dos posiciones: la del mediocentro y la de la banda. Las bandas, podríamos decir, aludiendo a las dos, si tenemos en cuenta que en la otra actuaba Lass. Por la parte de atrás debutó Velázquez junto a Amaya, en lo que resultó un gran homenaje a la comedia involuntaria. Ni la pareja Colubi-Coronas lo hubiese hecho mejor. La terna de centrales rindió pleitesía a algunas de las grandes noches de las últimas defensas rayistas. Un Greatest Hits compuesto por balones mal despejados, pases a ninguna parte, carreras infructuosas y un largo etcétera en un repertorio en el que solo se echó en falta música de faralaes. Una situación alarmante si tenemos en cuenta que podría ser la línea defensiva titular durante la temporada. Como preocupantes son la inoperancia en la medular de Cerro, que no tomó ni una sola decisión correcta y estuvo fallón en el pase de seguridad, y la tibieza de un Javi Guerra que lejos de asustar al rival como antaño podría llegar a provocarle ternura.

Solo Chori Domínguez ponía algo de control, concierto y orden en tres cuartos en su reaparición con la franja roja. Pero el argentino fue una isla. El mediapunta parecía ese niño crecidito que juega en el patio de colegio con los más pequeños y que, aunque lo intenta, es incapaz de tirar de los suyos. Fue lo poco a rescatar (lo único) de un partido en el que, aunque suene raro, no lució ni siquiera Fran Beltrán. Así las cosas, en el minuto 19 los insulares solo habían tenido que aprovechar un doble regalo de Amaya a Juan Carlos (primero un nefasto despeje sin sentido y después rompiendo lo que habría sido un clarísimo fuera de juego), un desequilibrio defensivo digno de una tesis doctoral sobre la pasividad en el deporte y una salida dubitativa de Mario que aprovecharía Brian para dinamitar el partido. 0-3 y silencioso pitido final con setenta minutos todavía por disputarse. Y pudo ampliar su renta el equipo canario con un remate en propia meta que habría sido el summum, pero lo sacó Mario en la única intervención de los dos guardametas en toda la noche. Y todo esto en media hora. Por la otra orilla, con un desaparecido Javi Guerra (su sustitución, la primera del partido y con 0-3 en casa, lo dice todo), Lass dispuso de la única ocasión del Rayo en noventa minutos, pero envió al larguero un remate “acrobático” (por decir algo) cuando se encontraba en posición inmejorable. Sin Trejo, la línea ofensiva del Rayo dio la sensación de tener pólvora escasa y empapada.

Así terminó la primera parte; recuerden que el partido había finalizado mucho antes. Míchel no introducía cambios, el Tenerife bailaba al Rayo y la hinchada local volvía a dar un espectáculo del todo inmerecido por el equipo de la barriada, que seguía con su particular circo. Apenas hubo más remates en el encuentro. Amaya culminó su noche aciaga enviando un cabezazo franco al córner y los de Santa Cruz estuvieron tentados de hacer crecer su rédito, pero parecieron no querer hacer más sangre a un Rayo sin espíritu. Únicamente Chori Domínguez (que apunta a capitán en la sombra) demostró algo de orgullo y amor propio cuando, tras un par de enganchones con un marrullero Alberto, le enseñó los dientes y le marcó los límites con una entrada muy agresiva que provocó la tangana y una tarjeta amarilla que se intuyó roja durante unos segundos.

De esta forma, al borde la medianoche, finalizó uno de los partidos más insulsos de los últimos tiempos. Sin historia y sin giro argumental; sin planteamiento y sin nudo, pero con desenlace. Y con una constatación que enciende las alarmas: el Rayo no tiene plan B. Y los banquillos suelen ganar temporadas. Pero eso ya es otra historia. Anoche nada se pudo hacer: el partido nació muerto. Otra comparecencia lastimosa del Rayo en Copa del Rey. Por algo Vallekas se proclama republicana.

Texto: Jesús Villaverde Sánchez

Imagen: Iván Díaz