El Rayo sucumbe (1-4) ante un Sevilla que hizo valer su insultante superioridad ante un conjunto franjirrojo a medio hacer y repleto de carencias.
Se puso artístico el Valle del Kas para darle una nueva bienvenida a la Primera División y al Sevilla. Ante la escasez de efectivos y jugadores de nivel en la plantilla, Míchel dispuso una alineación de circunstancias que no hubiera sido capaz de dibujar ni el mismo Jackson Pollock. Para corresponder el esfuerzo, el partido fue digno de Eugenio Salvador Dalí.
Tito, Amat y Kakuta redebutaban con la franja. El primero, para cubrir las acometidas de Escudero y Sarabia. El segundo, como improvisado stopper. Y el tercero, para hacer lo suyo, lo que todo el mundo le sabe capaz y de lo que dejó muestras y esperanza. También entró en el once titular el recién llegado Medrán. De todos, solo el congoleño estuvo mínimamente destacable.
El Rayo salió espoleado ante la expectativa de ofrecer una alegría inesperada a su afición. Pronto besó el balón la red, pero el linier levantó la bandera cuando el 1-0 de Embarba ya subía al marcador. Invocó Vallekas al susodicho VAR, pero no entró y certificó el fuera de juego y la invalidez del tanto franjirrojo. Tampoco cambió el offside cuando el Sevilla hizo el 0-1 minutos después.
Sin embargo, la acometida vallecana fue un espejismo. Muy pronto, el conjunto dirigido por Machín evidenció las muchas carencias defensivas de su rival y desnudó su conocido punto débil: los laterales. Quizás hubiese sido más idóneo un sistema con tres centrales para ofrecer más garantías en retaguardia. Tal vez el partido hubiese sido más propicio para Advíncula, mucho más veloz que Tito a la hora de recuperar espacios. Nadie lo sabe y todo son suposiciones, borradores, meros bosquejos de un Rayo que hubiesemos querido ver, pero nunca vimos.
Jesús Navas se adueñó de la banda derecha, de los espacios, del balón y de todo lo que olía a peligro por allí. De ese flanco nació el primer gol del Mudo Vázquez, que remachó en el área pequeña, sin apenas oposición, un pase de la muerte que favoreció la autopista que dejaron Álex Moreno y Embarba, muy poco voluntarioso en tareas defensivas. Idéntico resultó el segundo tanto sevillista, aunque el desajuste llegó entonces por la banda que defendía Tito, que ya era propiedad intransferible de Escudero.
Con la ventaja, el Sevilla le concedió el balón a los locales para buscar las contras. Pero el Rayo ya estaba demasiado diluido en sus incertidumbres. Con la plantilla a medio confeccionar, lo intentaba Kakuta sin demasiado éxito, aunque con tangible calidad. En el otro ejército, Banega comandaba a su antojo la salida de balón nervionense y neutralizaba con suficiencia el toque interior rayista.
En otro descuido, esta vez, en un balón parado, André Silva aprovechó otro desequilibrio en el área local para anotar su segundo gol y poner con tres de ventaja a su equipo poco antes del descanso. Tras la reanudación, no hubo partido. Los de Machín, muy cómodos, se limitaron a contener, tocar el balón y dejar patente su absoluta superioridad sin hacer demasiada sangre a los de Míchel, que no dieron apenas signos de competitividad durante los noventa minutos.
El entrenador vallecano quiso cambiar la tendencia con juego algo más directo y puso en liza a Javi Guerra y el peruano Advíncula, que dejó algunos detalles sobre todo en la conexión con Gael Kakuta. Para darlos entrada, retiró a los debutantes Pozo y Medrán, bastante superados en su primera aparición en Vallekas.
Pudo ampliar distancias el cuadro hispalense con un taconazo de Sarabia que sacó bajo palos Alberto con una gran parada. Y entonces, el soniquete del circo del fútbol moderno irrumpió en Vallekas. Primero con el cuarto gol del equipo sevillano, que llegó con misterio y convirtiendo a Mateu Lahoz en lo que más le gusta: el protagonista. Minutos más tarde, el VAR decretó como penalti una falta que el colegiado había sacado fuera del área y Embarba redujo mínimamente la diferencia en el marcador. En la siguiente jugada, el extremo rayista envió un remate al larguero. Todo lo que no había hecho el Rayo durante los noventa minutos, crear peligro sobre la meta visitante, lo hizo en los últimos minutos, cuando ya era imposible meter miedo a un Sevilla que golpeó al Rayo con la Primera en la frente. Los de Míchel mostraron su peor cara, sin signos de competitividad y con claras carencias en todas las líneas. Poco quedará de este Rayo cuando empiece su temporada, esperemos, allá por la cuarta jornada.
Jesús Villaverde Sánchez