El Rayo Vallecano consigue empatar en el descuento frente al Zaragoza y amarra la permanencia en Segunda tras un curso para el olvido. Míchel consiguió salvar al equipo.
En la víspera de su 93 aniversario, el Rayo Vallecano logró la permanencia en Segunda División en un estadio mítico como La Romareda. Y, como casi siempre en esta temporada, lo hizo a remolque. A la manera de Sergio Ramos, en el minuto 92, la franja consiguió cerrar, a falta de dos jornadas, una de sus peores comparecencias en la última década.
La baja de Trashorras, que acumulaba amonestaciones (¡diez durante todo el año!), obligaba a Míchel a realizar cambios sobre el que parecía ya su once tipo. Así las cosas, el técnico retornó a la idea del trivote en el eje central, algo que empieza a ser del todo incomprensible. Baena, Fran Beltrán y Jordi Gómez formaron una línea de tres en la medular con el cometido de oxigenar el juego a las bandas, donde esperaban Adrián Embarba y Ebert para nutrir de balones al angoleño Manucho, nuevamente de la partida ayer.
Sin embargo, no fue el ariete africano el que más intenciones puso sobre la portería del indultado Álvaro Ratón. Sí el primero que vio cerca al guardameta, pero sin llegar a conectar un centro del propio Embarba, que minutos más tarde iba a enviar al larguero un remate franco sin oposición tras un envío delicioso de Ebert. El extremo de los vallecanos dejó claras dos cosas en el encuentro de ayer. Por una parte, que es el jugador que más lo intenta, con creces; por otra, que si fuese un personaje de western habría muerto en el primer duelo. Y probablemente, incluso, antes de llegar a desenfundar. No obstante, lo peor de todo es que su desacierto de cara a gol se traduce en la definición perfecta del equipo vallecano durante todo el curso. Así lo corroboró Manucho, instantes después, tras enviar a la grada un envío lateral de Galán directo al punto de penalti. Queda la duda de si el balón aterrizó en Los Monegros o, a día de hoy, sigue en órbita. La primera parte terminó con otro cabezazo de Embarba (quién si no) a la madera, esta vez con más mala suerte que desacierto.
Entretanto había marcado el Zaragoza. Álvaro Pombo ya se había querido vestir de Nayim a los doce minutos, pero su disparo desde su campo se perdió no muy desviado del arco de un Gazzaniga que contempló cómo salía. Pero a la segunda fue la vencida y ahí también fue testigo de excepción el argentino. El mismo Pombo culminó con brillantez una jugada por banda derecha de Lanzarote e Iza Carcelén. El extremo catalán dejó un pase en el punto de castigo y el mediocampista, llegando desde atrás, limpió telarañas en el arco que había vivido hasta entonces con mayor tranquilidad.
El descanso fue otra vez el momento de los cambios. Míchel retiró del verde a Ebert para dar entrada a Lass. Es una pena que el germano se desfogue tan pronto, ya que ayer había sido el mejor de los franjirrojos en la primera mitad. Sin embargo, la entrada de Lass volvió a darle mordiente al equipo visitante, que avisó nada más reanudarse el partido por mediación de (¿quién creen ustedes?) Embarba. Su disparo cruzado fue preludio de la ocasión más clara de todo el partido. El guineano Bangoura dejó sentado a su marcador con una acción que aunó belleza y técnica y sirvió un caramelo de gol al mismo Embarba, que en boca de gol cruzó en exceso el testarazo.
El partido se fue enfriando con el paso del tiempo. El Zaragoza parecía cada vez menos ahogado por los intentos de un Rayo demasiado plano y carente de imaginación. Los rayistas trataban de hacer llegar balones desde los costados, pero nunca iban a buen puerto. Da la sensación de que podría pasar otro calendario y el conjunto de la barriada no alcanzaría los diez centros peligrosos. Solo Baena alcanzó a rematar un despeje nefasto del arquero de la escuadra aragonesa, pero se llenó de balón bajo palos y lo pudo haber sacado del estadio. La frialdad se apoderaba del encuentro poco a poco. Fue entonces cuando Edu Bedia emuló a uno de los héroes de su generación, pero su chilena a lo Oliver Atom fue repelida por el larguero del arco que defendía Paulo Gazzaniga. Poco a poco el mediapunta, ex canterano del Barcelona, recupera su tono y gana enteros como pieza desequilibrante. Era el minuto 65 y el Zaragoza no iba a volver a inquietar los dominios de su visitante, salvo en un remate lejano de Ángel que Gazzaniga acompañó con la mirada y un cabezazo tierno del 9 zaragocista que Amaya consiguió sacar a córner.
Mientras tanto, en la jugada siguiente, el Rayo, que ya andaba a la desesperada, con más músculo que cabeza, consiguió marcar y amarrar un punto vital. Lass controló un esférico mal despejado y, en lugar de buscar puerta, levantó la cabeza para ver la mejor posición de Embarba. El guineano cedió atrás y, ahora sí, por fin, el 11 franjirrojo envió un pase medido a la red, rozando el poste de un Álvaro Ratón convertido en estatua ante la imposibilidad de alcanzar ese último remate. Gol, punto y permanencia que, visto lo visto, los de Vallecas celebraron con alivio. Un respiro que, eso sí, no debería empañar el tristísimo regreso del Rayo a la categoría de plata. Una temporada para olvidar en la que Míchel revivió a los muertos.