El Rayo Vallecano cayó por la mínima ante el Real Madrid (1-0) en un partido horrible en lo futbolístico por ambas partes.
Sabemos que en el fútbol no se puede vivir del «casi», tan bien como de que a veces no es necesario jugar bien para ganar. Esas dos cosas se dieron en el Bernabéu en una tarde fría, tanto en lo futbolístico como en lo climatológico. Puede ser la peor versión que se recuerda del Rayo Vallecano en Chamartín, y sin embargo, nunca se estuvo tan cerca de sacar algo positivo del feudo del Real Madrid en este siglo.
El ambiente en el graderío era enrarecido. De un lado, los pocos rayistas que pagaron 45€ por ir al gallinero del fondo norte sin elementos de animación y con las expectativas, por historial reciente en esa cancha y trayectoria liguera actual, más bien bajas, lo cual no quita que animen como siempre. Del otro, los 50.000 que fueron a ver a los de casa en uno de los momentos más delicados en la faceta deportiva del gigante merengue.
El comienzo del encuentro tuvo un guion esperado: el Madrid iba a tener el balón y tratar de encontrar huecos en la defensa de 5 hombres que Míchel había dispuesto sobre el verde césped y que se mantuvo en cierto orden y concierto, al menos hasta el minuto 13. Fue allí cuando una recuperación local en campo propio se convirtió en una contra volcada hacia la banda derecha. Lucas Vázquez encaró a Álex Moreno para acercarse al pico del área, y de paso, llevarse con él la atención de toda la defensa franjirroja. Salió el aclarado para que Lucas asistiese en el área a un Benzema completamente solo que definió al segundo poste ante la salida de Dimitrievski. No se llevaba ni un cuarto de hora y ya parecía repetirse la historia de las anteriores visitas a la casa blanca.
El gol fue un jarro de agua fría, no tanto en el sentido del tópico, si no por el hecho de que valió para despertar a un adormilado Rayo y le hizo ir a buscarle las cosquillas a su poderoso rival. Un breve pero intenso instante en el que estuvo cerca el tanto del empate. Primero, con una jugada por la banda derecha culminada con centro raso de Embarba hacia un Comesaña dispuesto a romper el arco en el punto de penalti que interceptó Marcos Llorente de forma que, si no fuera por Courtois, habría acabado la acción en autogol. Después, un córner puesto desde el mismo costado que remató de cabeza Velázquez con toda la intención de meterla al segundo palo, pero que se fue desviada de su objetivo por menos de un palmo.
Con este arreón rayista, el partido se rompió en el minuto 20 como si de los últimos instantes de otro juego se tratase. Lo malo de la Franja es que, cuando lleva tanto impulso hacia arriba, suele descuidarse atrás. Y así tuvo también el cuadro de Solari varias ocasiones francas de abrir brecha a la contra. La primera, en la jugada siguiente al córner que remató Velázquez, acabó en un mano a mano entre Marco Asensio y Dimitrievski. Por fortuna para la Franja, el meta macedonio aguantó bien el envite del mallorquín y desvió su remate. Luego tuvo otra Benzema en una volea que, ante la duda de si iba dentro o fuera, rechazó Velázquez a córner. Ya hacia el tramo final del primer tiempo, fue el palo el que se alió con los vallecanos al rechazar un misil de Kroos lanzado desde la frontal. Todas estas acciones, esporádicas y con nula intención de jugar de forma bonita. Al descanso al rayista le asaltaba la sensación de que tan pronto podría estar la historia resuelta para los blancos como podría haber habido tablas en el electrónico.
A la vuelta de vestuarios la cosa solo cambio en un aspecto: la intensidad del juego. Si ya el partido era poco vistoso, la reducción del ritmo impuesta por los locales ante la indolencia visitante degradó el partido a la calificación de bodrio. Antes de pasar 10 minutos de segunda mitad, Míchel decidió apostar por un cambio de sistema. Doble cambio, se iban un amonestado Gálvez y un inadvertido Medrán para que ingresasen Abdoulaye Ba y Bebé, pasando a esquema 5-3-2 para tratar de sacar tajada donde los pobres solo pueden vencer de higos a brevas.
Hasta que hiciese algo de efecto la intención de Míchel hubo que esperar mucho, y eso en el Bernabéu implica aguantar para seguir con algo de vida. Volvió a estar cerca el Madrid de hacer el 2-0. Antes del doble cambio rayista, otra vez Asensio recibió en posición franca de remate, esta vez tras una gambeta de un Modric que hasta entonces solo había aparecido para ofrecer su Balón de Oro a la parroquia vikinga, y otra vez se encontró con Dimitrievski. El arquero rayista puso el pecho para tapar el remate y asegurarse un hueco en las pesadillas del ariete madridista, que minutos después abandonaría el verde entre silbidos de su afición para ser sustituido por Ceballos. Ya después del movimiento de banquillo visitante, una falta tonta que significó la amarilla para Bebé acabó rematada de cabeza a la red, como no, por Sergio Ramos. Sin embargo, el 2-0 no subió al marcador, pues el linier levantó la bandera. Fue por unas micras nada más, pero fue fuera de juego, así lo vimos en las pantallas de los pupitres de prensa y así lo pudo ver el VAR, que corroboró la decisión tomada en vivo.
Tras el tanto anulado, ya el Madrid terminó por seguir con su rácana idea de vivir de las rentas. Así pudo el Rayo tratar de forzar alguna llegada, aun cuando vivía en un quiero y no puedo constante a la hora de elaborar peligro. Dio un aviso Bebé a su estilo, con un disparo lejano (fácilmente a más de 30 metros de distancia), fuerte y certero que no esperaba Courtois y obligó al portero belga a quitársela de encima de una forma poco ortodoxa pero eficaz.
Después de esto se entraba en los 20 minutos finales, y con ello se daba el baile en los bancos. Tras la marcha de Asensio, Míchel reforzó la ofensiva en su último cambio, ingresando a Álex Alegría por Embarba (exacto, no jugaron ni Pozo ni Sergio Moreno), quedándose el recién llegado como compañero en la punta de Álvaro García y Comesaña estrenándose como capitán de la Franja en Chamartín. Al rato, Solari decidió que el Bernabéu debía aplaudir al goleador Benzema, poniendo en su lugar a un Vinicius Jr que apenas trascendió en el encuentro.
Lo que fue fútbol, tal y como lo conocemos o como nos dicen que ha de ser, no hubo. El Madrid se confirmaba con ganar por la mínima y con un despliegue mediocre a un Rayo que luchaba consigo mismo para avanzar, pero que de alguna forma seguía vivo. Fue al mostrarse el cartelón con los 3 minutos de descuento cuando la Franja estuvo más cerca de poder helar el ánimo de los pocos seguidores merengues que todavía no habían emprendido su marcha «para evitar atascos». Una doble ocasión, el primer disparo vino de un centro mordido que cazó Alegría de chilena. Hubiera sido un gol para la historia de no ser porque Courtois estaba ahí para evitarlo. El rechace del portero le cayó a Velázquez, quien volvió a probar suerte, esta vez con el pie, acabando el cuero nuevamente rechazado por el arquero belga a un córner sacado sin consecuencias.
Tras esta doble oportunidad, pensó el hincha rayista que era posible arañar algo de este partido, por mínimo que fuera. Acabaría el encuentro la Franja en el área del Real Madrid, a punto de conseguir el empate, pero quedándose en eso, en «a punto». La realidad es que los puntos se quedaron en Chamartín, tal y como era de prever, y que había sido un partido aburrido y malo como pocos, pero queda esa sensación de que el Rayo Vallecano tuvo contra las cuerdas al vigente campeón de Europa y del Mundo (de hecho, tras vencer al Rayo, se marchó a Abu Dhabi a defender su título del orbe ante River Plate, Kashima Antlers y Al-Ain FC). Tan cerca de poder volver a matar al gigante, y sin embargo, tan lejos de tener los medios para lograrlo.
Texto e imagen de Jorge Morales García.