A mi corta edad no he tenido la suerte de conocer esa época en la que los futbolistas eran personas normales y te podías parar a hablar con ellos en la calle, como cuentan que pasaba (hace no tanto) por el barrio de Vallekas. Por desgracia, los jugadores son cada vez más inaccesibles (GRACIAS FUTFEM por mantener esa esencia), menos implicados con la afición, con el sentimiento que una camiseta puede llegar a generar.
Por suerte, no todos son así, aun quedan unos pocos, cada vez menos, que rompen con esos cánones e intentan entender lo que supone un parche de 3x3cm para la gente que pierde la voz cada fin de semana en la grada. Y eso, en un equipo como el Rayo, en un barrio como el nuestro, es algo que tenemos que valorar.
Alberto García Cabrera (Barcelona, 9 de febrero de 1985) es uno de esos futbolistas que escasean, de esos que están en peligro de extinción. Es, bajo mi punto de vista, ese futbolista que siempre debes tener en tu equipo y, si tienes suerte, lo capitaneará.
Formado en la cantera del FC Barcelona, también ha militado en los filiales del Villarreal y Real Murcia. Fue defendiendo la camiseta del club murciano cuando debutó en Primera en la temporada 2008/2009. A partir de ahí, cuatro temporadas en el Córdoba, tres en el Sporting de Gijón, consiguiendo un ascenso a Primera y una en el Getafe (con otro ascenso a Primera). Aún con un año de contrato con los azulones, pasó, en calidad de cedido, a defender La Franja en la temporada 2017/2018.
Podemos decir que el periodo de adaptación no existió para él. Casi sin haber colocado las cosas en la taquilla, Alberto pasó a ser el capitán del equipo, por decisión de sus compañeros. No es nuevo para él llevar el brazalete en el brazo, ya lo fue en otros equipos.
Como decíamos, nuestro capitán llegó a puerto vallekano en una temporada cargada de ilusión. Tras el final de año del equipo en la 16/17, con Míchel I de Vallecas al mando, el objetivo no era otro que intentar llevar el barco a aguas de Primera. Dicho y hecho. Ascenso con una jornada de antelación, en casa, y con pleno de minutos de Alberto hasta esa jornada. Fue el jugador que más minutos disputó de toda la plantilla, jugando 41 de los 42 partidos de Liga (la última, en Girona, fue Mario quien defendió la portería, igual que en Copa). Con ese ascenso a la máxima categoría, Alberto conseguiría su particular hat-trick en ese aspecto.
La siguiente temporada, con el Rayo ya en Primera y tras finalizar su cesión, Alberto pasa a ser jugador del club, manteniendo la capitanía y, al inicio de temporada, la titularidad. Durante once jornadas fue indiscutible para Míchel, pero la situación crítica del equipo (decimonovenos, con 6 puntos), hizo que en la jornada 12 fuese Dimitrievski quien saliera de titular. Cinco meses estuvimos sin verle defender nuestra portería. No fue hasta el Rayo-Valencia, ya con Jémez en el banquillo, que le vimos portar de nuevo el brazalete. Volvía el capitán, y lo hacía a lo grande, parando un penalti con el empate a cero todavía en el marcador. Ese día el Rayo ganó, el equipo convenció y Alberto volvía a sonreír. A partir de ahí jugó todo hasta el momento del descenso, a falta de dos jornadas.
En la presente temporada, de nuevo con el objetivo del ascenso, nuestro capitán mantenía la confianza del míster, pero se encontró con un nuevo bache en el camino: una lesión. Una sinovitis en su rodilla izquierda le impedía jugar contra el Fuenlabrada, Alcorcón, y así sucesivamente hasta el día de hoy. Todo esto sucedía en septiembre y, dos meses después, el club anunciaba la peor de las noticias: una lesión en el cartílago le retiraba de los terrenos de juego lo que resta de temporada.
Desde aquí, vamos tachando días en el calendario para verle volver, ojalá pronto, bajo los palos de Vallekas. No porque la portería no esté bien cubierta, ahí cada uno que saque al entrenador que lleva dentro y haga su alineación. No, lo decimos porque, al igual que pasa en el femenino (salvando las distancias de temporadas), el capitán y guardameta es pieza fundamental, porque es un futbolista (y persona) de las que escasean.