De como 3 chavales fueron a ver un Valencia-Rayo casi de incógnito y vieron a Mestalla aplaudir a Bukaneros por pedir la marcha de Lim.
Mucha gente reconocerá en el título de este artículo el nombre, traducido al castellano, de una canción de Banda Bassotti. No se me ocurría mejor manera de arrancar esta nueva sección en la que un servidor hará contracrónicas de los viajes que haga durante esta temporada a acompañar al Rayo. En este caso, hablaré de lo que se vivió en Mestalla, lugar en el que la rabia de tener dueños que tienen la misma nula capacidad de gestión y de empatía, hizo hermanarse a dos hinchadas que nadie esperaría ver cantar juntas.
La jornada empezaba bien temprano en la puerta de la «City». donde los compañeros de Matagigantes y amigos Jorge Martínez. Aitana y un servidor nos juntamos para montarnos en el coche del primero, en adelante referido como «La Iraolaneta». El plan era el que sigue: ir y volver del tirón a Valencia, aparcar relativamente cerca de Mestalla para no patearnos la ciudad a la salida ni comernos mucho atasco, pasar la previa de bar en bar acercándonos al estadio y ver el partido con relativa calma. Todo ello, guardándonos de no llevar el aspecto habitual con el que cualquiera viviría un partido del Rayo, pues había cierta preocupación con que ciertos elementos nazis que dicen ser del equipo valenciano pudieran salir de caza. Se preveía invasión vallekana, pese a que el club de Presa sigue sin vender entradas visitantes, así que la precaución para evitar altercados no era una tontería.
Atendiendo a la discreción, metí oculto en mi atuendo «casual» la camiseta visitante de la 17/18, roja con franja blanca y bocamangas arcoiris. y mi bufanda estilo «ultra classic» comprada por mi tío a Bukaneros en tiempo de Segunda B, ocultos bajo la sudadera de CC:Info Rugby y un plumas rojo. Martínez me pide al llegar que oculte su bufanda de raso, también de Bukaneros, en la mochila en la que llevo a su vez mi primera bufanda del Rayo, la de «Presa Vete Ya» y la bandera del escudo de la Agrupación, oculto todo tras las orejas de Mickey de nuestro presidente. En el tempranero viaje de ida, nos vamos despertando con una playlist creada sobre la marcha y para la ocasión. Combinaciones locas que nos llevaron en algo más de 3 horas a pasar de Talco a Bad Bunny, pasando por Los Auténticos Decadentes, Mala Rodríguez, y por supuesto grupos como Zoo y Salida Nula. Curiosamente, la canción y el grupo que inspiran el título no aparecieron en la ida, y en la vuelta no sonaron porque fuimos haciendo la clásica de oír el «Carrusel», o de intentar no perder su frecuencia.
En varios momentos de la travesía, principalmente buscando aparcamiento y en el tramo de vuelta, se decidió que «La Iraolaneta» sea como un barco en aguas internacionales, oyéndose bastadas de humor negro que no se reproducirán aquí, no sea que alguien de la Audiencia Nacional. Es de ley decir que las burradas vinieron principalmente de los elementos masculinos del auto. Una vez aparcados, y tras escuchar anécdotas de Martínez de un viaje anterior y que tienen relación con su antiprevia, fuimos a desayunar como mandan los cánones: cafelito, bollos y barritas con tomate. Una vez alimentados y pasado el mediodía, empezamos a deambular en busca de algún bar en el que iniciar nuestra particular «Ruta de la Tapa».
Esta tuvo 3 paradas. La primera, un bar regentado por asiáticos en el que tenían Estrella Galicia, ración de bravas sabor boquerón a 3€ y solo se podía pagar en efectivo. El siguiente, un bar restaurante más tradicional, con raciones caseras que nos sirvieron de comida, oferta cervecera de la tierra (Amstel «Feta en València» y Turia), y buena atención. Tan buena fue, que aun pudiendo habernos ido sin pagar la ración de bravas mixtas que no nos habían metido en la cuenta original, optamos por no hacerlo, andando en la frontera entre el buenismo y la idiotez. Por si gustan, Bar Montesinos, en la esquina de Ernest Ferrer con Polo i Peyrolón. Ahí andaba yo en conversaciones por DM de Twitter para conocer a rayistas de la Terreta, pero no se pudo dar La última parada, a apenas 20 metros de la anterior, una cafetería donde paramos a tomar el necesario café, llevada por 2 argentinos y en la que ofertaban pastel de calabaza. Sin probar esa delicatessem y en cuanto terminamos las tazas, salíamos para el estadio, que faltaban 45 minutos para el inicio y muchas escaleras por subir.
Durante las tertulias de terraza, procuramos siempre mantener la estética rayista oculta, en vista de los aficionados chés que se iban acercando a la cancha y al riesgo real de meterse en peleas. Ya en las orillas de Mestalla, la aglomeración era espeluznante. Rodeamos 3/4 del estadio hasta llegar a nuestra zona, el Gol Nord o Gol Xicotet. Con el móvil de Martínez, pasamos el código QR de nuestras entradas. Tras los tornos y un pequeño tramo de escaleras, agentes de seguridad nos hicieron el registro rutinario, por no decir laxo, conociendo como se las gastan sus compañeros en el Estadio de Vallecas. Ahí sí, empezaba la gran escalada. Contra todo pronóstico, el Jorge que primero pidió la bombona de oxígeno no fui yo, sino Martínez. Entre desesperadas bocanadas de aire, nos metía el miedo en el cuerpo a Aitana y a mí al decir que el lavabo estaba en la planta baja, cosa que por fortuna no era así. Había que bajar y subir escaleras, sí, pero tampoco tantas. Eventualmente, llegamos a nuestras localidades, donde nos asentamos y comenzamos la misión encomendada por el cabrón supremo Leva de hacer fotos y grabar vídeos del ambiente y la grada.
Todavía estábamos asimilando la magnitud del estadio y el vértigo que daba levantarse y mirar a la portería de nuestro fondo, porque sentado no había manera (encima los 2 goles fueron ahí), y más aun cuando la barra de apoyo se movía bastante, apareció un elemento clásico de Mestalla, la banda de música. «Pas de pasodoble al camp de futbol», que canta Zoo en «El Cap per Avall». El verso que sigue, si habéis escuchado la canción, es lo que nos había cuidado de sacar distintivos rayistas hasta ese momento, en que me puse la bufanda por fuera y colgué la bandera para hacer la foto de rigor. Poco a poco se poblaron las gradas, y al son de la charanga salían los jugadores. Miramos a la esquina izquierda de nuestro sector, y vimos lo que debía de ser oficialmente la grada visitante. No había que ser Sherlock Holmes para saber que Bukaneros se había asentado ahí, con sus banderas en las barras y su poblada representación de pie y cantando los 90 minutosa
Empezó el fútbol. Pasa algo con Valencia y Rayo, que pueden ser muy distintos, casi antónimos incluso, en el campo y en la grada. Sin embargo, hay algo que hermanaba a las dos aficiones: la rabia de que su club esté secuestrado por un propietario que se maneja entre la bancarrota y el frenopático. En los aledaños del estadio, mientras no podía evitar sonreír bajo la mascarilla al ver al ex entrenador del Rayo Rubén Baraja feliz en las fotos que conmemoran los títulos «Chés» del principio del siglo, también vi a personas repartir carteles en A-4 de color fosforito, que si se fijan bien, se ven en la foto de portada. El lema del cartel, cristalino e internacional: «Lim go home». Al sernos ofrecido, rehusamos el cartel, pero de saber qué iba a pasar en el minuto 15, lo hubiéramos agarrado de una.
La rabia de la que son hijos valencianistas y rayistas salió a flote cuando en el verde tenía lugar la gran polémica del encuentro. Ya había gritado el Camp de Mestalla contra el dueño del club local, y como pasa en el minuto 13, sonó el «Presa Vete Ya» por parte de la afición rayista. Apenas 2 minutos después de esto último, se dio lo inesperado. Mientras González González decidía que por sus narices había penalti de Saveljich a Hugo Duro, desde la zona de Bukaneros se lanzaba un cántico que ya se había oído antes: «Lim, canalla, fuera de Mestalla». La afición local pasó por un amplio abánico de emociones al ver esta escena, empezando por la sorpresa y acabando con la admiración. Toda Mestalla hizo resonar el cántico lanzado por la hinchada rayista, culminando con la ovación cerrada de todo el estadio a la grada visitante. Atento estuve para grabar el momento y subirlo al instante al twitter de Matagigantes. Las cifras del tuit, que al momento de escribir estas líneas tiene más de 200.000 impresiones, 2.700 «Me gusta», 102 respuestas y 500 retuits entre manuales y citados, hablan por sí solas de la trascendencia que tuvo este momento de fraternización entre hinchadas unidas en la pelea por recuperar sus clubes de fútbol.
Tras liberar la rabia contra el palco, los de casa festejaron el 1-0 de penalti, que no lo parecía ni en la repetición que vimos en el videomarcador, lo que pasamos en la grada fue la vida misma. Comentarios para nosotros, momentos en los que Aitana y Martínez me pedían calma para que no nos pegasen (esa no era ni de lejos mi forma final de hooligan), la odisea de encontrar el lavabo en el descanso, cambiar de sitio para cortar la mufa para la segunda parte y un amago de placaje en el gol de Isi. Tremendo lo del «calvo cabrón», como le gritaron desde la grada al de Cieza desde el comienzo y le denomina Leva en «Los Lunes al Sol». Más sorprendente fue que lo retirara Iraola si podía tirar algún sprint, pero por algo él está en el banquillo y nosotros en el gallinero del fondo. Entre gritos de rabia por las ocasiones claras que nos comimos en el final y las dos que salvó Dimitrievski, destacar un momento protagonizado por el meta normacedonio. Ya con 1-1, gritó el portero rayista el clásico «Míaaaaaa» para que los compañeros le dejasen paso para atrapar el balón. Defendía Dimi la portería del Gol Sud, y oímos el grito en la parte alta del Gol Nord. La tensión de más de 30.000 almas de ver como se escapa un partido que habían empezado ganado estaba latente. Finalmente, 1-1 en un partido que tuvo de todo.
Bajando las escaleras y camino al coche, los que nos montamos en «La Iraolaneta» concluimos en que el punto logrado era más que positivo. Será el complejo de rayista de viejo cuño, pero puntuar en un campo como Mestalla siempre será un lujo, y ojalá en todos los campos nos merezcamos sacar los 3. Comentando las reacciones con el «Carrusel» de fondo se pasó el viaje de vuelta. Así concluye la primera entrega, esperemos de muchas, de «Días de Carretera». El «highlight» de la visita a Mestalla fue sin duda el cántico en el que se unieron las dos aficiones, haciendo del rayismo y del valencianismo hermanos inesperados, hijos de la misma rabia, que ojalá un día se pase.
«La Iraolaneta» volverá a las carreteras.
Texto e imagen de Jorge Morales García.