Beneficiado por el sistema de juego de Iraola, Álvaro García ha conseguido aprovechar sus virtudes en carrera y control de los espacios para consagrarse como uno de los baluartes del ascenso del conjunto franjirrojo y su máximo asistente.
Terminaba el partido en Montilivi y Álvaro García pasaba por el micrófono de Sergio Sánchez (por cierto, su pospartido fue digno de poner en las facultades de Periodismo). Liberaba la tensión el extremo del Rayo tras su mejor temporada desde su viaje desde el Carranza hasta Vallekas. “Esto es el Rayo, nadie daba un duro por nosotros desde el principio. Con lucha y con garra lo hemos conseguido. ¡Vamos, Rayo!”, gritaba el jugador zurdo, que había abierto el marcador a los siete minutos, poniendo camino del ascenso a su equipo para, al borde del descanso, asistir a Trejo en la consecución del segundo tanto y definitivo. Segundos después, el jugador utrerano rompía a llorar ante las cámaras de Movistar+ en un gesto que escondía mucho más que la emoción por el ascenso recién conseguido.
Álvaro García llegó a Vallecas con el sambenito de ser el fichaje más caro de la historia. Una coletilla que lo iba a acompañar siempre, en cada partido, en cada banquillazo, en cada pase mal dado, incluso en cada uno de los goles o asistencias que conseguía con la camiseta del Rayo. Cinco millones, cinco millones, cinco millones. Es muy posible que se haya sido injusto con Álvaro García desde su llegada (yo me incluyo), pero lo cierto es que, con la perspectiva que aporta esta temporada, es igual de posible pensar que la realidad es que el zurdo nunca hubiese encontrado el sistema que le permitiese explotar sus virtudes hasta esta temporada.
Los Rayos anteriores no permitían las galopadas veloces de Álvaro García, una de sus principales virtudes futbolísticas. El Rayo de Míchel o el de Paco Jémez eran equipos que buscaban manejar mucho más el balón. La elaboración de la jugada por encima de todo. En ese sistema, Álvaro García, un jugador que se nutre de los espacios, de su velocidad en la conducción y de la inteligencia en carrera, permanecía encorsetado. El Rayo era una cárcel de virtudes para el ex cadista. Hasta que llegó al banquillo Andoni Iraola, un técnico cuya propuesta reducía el dominio del balón a determinadas fases de juego, pero no situaba el manejo de la pelota como la vértebra principal de su estilo. Con Iraola, Álvaro García sí podía disfrutar del fútbol que más le conviene: velocidad, carrera y balón al espacio. Quizás la mejor muestra, por reciente, sea el golazo con el que abrió el tanteo el pasado domingo en el partido definitivo. Carrera a la retaguardia de la línea defensiva, balón en largo preciso (y precioso) de Velázquez, control exquisito y sangre como los témpanos de hielo para batir con una vaselina antológica a Juan Carlos. El segundo gol es otra demostración, aunque esta vez el olfato goleador dejó paso a la otra gran virtud del atacante: la asistencia.
La importancia de Álvaro García en este octavo ascenso es mayúscula. El jugador sevillano ha sido uno de los puntales durante toda la temporada, una piedra angular sobre la que construir los ataques desde el flanco izquierdo. Sus 11 asistencias (a las que podríamos sumar las tres en las eliminatorias de Copa del Rey) son una muestra de la importancia que ha gozado su puñal zurdo en la consecución del objetivo del ascenso, algo que cobra una relevancia mayor si añadimos sus cuatro goles, dos en campaña regular y dos en los partidos de playoff (en la ida contra el Leganés y en la vuelta frente al Girona). La temporada 2020/21 ha sido la campaña en la que más confianza ha depositado el equipo técnico sobre su juego. Desde su llegada, Iraola lo situó como uno de los jugadores clave de su sistema. De los 46 partidos que han compuesto la temporada, entre regular y playoffs, Álvaro García ha disputado 43, en los que solo en el duelo frente al Albacete de la jornada 8 partió desde el banquillo. En los demás, siempre fue de la partida y quedó fuera de la convocatoria solo en tres ocasiones. Estos datos ayudan a comprender la relevancia de Álvaro en el ascenso a Primera División en una temporada en la que jugó más de 1500 minutos más que en la anterior (3776’ frente a los 2098’ de la 2019/20), siendo solo superado por Catena en la estadística de minutos jugados (4068’). En ese tiempo sobre el césped, el extremo izquierdo ha conseguido pulverizar sus 4 asistencias de la anterior campaña para colocarse como máximo asistente del equipo.
Nada tiene que ver, por lo tanto, el Álvaro García que hemos visto en el Rayo de Andoni Iraola con el que habíamos podido ver anteriormente. En ocasiones, el sistema de juego también hace prisioneros involuntarios y coarta las virtudes técnicas de determinado tipo de jugadores. Sin duda, la disposición táctica y la pizarra del técnico vasco han favorecido la explosión de Álvaro García y lo ha llevado a convertirse en uno de los jugadores más importantes de la categoría en su tercer año como centrocampista franjirrojo. Ha sido su año, ha rozado la gloria y ha alejado todos los fantasmas del pasado. 2021 ha sido el año de la redención de Álvaro García.