El miércoles amanecía marcado en el calendario. Hoy era el primer día de la venta de nuevos abonos para la temporada 2014-2015 del Rayo Vallecano. Para muchos era nuestro primer año de abonados y para http://www.dailycialisuse.com/ algunos rezagados un día más para renovar el de la temporada pasada.
A las diez se abrieron las puertas de la taquilla y los treinta grados ya se notaban en el ambiente. Por la calle Payaso Fofó quedaban los restos de una noche movidita.
Desde las siete de la tarde del martes unos cien aficionados plantaron los sacos de dormir y las sillas de playa para esperar su abono de fondo. Nada más y nada menos que quince horas antes de la apertura de taquilla. Para que no hubiera problemas, los propios aficionados crearon una lista para calcular la demanda de abonos. Todo esto con ayuda de… ¿Del club? ¿Qué club? De los propios aficionados, que hacían viajes hasta su casa para traer comida, bebida y cualquier cosa que necesitaran los trasnochadores. Entre canciones y controles de listas pasó la noche.
Ahora solo quedaban las cicatrices: botellas vacías, bolsas de basura llenas hasta el tope y alguna silla con muy mala pata. A los noctámbulos se habían unido los madrugadores. El final de la cola llegaba a la puerta de los vestuarios y los últimos mantenían la esperanza de rascar un abono de fondo.
Después de que los valientes consiguieran su preciado abono, llegaban noticias de los organizadores: había 40 abonos más de fondo. ¿Organizadores del club? ¡Qué va! Ni estaban, ni se los esperaba. Se crearon nuevas listas para que no hubiera ningún problema, pero la tensión se extendía en el ambiente. Cualquier intento de avanzar posiciones era reprimido con gritos de toda la fila y alguna discusión, pero sin perjudicar el trabajo de la taquilla. A la una del mediodía se acabaron los abonos de fondo.
La cola para el resto de zonas avanzaba lenta, muy lentamente. Los riñones ya crujían y las escaleras y los árboles estaban más valorados que las botellas de agua. Minuto a minuto se acercaba la hora del cierre de taquillas y para los del final (que cada vez eran menos) la cosa se complicaba. Por fin llegaba una respuesta: alguien del club bajaría a repartir números para que la gente del turno de mañana fuera atendida primero en el turno de tarde ¿Qué? ¡¿Alguien del club?! Increíble. Como si bajara el Espíritu Santo en forma de paloma.
El turno de tarde era menos numeroso. Los que ya nos conocíamos de la mañana (cuatro horas compartiendo calor y dolor de espalda hacen mucho) nos arremolinábamos en torno a la puerta de taquilla. Y por fin funcionó algo organizado por el club: los numerados del turno de mañana hicieron su abono rápidamente y sin ningún problema.
Todo tiene sus cosas buenas: el trabajo de los taquilleros fue incansable; la organización y gestión liderada por miembros de la Plataforma ADRV, Bukaneros y otros abonados (entre ellos, Óscar Herrero Vicente, que nos ha contado su experiencia nocturna) hicieron que la cola no se desmadrara ; y la paciencia y buen rollo de los aficionados mantuvo la espera más entretenida.
No nos cansaremos de remarcar el abandono de la afición por parte del club. Es en estas ocasiones cuando se ve que el verdadero sustento del Rayo Vallecano no es tanto su directiva como su gran afición.
Laura Crespo